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Retrato de Ariana Harwicz, autora argentina afincada en Francia, fotografiada el pasado año durante una promoción. Pep Dalmau
Ariana Harwicz, mentiras indestructibles

Ariana Harwicz, mentiras indestructibles

Una volcánica inmersión en el amor, ese «itinerario fatídico», torbellino y erupción, a través de la voz de una mujer en la que también se escucha la experiencia personal de la autora argentina afincada en Francia

Guillermo Balbona

Santander

Viernes, 10 de mayo 2024, 07:24

«Escribir es una controversia subterránea». Esta contundente definición de la autora bonaerense afincada en Francia puede aplicarse a su propia escritura. Pertenece a su reciente ensayo 'El ruido de una época'. En ese mismo libro Ariana Harwicz apuntaba: «Lo políticamente correcto es la gangrena del arte en este siglo». Y ante su nueva novela, 'Perder el juicio' (Anagrama) esas reflexiones subyacen con claridad como una vuelta de tuerca en la que confluyen la autora, su visión sobre el presente y la concepción de lo que debe ser la literatura: «Cuando escribo acepto todo lo que es, veo todo, estoy dispuesta a todo. No evito ciertos adjetivos, no censuro ciertas torsiones, básicamente porque no soy juez, no estoy en un tribunal correccional. Una novela no es una audiencia judicial. No es una sentencia. Pensar moralmente a los personajes es como si Beethoven hubiera censurado una nota de su sonata por exceso de sensualidad». De lo anterior se deduce que la narradora argentina nunca puede escribir sin incomodar y quizá por ello en su estilo hay una efervescencia que tan pronto es desgarrada como hipnótica, una hipérbole domada y una agitación interna como deseando reinaugurar las palabras. La autora de la 'Trilogía de la pasión' dice que se escribe una novela cuando se está en desacuerdo con el sentido de las palabras, cuando dejar de mentir es imposible.

En 'Perder el juicio' se lee: «No se decide nada a lo largo de una vida, uno va siguiendo con debilidad la propia vida por los caminos que te van indicando, la vas tratando de alcanzar sin firmeza, siempre a unos pasos de caer en un barranco, haciendo autostop en una carretera peligrosa, huyendo de donde había que quedarse, quedándose por error. A lo sumo, se alcanza la vida unos kilómetros como una maratón nocturna al lado de un tren de carga, no se puede pedir mucho más».

Perder el juicio

Perder el juicio
  • Autora: Ariana Harwicz.

  • Editorial: Anagrama. Colección Narrativas hispánicas.

  • Páginas: 136.

  • Precio: 17.90 €

En su incesante y desbordante narración Harwicz se mueve sinuosa, pegadiza y extraña en un acto de locura, a través de resquicios entre luces y sombras donde la voz habla del acto de robar, donde asoman un incendio, un secuestro, una madre y una fuga. Hay mucho de relaciones enfermizas, entre huidas (hacia adelante) y convulsiones familiares. Y desde el propio título (el literal y el metafórico) la escritora argentina discurre entre agitaciones, entre dos estados: el de la emoción volcánica y el de torbellino vital.

Por eso una novela corta, la suya, si eso quiere decir algo, sumerge al lector en una erupción densa de lava. «Todas mis historias surgen del autodesprecio», ha confesado Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977). Y esa sombra parece desmayarse por su novela a través de la opresiva voz femenina.

Una mujer condenada a prisión en Francia por el secuestro de sus hijos mellizos. Más allá de los hechos, Harwicz llega al lector por el lenguaje, por ese sentido hondo y brutal que imprime en las palabras: «Si existe, todo puede existir, toda forma de amor es una violación porque nunca sabemos nada de lo que finalmente quiere el otro». Con el amor en el epicentro, en un tornado de realidad e irrealidad –«amor es un itinerario fatídico, (...). El amor es la indefensión máxima»–su novela es también un reflejo de su divorcio en Francia, donde reside.

Venganza y redención, amor y violencia, el juicio físico y el jurídico, la mujer y la condición de madre, el viaje interior y el exterior, las decisiones personales y las familias, el pasado y la intrahistoria, el racismo y la impostura. Frases demoledoras, críticas sin tregua, confesiones violentas. Todo entre el estallido y la exploración, la fragilidad y la furia. Y en ese magma que va y vuelve, Harwicz empapa sentencias, discursos, ritmo y voz, con una incesante y aguda musicalidad que envuelve, enreda, ata y desata. La palabra dispuesta a todo. Una relación, escribe, supone en ocasiones «hundir lo más posible al otro». «El amor es un estrago doloso».

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