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Una de las cosas que inspiró «mucho» a Sofía Crespo de la Neocueva de Altamira fue el concepto del relieve. «Cómo era usado para dar tridimensionalidad a las especies dibujadas». La misma que la artista ha aplicado a 'Perpetual Present', la obra con la que ... participa en PHotoEspaña 2024 y que puede verse en las instalaciones del Museo Nacional y Centro de Investigación.
Crespo ha trabajado por primera vez con la cerámica para plasmar un universo de seres vivos inspirados en los trazos que nuestros antecesores dejaron en la cavidad de Santillana del Mar. La relación entre el paso del tiempo y la evolución de la tecnología. «También la que tenemos hoy para interpretar lo que sucedió en el pasado, a medida que nos alejamos temporalmente de cuando las cuevas fueron pintadas», explica. Un acercamiento y alejamiento conceptual.
Crespo, mitad del dúo creativo Entangled Others junto a Feileacan Kirkbride McCormick, trabaja con imágenes de la naturaleza, para dejar un rastro artístico de los ecosistemas con una interpretación del momento. «Me di cuenta de que no estaba tan alejada de lo que hicieron en la cueva», señala.
Así, realiza una lectura de elementos vivos, mezclados con otros tecnológicos que se contraponen. Una elección consciente. Pero, «trabajar con estas herramientas no es solo apretar un botón y esperar que todo quede hecho», especifica. «Hay muchísimo trabajo manual de limpiar las bases de datos, entender cómo el algoritmo está siendo entrenado, extraer los patrones y darle forma a todo. No podría haber sucedido si uno lo tuviera todo automatizado».
Crespo expresa una visión contrapuesta sobre el papel y la evolución de los elementos que poco a poco se normalizan. «Mi perspectiva se sitúa en el medio; no creo que las tecnologías vengan a destruirnos, pero tampoco a salvarnos». Como artista, considera importante ser crítico «si sientes que debes serlo».
Parte del proyecto que expone en Cantabria viene de esa acción de señalar algo que, como la Inteligencia Artificial, necesita datos, «pero si no los tenemos, nunca podremos obtener modelos que representen el mundo natural». Aspira a contribuir a mejorar e intentar pensar qué significan esos datos, «que no haya especies subrepresentadas, dado que todo tiene implicaciones psicológicas. Y lo explica: «Vemos un oso panda, nos parece tierno y lo queremos salvar, sin embargo, un montón de musgo nos parece insignificante, pero todo está conectado y es parte de un ciclo natural. Merece ser representado porque existe como especie y las tecnologías tienen que reflejarlo».
Artísticamente, adentrarse en un legado de la dimensión de las pinturas de Altamira fue «un desafío bastante grande porque uno siempre quiere respetar el trabajo, más si, como en este caso, tiene tanta historia, tantos años de antigüedad». Durante seis meses, su ecosistema ha sido el de los ocres, rojos y pistas de un pasado remoto, del que ha hecho su personal interpretación, creando en Lisboa, donde tiene su centro de trabajo, y llevándolo a la materialidad en Lyon. «En cierta forma, es difícil agarrar las herramientas actuales y hacer algo que les haga justicia a esos trabajos, que ya son increíbles por sí mismos». Un proyecto realizado desde la humildad; «Yo soy solamente una persona en una parte del tiempo, que es mucho más grande de lo que puedo abarcar». El resultado se podrá visitar hasta el 17 de noviembre.
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