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Las fotografías de los años 30 de Ana María Cagigal describen perfectamente a la mujer que retratan. Con ropa deportiva junto a sus compañeras del equipo de hockey, en traje de baño a los remos de una barca o en la playa acompañada de un libro. En todas ellas sonríe con entusiasmada alegría. Quizá porque tuvo el valor de vivir a contracorriente, cuestión que atribuía a que su padre la había educado para «ser más persona que mujer». Lo que explicaría la naturalidad con la que practicó deportes hasta entonces masculinos, ejerció como periodista y escritora y defendió los derechos de las mujeres. Una biografía atípica para alguien criada en la santanderina calleja de Arna en una familia burguesa con un progenitor educado en Inglaterra y una madre nacida en Cuba. «Seguramente por eso yo no salí tan encogida como el resto de los montañeses», bromeaba sobre esta circunstancia.
Vivió un siglo prácticamente exacto desde su bautismo en la primavera de 1900 hasta su muerte en 2001. Cuando se queda huérfana a los 24 años se refugia en el deporte. «Nadadora intrépida y de certamen; 'yatchwoman' que sabe tripular balandros y llevar con pulso firme la barra del timón de las más rápidas motoras, practicante de todos los deportes en los que va iniciando a las muchachas de Santander», dijo de ella Pick, el poeta José del Río Sainz. En los años 20 protagoniza con éxito el desafío de cruzar a nado la bahía, desde Pedreña hasta la machina, una extravagancia para la época. También fue la primera mujer que metió un gol en el primer partido de hockey femenino –deporte que practicó con asiduidad– que se jugó en Santander, en el campo de Polo de la Magdalena, por inspiración de algunas estudiantes extrajeras que llegaron a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en los primeros veranos de la república.
Aunque la primera referencia sobre Cagigal aparece en la prensa local bajo el epígrafe 'Un vuelo de interesante originalidad' y relata que acompañó al piloto Joaquín Cayón en su avioneta para demostrar los avances de la modernidad. «Cuando estaba arriba volando me di cuenta que las alas estaban amarradas con cuerdas, pero ya no podía volverme atrás», confesó posteriormente.
Después de algunos años dedicada al deporte y la pesca, en un pequeño bote bautizado 'Kaila', decide buscar empleo, agotados los modestos recursos heredados de sus padres. Comienza a escribir poesía –muy alabada por Pick-, participa en la tertulia literaria de Pío Muriedas y empieza a trabajar como periodista en La Voz de Cantabria, desde donde mantuvo sonadas polémicas públicas con Teresa de Huidobro cruzándose artículos y cartas sobre sus dispares opiniones en relación al derecho al voto y la integración social y laboral de las mujeres.
A la vez, entra en la directiva de la sección femenina del Ateneo de Santander que representaba a mujeres de procedencia burguesa y conservadora, frente al Ateneo Popular y la Agrupación Femenina Socialista que ya llevaban ventaja en la reivindicación de los derechos para la mujer. En vísperas de la Guerra Civil pronuncia una conferencia sobre la mujer y anima a las allí presentes a ampliar su cultura «sin buscar el modelo del hombre por la diferencia de sensibilidades».
Paradójicamente Ana María Cagigal por su procedencia acomodada pertenecía a un círculo social conservador, pero tenía una visión propia más innovadora y reivindicativa que defendía la cultura para las clases humildes y derechos para las mujeres. Una tensión especialmente incómoda para ella entre julio del 36 y agosto del 37, periodo en el que llegaron a detenerla junto a una amiga acusadas de hacer señales a un barco alemán desde la playa. El incidente se salva sin consecuencias pero Cagigal se exilia en el sur de Francia a la espera del desenlace de la guerra, cuando pudo regresar sin represalia alguna. Pero el país había cambiado tanto que cuando se presenta con su carné de prensa en el diario Alerta –el periódico 'El Cantábrico' incautado por los falangistas– sufrió una enorme decepción. Ya no estaba bien visto que una mujer trabajase en la redacción. Sus amigos intelectuales estaban muertos, encarcelados o en el exilio. Asfixiada y decepcionada se instaló en Sitges donde se empleó como secretaria de Isabel de Villavicencio, Marquesa de Nágera, con quien convivió hasta su muerte. Allí colaboró con 'La Vanguardia' y 'Solidaridad Nacional', y escribió su primera novela en 1946: 'Leña húmeda', prologada por su pariente el periodista César González Ruano. En sus páginas la escritora se describe a sí misma a través de la protagonista, Alica, en una narración con fuerte poso autobiográfico.Ana María Cagigal atesora una biografía pionera y atrevida: la de una mujer ingeniosa, incisiva y audaz. Retirada ya en la localidad de Sobremazas y lúcida hasta su último aliento exprimió la vida con tal voracidad que publicó su primer libro de poemas a los cien años.
El Ayuntamiento de Santander bautizó una calle con su nombre en Peñacastillo. Es un camino angosto sin salida ni aceras franqueado parcialmente por un muro de piedras. La casa de Sobremazas en la que pasó sus últimos días hoy es un hotel rural donde no hay huella de su ilustre inquilina.
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