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En el último año, Cortes ha dirigido 'El amor en su lugar' y ha publicado 'Verbolario'. irene medina
«Seguramente la mayor parte de los libros que existen, sobran»
Rodrigo Cortés- Director de cine y escritor

«Seguramente la mayor parte de los libros que existen, sobran»

El cineasta presentará esta tarde en Gil su último trabajo, 'Verbolario', una reinterpretación propia de 2.500 términos

Jueves, 6 de octubre 2022, 07:18

«No sé lo que pasará esta tarde. Se parece mucho a hacer 'Todopoderosos'», dice Rodrigo Cortés (Orense, 1973), que recala hoy en la Librería Gil (19.00 horas) para presentar su última criatura: 'Verbolario'. El libro es el antidiccionario en el que el escritor, director de cine y mediático contertulio de exitosos podcast reinterpreta a su manera 2.500 palabras, recopilando la labor diaria que ha ido publicando en ABC durante más de siete años.

–Somos lo que comemos, dice. ¿Qué ha comido para escribir este libro?

–Es difícil saber cuáles son los nutrientes exactos que cristalizan ahora, pero lo cierto es que mi dieta ha sido siempre muy poco sistemática, desde mi infancia. Por suerte, estuve siempre rodeado de libros porque mis padres eran buenos lectores, de manera que se los robaba, fueran convenientes o no. Eso hizo que con nueve años leyera 'La Metamorfosis' o 'Viven' y lo compatibilizara con 'Fray Perico y su borrico' o 'El Pirata Garrapata'. De Homero a Stephen King, todo cabe.

–Leer a Kakfa con nueve años hace que se comprenda por qué enterró a alguien en 'Buried'.

–(Ríe) Claro, la razón principal por la que leí 'La Metamorfosis' fue la portada y porque en la contraportada decía que un señor se levantaba convertido en insecto, no porque tuviera acceso a las honduras del ser humano. Obviamente, no entendía nada. Era más bien una forma de ilustrar esa falta de sistematización, de orden y de concierto.

–Un sistema que plantea como método: dejar que las cosas surjan por sí mismas.

–De algún modo, solo hace falta algún cabo del que tirar. El paisaje infinito no es demasiado fecundo para la creación. En cambio, de un modo paradójico, cierta falta de libertad, de cierre de opciones, hace que el cerebro empiece a funcionar inmediatamente. Si no sabes qué escribir, simplemente escribe. Una frase, casi arbitraria que ni tengas claro qué significa, sin conexión con nada intelectual y sigue adelante. En tres o cuatro líneas sabes a dónde estás yendo y con la maquinaria en marcha todo empieza a fluir.

–Cuando haces eso 2500 veces, como los términos de 'Verbolario', ¿estás convirtiendo la improvisación en una rutina?

–Tengo muchas rutinas y todas son cambiantes. Nada es completamente rutinario porque cada palabra es distinta, genera ecos distintos y sugiere aproximaciones distintas, que van de lo directamente humorístico, a lo poético, lo filosófico o lo absurdo, tratando en general de que sea divertido. La risa encierra su propio mensaje como síntoma de inteligencia. En ocasiones sí que tiene parte de pico y pala, de sentarse y tratar de generar un puñado de criaturas interesantes. Pero la rutina no sirve.

–Menciona lo humorístico. ¿Es un eje de su creación?

–Diría que siempre, incluso por angustiosa que parezca la experiencia en las películas más trepidantes y aparentemente asfixiantes que he hecho. Muchas proponen experiencias físicas que pueden dejar al espectador extenuado, pero siempre hay humor en la mirada. El humor no siempre es divertido, pero para escribir 'El proceso', ya que hablábamos de Kafka, hace falta cierto humor en el procedimiento; no se puede tomar del todo en serio porque sabe que está sometiendo a su personaje de forma consciente a fuerzas que lo exceden. Eso se parece mucho a lo que hace Billy Wilder con Jack Lemon en 'El Apartamento' o Scorsese con Griffin Dan en 'Jo que noche'. El humor tiene más que ver con cierta distancia, con cierta mirada al tablero que parte de la pequeñez de uno mismo.

–En ese tablero se unió a otro maestro del humor, David Safier para crear una historia dramática; 'El amor en su lugar'.

–Igual que Wilder hace 'El crepúsculo de los dioses'; no todo es 'Con faldas y a lo loco'. La historia es la de un grupo de actores que siguen haciendo reír en las peores circunstancias. Curiosamente es una película que no es comedia, pero están interpretando casi un sainete divertido y ese ritmo hay que seguir manteniéndolo. Esas réplicas y contrarréplicas acaban tiñendo los diálogos dramáticos, que no tienen ninguna gracia, pero mantienen esa percusión interna.

- Dice que ha retrabajado la música para hacer posible una lectura ordenada. - ¿A qué suena este libro?

Es difícil de saber porque tiene muchas texturas, no es una melodía unívoca, diferentes movimientos. A veces ganan las cuerdas y a veces las percusiones, pero hay un sentido fluido. Una lectora lo definió como una caja de música, una metáfora que me propuse robarle. Uno sabe que el espectador va a picotear inicialmente, abriendo al azar para ver qué le dice el libro. Pero antes o después, alguien irá a la 'a' y hará el viaje completo. La única forma de asegurarse de que no se le escapa nada. En cada relectura hacía ese mismo recorrido exhaustivo asegurándome de que la música no se hiciera nudos ni se enganchara en ningún momento.

- ¿Ha descubierto que hay letras más perversas que otras?

- Inevitablemente. Como sucede en la Real Academia o en el María Moliner. Siempre es más complicado encontrar voces potencialmente interesantes que empiecen por k, y o w. La ñ tiene la cualidad paradójica de que es la que nos define, representa como idioma y a la vez es escasa. Son una complicación extra que sirve como acicate, porque la facilidad no es el mejor estímulo de la creación, la complicación sí.

