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Un espacio de arte son las personas que lo habitan. En el caso de Santander, tras la estela histórica de SUR, la sala de ... Manuel Arce, surgió un proyecto que con el paso del tiempo se convirtió en «un referente para el arte contemporáneo de Cantabria y todo el territorio nacional», como subraya el artista José Luis Serzo: la galería santanderina Siboney, que celebra en este 2025 cuatro décadas de trayectoria. Histórica referencia del galerismo, también en sus diferentes etapas como lugar activista del arte, la sala creada por Juan Riancho y Fernando Zamanillo revive esta temporada sus pasos fundacionales y huellas. En su origen y durante una primera década (después con Riancho en solitario) ambos galeristas impulsaron y fueron partícipes de numerosas actividades e iniciativas esenciales en la vida artística de la comunidad. Recientemente se abría al público una muestra de Arancha Goyeneche, una de las creadoras fieles al espacio santanderino desde los noventa. Y ya en mayo el Centro de Documentación de la Imagen de Santander inaugurará un itinerario fotográfico, testimonial, documental y reflejo de la memoria de la galería y la periferia artística que edificó en el tiempo.
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El 11 de julio de 1985 una exposición de Francisco Leiro (Cambados, 1957) y Antón Lamazares (Lalín, 1954) se convertía en el punto de partida de un proyecto incierto pero con sólidos argumentos. La próxima semana Siboney evocará su muestra inaugural con la presencia de ambos artistas y sus obras. La Biblioteca Central de Cantabria inaugura el jueves, día 10, esta cita con la memoria y el presente, que se extenderá hasta el 30 de mayo. Una selección de creaciones, que recorren varias décadas de la amplia trayectoria de Lamazares y de la última producción de Leiro confluyen en la celebración.
Fuera de sus límites, la galería inauguró también el Palacete del Embarcadero como espacio expositivo. Se presentó en sociedad con una muestra de esculturas de Manolo Raba. Y participó por primera vez en la feria ARCO en 1989. En cifras, 21 participaciones en ARCO, 11 ediciones en ArteLisboa y en otras ferias, y al menos diez festivales, espacios y certámenes nacionales e internacionales. Más de 400 exposiciones en su espacio y colaboraciones con más de doscientos cincuenta artistas.
Aquella primera muestra significó «no sólo el nacimiento de una galería que parecía tomar el relevo de la mítica galería Sur, sino que terminaría siendo también un referente», tal como subraya Serzo, comisario de la muestra. En aquellos años, inaugurar un nuevo espacio de arte en una ciudad de provincias con Lamazares y Leiro -que ya entonces eran dos jóvenes artistas con una meteórica proyección-, supuso «toda una declaración de intenciones en cuanto a la calidad y contundencia de su propuesta». La celebración ahora es triple: «Podemos afirmar la consagración y posicionamiento que han conseguido en el arte de este país tanto la galería santanderina como los artistas gallegos», apunta Serzo. Esta muestra articula, por tanto, un pertinente reencuentro entre las rotundas obras de estos «amigos desde su juventud, que vuelven 40 años después a dialogar con sus obras en esta misma ciudad».
Antes de que finalizase ese 1985, la galería organizó la primera exposición de escultura contemporánea más importante de la generación de artistas surgidos en aquella década de los 80: Juan Ruiz, Daniel Gutiérrez Adán, Miguel Ángel Lázaro y María Jesús Cueto. La exposición se tituló 'Interior/exterior' al plantearse en una sala del Hospital Universitario Valdecilla, en su antiguo vestíbulo general, así como en los jardines del propio centro.
Antón Lamazares es un pintor gallego universal. «Orgulloso aldeano, ciudadano del mundo; 'homo faber' errante, culto, humanista. Poeta telúrico, labrador de pieles y símbolos; trabajador incansable desde/en lo oculto. Obrero del arte: hacedor clarividente del color. Cosmogónico intimista, emboscado artista. Ritualístico encriptado, ideólogo independiente, silencioso. Extrasensorial en resistencia», en palabras del comisario de la cita.
Por su parte, Francisco Leiro es «un gigante entre los escultores del presente. Sus manos son de madera de ipé, con las que ha tallado todo un corpus de obra de una rotundidad absoluta. Sus esculturas urden de forma prodigiosa lo salvaje y brutal con el más sutil detalle y la más fina ironía. Sus enormes figuras parecen converger en un punto de ruptura, misterioso, donde lo arcaico y ancestral se da cita con lo intempestivo». Leiro se mueve con absoluta soltura entre materiales nobles (utilizando la madera como principal soporte, pero también la piedra o el bronce) y otros materiales como las resinas o los industriales. «Sus prolíficas trayectorias se han desarrollado en lo que podríamos llamar un neo-expresionismo muy personal en ambos casos», define Serzo.
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