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De un Almirante a otro
Episodios regionales

De un Almirante a otro

El ataque de la flota cantábrica dirigida por el burgalés Bonifaz a la Sevilla musulmana marcó un hito de historia a la vez regional, hispánica y global

Viernes, 7 de marzo 2025, 07:35

Se cree que el burgalés Ramón Bonifaz y Camargo fue, a mediados del siglo XIII, el primer almirante de la marina real de Castilla, en virtud de su decisiva intervención, al frente de una flota cantábrica de naos y galeras, en la conquista de Sevilla por Fernando III (aunque el Almirantazgo como tal lo creó después Alfonso X). Y sabemos que Cristóbal Colón fue nombrado por los Reyes Católicos en 1492, en las capitulaciones de Santa Fe, «Almirante de la Mar Océana» y todas las tierras que descubriese. En esa gesta contó con la nao «Santa María», del montañés Juan de la Cosa. En dos siglos y medio, Castilla había pasado, de incipiente poder naval en la costa occidental de Europa, a potencia conquistadora de civilizaciones de ultramar.

En esa gran transformación en sentido marinero, de honda consecuencia para la formación de España y, en verdad, del mundo moderno, los cántabros de entonces, que normalmente eran llamados montañeses o gentes de Asturias de Santillana, desempeñaron un papel no pequeño, que su vez reconfiguró el carácter del territorio y muchas de sus actividades económicas. El episodio del Guadalquivir (dos naves de Bonifaz se lanzaron contra el puente de barcas que, sujetas por una cadena, unía la fortaleza de Triana en la margen derecha con la Torre del Oro en la izquierda, asegurando los suministros a Sevilla: la nave que remontaba por la orilla de la ciudad falló, pero la del lado de Triana logró romper la barrera, y ello facilitó el cerco total a la ciudad) se recoge en el escudo de Cantabria, y los de Santander, Laredo, Santoña y Avilés. Es, por tanto, episodio colectivamente muy significativo.

Los 500 montañeses que perecen en Trafalgar en 1805 cierran un ciclo de medio milenio de poder naval que también cambió el curso de Cantabria.

Otro hilo de la figura de Bonifaz es la ciudad de Burgos, de la que él fue alcalde. Si Brañosera recibe fuero en 824 y Amaya es repoblada en 860 (al tiempo que León), Burgos es fundada por Diego Porcelos en 884.

Su estratégica posición en todas las rutas norte-sur y este-oeste origina la afluencia de gentes y el crecimiento del núcleo urbano. En 1074 Burgos asume la antigua sede episcopal de Oca e inicia la construcción de una catedral románica.

Se convierte en capital comercial, por el Camino de Santiago y los intercambios con Europa y resto de península a través de los puertos del Cantábrico.

Bonifaz, a quien se supone origen franco, es uno de los vástagos de las familias de mercaderes llegados de Francia para atender el gasto de quienes más se benefician del cobro cristiano de impuestos («parias») a las taifas musulmanas. Esos mercaderes pronto realizarán lucrativos negocios, enviando materias primas de Castilla (la lana acabará siendo fundamental) a Francia, Flandes e Inglaterra, e importando manufacturas (textiles, sobre todo). Lograrán en 1494 un Consulado del Mar mediante el que controlarán la vida comercial de la marina montañesa durante trescientos años.

Precisamente son hitos esenciales de la Cantabria contemporánea sus separaciones multidimensionales de Burgos: de su camino al mar con el de Reinosa-Alar de 1753 y posteriores, incluido el Canal de Castilla; de su obispado en 1755; de su consulado en 1786; de su autoridad económica con la provincia marítima de 1801 (neutralizada por los burgaleses en 1803, pero restaurada en 1816 por Fernando VII); de su autoridad política en 1833 con la Diputación Provincial; de su autoridad judicial (la Audiencia Territorial) con la autonomía de 1981. Si esta progresiva separación ha resultado esencial, no ha podido, sin embargo, suprimir el valor de Burgos en el mapa, interesante hogaño como antaño. El fracaso del ferrocarril Santander-Mediterráneo en el siglo XX; la incuria en las obras de la autovía Aguilar-Burgos; la frustración de la autopista Dos Mares; la inexistencia de pasillo ferroviario Aguilar-Burgos: todo ello, al mantener una insuficiente operativa con Burgos, pesa sobre la economía de Cantabria, mientras beneficia a quienes sí tienen esa fluidez: valles de Ebro y Duero, Bilbao-Vitoria, Norte de Madrid.

Bonifaz malamente pudo hacerse a la mar en Burgos. Su afición hubo de venirle de su práctica entusiasta y reiterada en la navegación cantábrica, como hijo de una familia de mercaderes habituados al tráfico marítimo y sus peligros, en unas villas que desde Alfonso VIII, con sus fueros, no hicieron sino prosperar y dar a Castilla una capacidad que se necesitaría cuando la lucha mesetaria dejara paso al control estratégico de una magna península, con mucha longitud de costa. La conquista de Andalucía abrió espacio para nuevos favores reales.

Sin una juventud marinera cántabra, la figura del almirante burgalés resultaría apenas entendible. El combate de Bonifaz con la flota mora que quiso detenerlo en la desembocadura del Guadalquivir sigue en algunos años a la participación de Roy de Santander con sus naves en el asedio del príncipe Alfonso a Cartagena, que culmina la conquista de Murcia.

Parece que una parte de la flota de ataque a Sevilla en 1247-1248 estuvo en las playas de Santander, o incluso se construyó aquí. El rey Fernando premió a Bonifaz con numerosas propiedades en Sevilla y alrededores (los moros sevillanos salvaron la vida, pero no la hacienda). Es Alfonso X, no obstante, quien establecerá una marina permanente y la aventuraría en una prematura cruzada en el norte de África (en asociación con el rey noruego Haakón IV). El papel cántabro en esta nueva dimensión naval da lugar a las Atarazanas de Santander e influye en su desarrollo urbano.

La conquista de Sevilla marcó, pues, el despegue definitivo de Castilla como reino cristiano hegemónico y de Cantabria como parte del recurso norteño del ahora imprescindible poder naval de la corona.

Medio siglo después de este episodio hispalense, se forma la Hermandad de la Marina de Castilla con Vitoria, o «Hermandad de las Marismas» (extensión de otra hermandad que fue la de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, futuro corregimiento renacentista): signo de emergencia de un poderío que va a perdurar, y que aumentará en la edad moderna con astilleros y fábricas de cañones (que a su vez cambian para siempre, por deforestación, el paisaje).

El ciclo se cierra en 1805 en Trafalgar: ahí perecen quinientos marinos montañeses pugnando contra ingleses ante las costas de Cádiz, cerca de donde medio milenio antes había navegado Bonifaz buscando la boca del viejo Betis.

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