–¿Desde la Real Academia le han ofrecido sillón o le han enviado una cabeza de caballo?

–(Ríe) No han hecho ninguna de las dos cosas, pero he recibido una nota muy amable de Muñoz Machado, director de la Academia, agradeciéndome el envío del libro, que seguro sabrán apreciar como lo que es: una enmienda a la totalidad y a la vez un juego. Alguien tiene que hacer primero el fundamental trabajo sucio, para que otro venga después a enredar.

«La risa encierra su propio mensaje como síntoma de inteligencia»

humor

–Con este antidiccionario, ¿se siente más cerca de Julio Cortázar o de María Moliner?

–En realidad, parte de uno para ir al otro. 'Verbolario' no inventa palabras, sino que parte del conocimiento previo que el lector tiene de cada uno de esos significados, para poder subvertirlos. Cuando tratas de acceder al significado oculto o secreto de las cosas descubres que casi siempre es el opuesto, que al fin y al cabo, es la ironía. Tratas de generar cortocircuitos para que el programa cerebral no funcione durante unos segundos y obligue a dar una vuelta a la manzana.

–Si conducir, en inglés, es dirigir, ¿hay un Cortés que conduce por un camino más recto detrás de la cámara?

–No, nada es recto para empezar. En cuanto ganas altura, ves que todo es un zigzag. La dirección es más compleja en términos logísticos porque es mucho más cara y por tanto, más improbable. Escribir no es más sencillo, las cosas no son más fáciles o difíciles sino que se hacen mejor o peor, pero sí tiene menos obstáculos logísticos, lo cual no es necesariamente una bendición. Seguramente, la mayor parte de los libros que existen, sobran.

irene medina

–El lenguaje cinematográfico y el de la literatura difieren. ¿En cuál se siente más cómodo?

–En ambos. Sería incapaz de elegir. Me siento plenamente ambas cosas. En términos cronológicos fue antes escritor que cineasta, aunque solo sea porque uno tiene acceso antes a una libreta que a una cámara. Pero son lenguajes totalmente distintos. Los practico ambos pero con presupuestos muy diferentes, con gorras muy distintas y sobre todo, no los confundo.

- Usted que parece tan descreído, celebra este libro por su edición casi como trofeo. ¿Es fetichista?

- Es curioso; como consumidor no soy bibliófilo, me interesa el contenido de los libros, no tanto las ediciones. No me interesa tanto si es una primera edición, una enorme rareza o lo compré ayer. A la vez, cuando abordo algo, afino al máximo el sentido del detalle, porque tengo la convicción de que todo importa. Nada es importante pero todo se compone de un montón de nadas. Cuando haces cine o escribes, te dedicas a cuidar aquello que no le importa a nadie, porque sí que tiene un efecto. Para editar 'Verbolario' hacía falta acumular al menos estas 2.500 definiciones y eso lleva tiempo, en este caso siete años. Solo merecía publicarse si era una edición muy cuidada que fuera no solo un acto de amor por la palabra sino del libro como objeto. De ahí esa tapa dura, esa encuadernación holandesa, ese forro de tela para el lomo, con las letras grabadas, ese golpe seco en la portada para que puedas recorrerla no solo con los ojos sino también con las yemas de los dedos, esa doble tinta o esas ilustraciones a modo de grabados decimonónicos puestos al día para la ocasión. Efectivamente se convierte en un pequeño trofeo, un pequeño botín que cuidar y casi acariciar. Me siento muy contento de que haya salido de este modo, porque no era fácil y ha hecho falta la intervención de mucha gente poniendo mucho amor y mucha atención en cada una de las cosas. Es uno de esos libros que ya no se hacen.

«El paisaje infinito no es demasiado fecundo para la creación, con menos opciones el cerebro empieza a funcionar»

creatividad

- Hablando de amor, ¿Le debe más de este 'Verbolario' a Mingote o a Juan Gómez Jurado?

- Se lo debo a mucha gente. Es curioso porque Mingote tiene mucho que ver en su existencia y sin embargo, no lo conocí, pero su obra resuena con un mundo que va más allá de su mirada, con la de 'La Codorniz' antes que él, con Chumi, Azcona, Jardiel, Tono... En una ocasión, su viuda me invitó a su casa y descubrí que en la biblioteca de Mingote había una edición descatalogada del 'Diccionario del Diablo' de Ambrose Bierce, que llevaba tiempo buscando. Ella me lo regaló y empecé a juguetear por puro divertimento con algunas palabras improvisadas. Ahí interviene Juan Gómez Jurado, que al ver el divertimento, se lo pasó al director de ABC y tres semanas después se iniciaba esta sección diaria que nadie planificó, que nadie diseñó y que dura ya más de siete años.

- Y que nos devuelve al inicio de la conversación y de la improvisación que acaba siendo otra cosa

- Así es. Otra forma de definirlo es: aquí no se tira nada.

- Con 'El amor en su lugar fue noticia' en El Mundo Today y con 'Verbolario' en los informativos. ¿La literatura se sigue tomando más en serio que el cine?

- (Ríe) No distingo muy bien uno de otro y esa es la gran virtud de El Mundo Today, que va resultando más verosímil cada año. Si somos honestos, aquí en serio en serio no se toma nadie nada.

- Afortunadamente.

- Afortunadamente.

- ¿Cómo definiría a quien trata de retratar la realidad cambiando el significado de las palabras?

- En una palabra, sería un diletante. Un maleante. Alguien que sobra, en definitiva. Y por otro lado, creo que esa es la verdadera fortaleza de un libro como este, y de tantos, que, por encima de todo, no sirve para nada.

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