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En el hotel donde se aloja Juan José Millás (Valencia, 1946) nadie sabe si existe «ese señor por que el que usted pregunta». Hay que repetirlo varias veces y, por fin, deletrearlo, para que la recepcionista dote de identidad el malentendido. «Millás, con ‘m’, ese ... sí existe». La anécdota que precede la entrevista al narrador y periodista parece sacada de una de sus propias novelas en las que el autor juega con la realidad hasta distorsionar su habitual significado y convertirla en un juego de espejos donde cada personaje puede no ser lo que parece. «Sí, sí, soy yo, Juan José Millás», dice riéndose al otro lado del teléfono como si tuviera que confirmar su identidad antes de empezar a hablar de su última novela.
‘Que nadie duerma’, una fábula de terror y amor delirante en la que la protagonista, una ‘mujer-pájaro’, recorre Madrid creyéndose la princesa ‘Turandot’ en busca del hombre del que se ha enamorado al volante de un taxi. El autor de ‘El desorden de tu nombre’ o ‘Los objetos nos llaman’ protagoniza esta tarde la cita del Aula de Cultura de El Diario Montañés (Ateneo, 19.30 horas) donde hablará de su nueva novela pero también de la versión más delirante de la realidad que la ha dado forma.
–Hay algo confortable en el delirio de Lucía, está un poco a tono a de la que está cayendo...
–Tengo la impresión, efectivamente, de que la novela es muy realista y por otro lado es un delirio, es decir, el delirio de esta mujer está incrustado en la realidad de tal manera que no se pueden distinguir: realidad y delirio son como metales en una aleación. La intención general de la novela está hecha de contrarios, también conviven el horror y la risa y resulta imposible distinguirlos. Está todo amasado. Cuando uno escribe, gran parte es un proceso inconsciente, pero este efecto sí lo buscaba.
–Es un homenaje a las calles de Madrid, pero también al taxi como espacio privilegiado para observar lo cotidiano desde cerca.
–Vivimos en un mundo donde separamos la fantasía y realidad como si fueran cosas diferentes, y son una misma cosa. No somos capaces de ver lo misterioso en lo cotidiano, porque separamos lo real de lo irreal cuando esto influye en la vida más que lo real. Este libro es una invitación a ver lo significativo en lo banal, siempre intento producir extrañeza en el lector respecto a lo que ve todos los días, y para ello el primero que me extraño soy yo.
–Lucía, su protagonista, es una ‘mujer-pájaro’ que ve en algunos también esa capacidad de ser ‘hombre pájaro’, ¿qué transmitimos de nuestra identidad sin quererlo?
–Nos comunicamos a dos niveles, el de las palabras que sirven para contar, y la comunicación no verbal que no controlamos, como gestos; como no se controla, esta es la comunicación más sincera.
–Es una mujer-pájaro, ¿qué hombre-animal sería Millás?
–Me gusta mucho el cuervo, es un animal hermoso e inteligente. Mi preferido es el de Nueva Caledonia, es como un mirlo pero sin el pico naranja. Me gusta mucho ese animal no sólo por las referencias literarias como puede ser Poe sino porque me asombra su nervio, su talento, cuando bajan a escarbar frente a la ventana de mi casa de Asturias.
–‘Turandot’ dota de sentido –delirante, pero un sentido– la vida de Lucía. Permítame que haga el símil con la cultura, ¿al final, como dice el aria, el amor vencerá?
– (Ríe) La ópera termina con un grito de optimismo, creo que de un modo u otro, también venceremos.
–Volviendo a los pájaros, ¿qué tal se lleva con Twitter?
–Tengo una cuenta, que en realidad abrió en su día un admirador, pero hace un año decidí que debía hacerme cargo de mi propia vida. Era un hombre muy respetuoso y esforzado, me puse en contacto con él, le invité a comer y me explicó los secretos para que tomara el mando. Sólo la uso para enlazar mis artículos. Muy raramente escribo algo que no sea eso.
–¿Ha sufrido alguna censura, propia o ajena?
–Nací en las letras en un momento en que la censura estaba prácticamente desaparecida, no he tenido censura consciente porque el miedo me lanza hacia delante, no hacia atrás, es una característica suicida que tengo. Cuando me da miedo algo, me lanzo, pero no sabría decirle si he sufrido censura inconsciente, porque por su propia naturaleza no la conocemos.
–La expresión secuestrar un libro da un juego diabólico si uno se asoma a su sentido literal...
–Es tremendo porque el secuestro de un libro lleva aparejado rescate, que es un cambio que conlleva siempre una mutilación. Hemos vivido en muy pocos días casos de censura absurda y es consecuencia de la Ley Mordaza de 2015. Entonces no pensamos que tendría estas consecuencias, lo mismo que la Reforma Laboral. Aunque parezca que no tienen nada que ver, son prioritarias. Ambas han salido de la misma cabeza y concepción del mundo y están produciendo en el ámbito del trabajo y de la libertad de expresión el mismo efecto. Cuando he tenido que escribir de esto he puesto las dos leyes como las dos caras de la misma moneda.
–Su libro sobre el caso Nevenka Fernández, en el que una concejala denunció en 2004 abusos sexuales del alcalde, ¿sufrió presiones por parte del partido al que pertenecía el edil (PP)?
–No tuve presiones directas, Nevenka y yo trabajamos con discreción,
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