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Todos vamos a morir. Pero, ¿qué ocurre cuando esa certeza se convierte en una amenaza inminente? A Raúl Hevia (Oviedo, 1965) le mantuvo durante dos años con el hospital como hábitat constante. Un espacio tan limpio como impersonal, inundado de blanca luz fría, «donde siempre ... hace calor». El artista multidisciplinar fue sumando meses sin poder crear debido a las limitaciones de la enfermedad y se cuestionó sobre aquello que le gustaría ver en ese momento, quizá por última vez. «Un objeto o imagen creados especialmente para mí, algo único. Una pieza para decir adiós». De aquella reflexión surgió 'El encargo'. Una invitación expresa a seis artistas para crear esas piezas, cuyo resultado se puede ver en la Biblioteca Central de Cantabria, hasta el próximo 11 de diciembre.
Hevia creó la paradoja de poner condiciones a los seis creadores seleccionados. Pautas. Filtros que cumplir en su labor de proponer piezas. «Algo que los artistas no hacen». Que llenaran una habitación de alegría, entendida «como una fuerza mayor». Sin color azul, sin esquinas, sin marcos, sin rectángulos «porque ya hay demasiados». Una alegría roja. Algo que no es una mancha, «porque detesto las manchas». En conjunto, algo que se parezca a cada uno con su propio lenguaje. «Un juego» que todos aceptaron a la primera.
Durante los seis meses de desarrollo, Hevia se mantuvo como observador, sin interferir en el proyecto o técnica, tan solo dando respuesta a las normas, que él mismo califica como «abstractas». Procedentes de distintos países, distintas formaciones y estilos, a la propuesta se suman los creadores cuya elección se basa en su trabajo previo, que Hevia conoce muy bien. «No hacen nada que tenga que ver con lo que yo hago, pero me gustan mucho, los tendría en mi casa», señala.
Ricardo Barbeito (Funchal, 1979), vive y trabaja en Lisboa. Su singular técnica es la creación de obras sobre pelo que llama gestos, a partir del desbaste con máquina de afeitar. 'Aquí me tienes' es la pieza creada en esta misión, «un trabajo que reflejase la relación que ambos mantenemos» desde que se conocieron en 2010. «Es una imagen que hace recordar la pintura de Courbet titulada 'L´origine du Monde', a partir de una foto de Hevia.
El santanderino Antonio Díaz Grande (1968) utiliza una colección de lienzos decorativos de mediados del siglo pasado que el propio Hevia le regaló. Partiendo de una de las fobias del comisario, crea 'Detrás del bosque', «un paralelismo con la enfermedad y su proceso médico», cosiendo y suturando una nueva imagen, un collage de lienzo con «una nueva construcción del proceso de esos miedos». La paradoja se da en que, una vez terminado, le gusta más el envés del trabajo, que asemeja cicatrices como un resumen del tratamiento. También de Funchal procede Nuno Henrique, que vive y trabaja en Nueva York y se rindió a la indicación de plasmar 'una alegría roja'. Ese es el color de 'Pulmâo', una obra elaborada con capas de contrachapado que toma la forma de caparazón de un caracol terrestre, vacío, a modo de refugio seguro y vibrante.
En la misma tonalidad se expresa Diego Marchargo (Oviedo, 1990) con 'Homenaje en rojo'. En su pintura, «diferentes formas y figuras comenzaron a posicionarse en el espacio asociándose a momentos felices». Como razona; «los objetos nos unen a otras personas» como una forma de tenerlos cerca. 'Autorretrato rojo brindando' es la aportación de Fernando Martín Godoy (Zaragoza, 1975). Afincado en Londres, reconoce que lo primero que sintió con 'El encargo' fue perplejidad. Decidió ofrecer a Raúl Hevia un brindis «celebrando la vida y la muerte», sonriendo en una especie de ventana hacia la intensidad de la alegría.
Finalmente, el sevillano Manuel Zapata (1991) hizo con 'Verea' una peregrinación fotográfica de 12 kilómetros, «plasmando la idea de unión entre el oferente y el convocante». La selección de imágenes se acompaña con nueve girasoles realizados con cera votiva e impregnados de olor a lavanda.
El planteamiento y resultado de cada obra, así como su base conceptual quedan plasmados en el libro que Rául Hevia ha editado para acompañar la muestra. Una aportación que le convierte en el séptimo participante, además de comisario, y en la que detalla que «este proyecto es un ensayo sobre la interpretación y la confianza, un ensayo sobre los límites entre la idea, la práctica, la relación entre artistas, la investigación creativa y la generosidad».
Las obras habitan el interior de un gran hexágono blanco, pulcro y luminoso, en el que el espectador se adentra. Se miran y comunican entre sí. «Es una metáfora de que en realidad esto no lo entiendo como una exposición colectiva, sino un proyecto colectivo que hacemos entre siete personas», dice Hevia. Se compara con un compositor que elige a los músicos que tocan instrumentos diferentes para interpretar la partitura «y entre los siete hacemos la música». Y ¿a qué suena? «A cada uno de una forma«. La muestra está acompañada de un libro diseñado por Hevia que también refleja ese concepto de interioridad. Un ensayo sobre el fracaso, «donde la que fracasa es la enfermedad».
La experiencia catártica de enfrentarse a la muerte hace que la perspectiva sobre el arte «cambie bastante». Hevia bifurca un concepto con doble significado hasta reencontrarlo de nuevo en su propio perfil. Curar, de sanar el cuerpo y la mente para sobrevivir, va muy relacionado con comisariar. «Era muy importante para mí unir esas dos partes, la idea de crear desde la enfermedad, desde esa pausa obligada». Todo termina «porque el curador es curado».
En este peculiar comisariado, la primera duda que tuvo fue si iba a sobrevivir para verlo. La segunda si iba a quedar bien resuelto plásticamente. Llegada la etapa final, con las obras terminadas, reconoce haberse sorprendido «bastante». «Me obligué a no tener ningún preconcepto de lo que iba a encontrar» y sintió que el conjunto «funciona».
La explicación de cada obra queda fuera de ese recinto. «Creo que todas las artes plásticas tienen que explicarse, porque si no, muchas veces malinterpretamos las cosas», máxime en las artes contemporáneas, corriendo el riesgo de que «no nos lleguen como el autor las creó y el espectador tiene que saber de dónde salen».
En este caso, salen de una reinvención vital, en la que la enfermedad «despeja el tiempo y comprime las distancias».
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