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Crímenes escabrosos, personajes enfrentados a si mismos, enigmas irresolubles y crítica social para dar lugar a tramas que quitan el aire y hacen imposible soltar el libro. La escritora aragonesa Inés Plana (Barbastro, 1959) presenta su segunda novela, 'Antes mueren los que no aman', editada ... por Espasa. Periodista de profesión y escritora por vocación, Plana regresa con una nueva aventura del teniente Tresser, un guardia civil enfrascado en dos complejos casos que le llevarán al límite: la búsqueda de una menor que ha escapado de una red de prostitución y la de un asesinato fortuito. Tresser es un personaje a medio camino entre Sherlock Holmes, Poirot, Dupin o Marlowe que orbita, entrando y saliendo, en torno a las diferentes tramas que se entrecruzan en el libro. Un ejemplo rotundo de novela negra que da continuidad a la primera obra de la autora, 'Morir no es lo que más duele', aunque ambas pueden leerse de forma independiente.
-Tras su éxito con 'Morir no es lo que más duele', lanza ahora 'Antes mueren los que no aman'. ¿Qué se van a encontrar los lectores en su nuevo libro?
-Para mi la gran diferencia entre ambos libros es que he evolucionado como escritora. He ganado en soltura, en atreverme a utilizar recursos técnicos que ni imaginaba. Y a nivel de historia he sido todavía más ambiciosa que en el primer libro; tiene cuatro tramas interconectadas y en lo que respecta a los personajes también ha crecido mucho. La primera novela era muy negra, muy sórdida. Me siento muy orgullosa de haber dado tanta oscuridad a una novela, porque la realidad tampoco es amable. En esta segunda novela, dentro de toda la oscuridad que tiene, hay puntos de luz que son el amor, la ternura... Los dos libros tienen en común que sigo explorando la maldad desde un punto de vista distinto. Creo que ha habido una evolución propia y que junto conmigo he hecho evolucionar a todos los personajes. Ha sido un gran esfuerzo plantear una novela distinta, que estuviera relacionada con la primera pero que se pudiera leer independientemente.
-El contexto es muy actual: jóvenes desprotegidos, sistemas corruptos, prostitución, la crisis económica...
-La primera novela transcurre en 2007, cuando se empezaban a adivinar los terribles síntomas de la crisis que nos iba a llegar. Esta segunda lo hace en 2009, ya en los años de plomo. Considero que es un tema muy importante en la historia contemporánea de España; creo que habrá un antes y un después de esta crisis que ha generado tanto sufrimiento, dolor y muerte, porque no olvidemos que ha habido muchísimos suicidios por los desahucios o por gente que no consiguió superar el verse de la noche a la mañana sin nada. Es un tema que hay que recordar porque, aunque ahora dicen que la crisis vuelve, yo pienso que nunca se fue, que siempre ha seguido ahí. Una de las cosas que más me asustan es la desmemoria, el que la gente pueda olvidar tan fácilmente algo que pasó y que no aprendamos la lección. Esa crisis es la que planea en todos los personajes durante toda la historia. Casi es un personaje más. Soy periodista, vivo pegada a la realidad y me gusta plasmar las cosas que me preocupan. Y me preocupa la crisis, la violencia de género y la violencia contra las mujeres a través de la prostitución. La novela negra es el género perfecto para la denuncia social.
-¿Cómo se afronta esa mirada constante a la cara más oscura de la sociedad y de las personas?
-Estas historias me dan la oportunidad de mirar con microscopio los lados más oscuros de la condición humana. Porque hay crímenes, hay traiciones, hay deslealtad, hay abyección, hay maldad... Aunque suene atroz yo me siento muy cómoda narrando historias donde lo de menos es el crimen y lo de más son los personajes, esas historias que viven y que les sobrepasan. En este género me atrae que los personajes están al límite, que traspasan las líneas rojas y que les pasan cosas que nos podrían pasar a cualquiera. En mi novela haya criminales, gente realmente psicópata, pero el resto de personajes son ciudadanos normales y corrientes a los que les ocurren cosas que les sobrepasan y que les obligan a tomar decisiones que les pueden situar a un lado o a otro de la ley.
-El desarrollo de los personajes es uno de los aspectos más delicados por su número y su carga psicológica. ¿Cómo enfoca esta labor?
