Más simpática que empática

Chirrían muchas cosas en la historia de 'Llegó a mí', con atmósfera de cine indie, referentes como el de los noventa de Hal Hartley y Egoyan, pero sin encanto ni ese magma enigmático que adquiría el conocimiento del otro en las películas de ambos directores. La actriz de 'A propósito de de Henry' y directora de 'El plan de Maggie' y 'La vida privada de Pippa Lee', Rebecca Miller, firma un crispado e irregular mosaico que nunca logra casar sus perfiles, siluetas y entrañas. La hija del escritor trata de agitar la comedia desconstruida en busca de matices y vueltas de tuerca mas simpáticas que empáticas, pero muy lejos de esas extravagancias coherentes que reflejan lo absurdo tras lo convencional, o la libertad abriéndose paso entre los estereotipos.

Lo más funcional y benigno que puede decirse de esta cinta protagonizada por Anne Hathaway, Peter Dinklage y Marisa Tomei es que resulta fallida y que su reparto es lo más atractivo de ella, aunque los intérpretes vayan cada uno por su cuenta en un intento de otorgar cargas diferenciales a sus personajes que en común carecen de fricción alguna. Aún así cabe destacar los encuentros entre el compositor que encarna Dinklage y la patrona de remolcadora la que da vida Tomei.

Y Miller, mientras, a lo suyo: «El amor tiene el poder de transformar a la gente, de cambiar nuestras vidas de trayectoria». Aunque tal convencimiento no tenga su reflejo en pantalla. Ni la fibra neurótica, a lo Woody Allen, ni lo azarosos entrelazado de los personajes en la ciudad muestran su vitalidad narrativa en 'Llegó a mí', cuya mirada romántica, desde la rareza y la incomodidad a la sensibilidad de lo afectivo, llevado al extremo, no termina de cuajar. Miller parece buscar un hueco entre Sarah Polley e Isabel Coixet. Ese extrañarse de amar o amar en la extrañeza cuya ecuación no encuentra aquí la correspondiente fórmula. El camino que trata de abrir en el dilema moral, en la ambigüedad, en lo ingenioso incluso, acaba por ser engullido por lo convencional y ordinario.