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Puesto que Santander ha llegado a concentrar un tercio de la población de Cantabria y ser la capital oficial de la comunidad autónoma, es natural que muchos acontecimientos destacados de la ciudad muestren relevancia para el devenir del conjunto de la región. Así, algunos 'episodios regionales' tienen a Santander como protagonista. Uno de ellos fue el gran salto que dio al recibir en 1187 el fuero, concedido por Alfonso VIII, 'rey de Castilla y de Toledo', y su esposa Leonor Plantagenet, hermana de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra. A Ricardo, que ya tenía 30 años, le faltaban dos para suceder en el trono a su padre, el rey Enrique II. Juan contaba 21 años y muchas ambiciones, que acabó desarrollando para felicidad de novelistas y constitucionalistas.
Alfonso tenía un árbol genealógico mareante. Hijo del rey Sancho III de Castilla y Blanca Garcés de Pamplona, era nieto por un lado de Alfonso VII de León y Berenguela de Barcelona, y por el otro del rey García Ramírez de Pamplona y de Margarita de l'Aigle. Entre sus bisabuelos figuraba la reina Urraca I de León y Castilla, así como el conde Ramón Berenguer III. En la línea de tatarabuelos destacan dos nombres que la leyenda enfrentó: el rey Alfonso VI y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. Así pues, un tataranieto del Cid fue quien otorgó a la localidad de San Emeterio y San Celedonio el fuero como villa, firmado en Burgos a primeros de julio y refrendado por numerosos prelados, con el arzobispo toledano a la cabeza, y cargos de la Corte.
El fuero establecía libertad, protección e igualdad jurídica y económica dentro del término asignado, que quedaba bajo la autoridad del abad de la colegiata. Cualquier disputa insuperable habría de decidirse en Sahagún (que era villa de abadengo). El documento, como era típico, suponía una mezcla de derecho civil, penal, mercantil y administrativo. Refleja lo que preocupaba entonces cotidianamente: la violencia intracomunitaria, homicidios y robos incluidos; disponer en propiedad de viviendas y tierras; y una libertad en el movimiento de mercancías por tierra o por mar; asimismo, no tener que prestar auxilio militar al rey más que en caso muy necesario. Se entendía que esta norma protegía a los vecinos de la villa de los abusos de la aristocracia.
En todas partes donde esta política se puso en marcha (y realmente fue un mecanismo fundamental de la Reconquista), villas y/o puertos tendieron a prosperar. Comercio libre e impuestos bajos permiten la acumulación de capital y algunos círculos virtuosos del emprendimiento y el conocimiento. El fuero santanderino formaba parte de una política más amplia. Se ha venido considerando (aunque hay debate entre los medievalistas, pues el documento más antiguo data de 1202 y las referencias a años anteriores a este, que vienen de eruditos más modernos, necesitarían documentarse mejor) que el primer fuero castellano en la costa cántabra se concedió a Castro-Urdiales, tomando el modelo de Logroño y al parecer para afianzar la frontera de Castilla ante Navarra, cuyo dominio se extendía entonces hasta Ontón. Más tarde, en 1200, Laredo recibe desde Belorado el fuero castreño. Ahora ya los territorios vizcaínos y guipuzcoanos eran castellanos, no navarros. Se trata claramente de impulsar una política exterior castellana de cara a la fachada atlántica.
Además, en 1210 Alfonso firma en Segovia el fuero de San Vicente de la Barquera, siguiendo el modelo del de San Sebastián. De este modo, se forman en un periodo de tres décadas las cuatro villas de la costa, que acabarían definiendo el territorio durante muchos años, y estarían en una relación muy especial tanto con una meseta cristiana que se expandía inexorable hacia el sur (Alfonso VIII es el rey de Las Navas de Tolosa), como con los mercados controlados por la dinastía angevina: toda la mitad occidental de Francia, Inglaterra. La ciudad de Burgos ocupará una posición preeminente en ese espacio de intercambios. También recibió fuero, en 1209, Santillana del Mar.
Así pues, la emergencia de la estructura de lo que sería el distrito de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar es un acontecimiento que arraiga entre finales del XII y principios del XIII. Será aprovechado, sobre todo, por Santander y Laredo. Jugaban ahí sus mejores comunicaciones, pero también sus bahías y ensenadas. Si Santander se acaba imponiendo en durante el siglo XVIII, es porque su bahía es algo más práctica, con el interés militar de las fábricas fundidoras del Miera y el astillero de Guarnizo, y más versátil en lo foramontano, con la posibilidad de conectar hacia Burgos o hacia Valladolid.
Vemos, pues, la política local de la Cantabria entonces inserta en el doble movimiento ibérico y europeo de Alfonso, cuyo canciller fue el arzobispo toledano y uno de los primeros grandes historiadores medievales Rodrigo Jiménez de Rada. La reina Plantagenet llenó la corte de trovadores y de impulso cultural. Entonces se creó el 'estudio general de Palencia', primera universidad de la historia española. Si en algún momento se empieza a percibir que Castilla, además de ardor guerrero, tiene cualidades para las artes y ciencias, fue en el reinado del octavo Alfonso en consorcio con una princesa inglesa de mucha sangre francesa (su madre era Leonor de Aquitania; la familia de su padre procedía de Anjou y Normandía). Justo entonces, las necesidades estratégicas de una meseta expansiva generan las villas litorales que sirvan a esos designios de dimensión europea.
Aún vivo Enrique II de Inglaterra, su suegro, y en buenos términos con el rey de Aragón, Alfonso el firmante del fuero poseía una visión estratégica de lo que podía funcionar en toda la Europa atlántica. Su presión brutal sobre León, Navarra y los estados islámicos ibéricos miraba a una unificación en un espacio que pudiera jugar en la liga de los Plantagenet y la casa de Borgoña. Y en ese momento de ambición, emerge el potencial, para ese proyecto, de los puertos cántabros que ya en época romana merecían la construcción de calzadas foramontanas. Dos espacios en reconfiguración, la península ibérica y la fachada atlántica de Europa, determinan la base litoral de lo que, andando el tiempo, será corregimiento, provincia y finalmente, región.
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