-Es complejo hablar de la complejidad de un personaje, y crearlos también lo es. Me gusta que cada personaje sea protagonista de su historia y dotarles de una complejidad psicológica; eso me asegura que me alejo del arquetipo y me deja disfrutar enormemente de lo que es el gran trabajo de mi manera de concebir la novela, que es el de los personajes. Me gusta enfrentarlos a muchas contradicciones, me gusta romperles cuando están muy felices y muy contentos con sus vidas, como hice con el teniente Tresser en 'Morir no es lo que más duele'. Esa complejidad emocional y psicológica de los personajes es para mi la parte más gratificante y ardua, de la misma manera que las tramas complejas dan trabajo añadido porque lo que pretendo es narrar esa complejidad con sencillez. Eso es muy difícil y es una de mis principales labores al escribir las novelas. Es un proceso tan divertido, tan gozoso, tan gratificante y tan vampírico que lo afronto feliz y lo disfruto mucho. Espero poder transmitir a los lectores ese disfrute.
-Dado el argumento, la labor de documentación debe haber sido compleja. ¿Sobre qué ha tenido que formarse y cómo ha afrontado este proceso?
-Tengo la suerte de tener a un sargento de la Guardia Civil, Germán, que me asesora en todos los procedimientos del cuerpo, así que ese aspecto lo tengo cubierto. En el tema de la prostitución y de la trata de mujeres, la compra venta de mujeres, que es terrible, me he documentado hasta un punto, porque hay temas en los que si te documentas demasiado te influyen tanto que te apartan de la novela. Desde mi punto de vista es mejor documentarte lo justo para después poder fabular y a partir de ahí hacer tuya la historia y la novela. Si empiezo a leer casos de menores prostituidas lo primero es que se me parte el alma y luego me impresionarán tanto que no podré evitar personalizar o singularizar. Después, si hablo de escenarios claro que me documento, pero como a la mayoría de ellos ya he viajado y he estado allí tiro de mi propia experiencia. En periodismo me documentaba mucho pero en este caso, como tampoco es una novela histórica, tengo que documentarme lo suficiente para hacer creíble la trama y no hacer el ridículo como periodista.
-Cantabria vuelve a ser protagonista en su obra...
-Cantabria para mí es muy importante; tengo unos amigos íntimos aquí, llevo muchos años viniendo a Castanedo y sentimentalmente tiene mucha importancia para mi. En mi primera novela ya salía Cantabria, concretamente Galizano, y esta vez salen Santander y Reinosa. También aparece la montaña palentina, con un pequeño pueblo de 100 habitantes situado cerca de Reinosa en el que también suceden cosas importantes.
-¿Cuándo y cómo decidió apostar por su faceta como escritora?
-Yo quería escribir desde pequeña. Y he escrito mucho, he ensayado principios de novelas, relatos y cuentos... Por eso también estudié periodismo, para estar cerca de la escritura. Después de muchos ensayos al final encontré una historia que tenía más calidad que las que había planteado anteriormente y me enamoré de ella y del teniente Tresser. Ahí empecé a escribir la historia y tardé cinco años porque mi trabajo era enormemente absorbente. Cuando la terminé pensé la mandé a cuatro editoriales y a los dos meses me contestaron de Espasa diciéndome que se la quedaban. Cuando una editorial tan importante tarda tan poco en aceptarte y te publica... es algo sencillamente impresionante.
-¿Por qué es importante la literatura y la lectura? ¿Qué cree que aporta a las personas?
-La experiencia de la lectura para mi es una de las más enriquecedoras que existen, si no la más. Porque nos adentra en mundos que no conocemos, en universos que vamos a ir descubriendo, nos adentra en la condición humana, nos aporta conocimiento, nos forja el criterio, permite evadir la mente y sobre todo que nos hace mejores. Hay una diferencia enorme entre una persona que no ha leído un libro en su vida y la persona que lee. La que lee puede estar blindada contra todos los intentos de adoctrinamiento, de manipulación, se hace más fuerte, se puede enfrentar mucho mejor a las circunstancias porque ha leído muchos universos y muchos mundos donde los personajes han podido tener experiencias que a él le han servido... Luego, además, al leer adquieres mucho más léxico y te permite forjar ese criterio que de otra forma, como la televisión por ejemplo, no puedes forjar. Es la lectura la que te hace ser una persona no manipulable, una persona que sabe disfrutar y que puede estar horas con un libro y se mete en ese mundo y se evade de todo. La lectura debe ser muy buena para el ser humano cuando no se fomenta tanto como pensamos y como se debería. Hay países en los que está mal visto leer, así que debe ser algo que hace daño para que no lo fomenten tanto. En los más pequeños y en los institutos se debería fomentar desde el principio el hábito a la lectura, no el leer para aprobar, sino el hábito de leer y de disfrutar. Otra cosa muy importante es que la lectura conecta a las personas, a personas que a lo mejor no se conocían pero que están unidas por un libro. Creo que la lectura es de las pocas cosas que no tienen nada malo.
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