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La bigornia (1)

La bigornia (1)

El escritor Mario Crespo publica un libro de estampas extraordinariamente emotivo, romántico y a ratos muy azoriniano por la minuciosa enumeración de aperos

Álvaro Pombo

Santander

Viernes, 7 de marzo 2025, 07:35

El próximo 13 de marzo se presentará en el Ateneo de Santander el libro de Mario Crespo 'La bigornia. Retablo de un tiempo anterior' (Tres Hermanas, Madrid). Se trata de un hermoso libro de estampas. Utilizo adrede la palabra 'estampa' para designar lo que hoy se denominaría 'micro-relato'. Yo, personalmente, prefiero la palabra 'estampa' por cuanto este libro tiene de visual y gráfico. Y porque recuerda la quizá discutible piedad o emoción religiosa que nos inspiraban en la juventud las estampas de los santos. La palabra 'estampa', por supuesto, se usa en el canto peruano titulado, creo recordar, 'Fina estampa, caballero de fina estampa', de María Dolores Pradera.

'La bigornia' empieza con un título expresivo pero que casi nadie que no sea de Santander o de la provincia de Santander entiende. En las primeras páginas del texto nos dice Mario Crespo lo que la bigornia no es, primero, y, en segundo lugar, la acepción en que él la usa: «No es un yunque alargado, no es la gente pendenciera que en la jerga de la germanía andaba en cuadrilla y venía enfilada haciéndose temer, no es un apellido, ni se refiere al Puerto de Bigornia o Bidurnia en la provincia de Soria…» Ninguna de estas acepciones y tal vez todas ellas: en la otra que se halla en nuestro tuétano lingüístico, «bigornia» no está en ningún diccionario, pero quizá remita a la dureza del yunque, al peligro de los fanfarrones, a la exploración en un ignoto nuevo mundo. Quizá a partir del 'vigor'se recomponga el ánimo y el genio; el tesón para actuar, la entereza para decidir. De lo inclasificable y contundente devino en algo tremendo, insólito, asombroso, memorable. Algo que sucedió y que merece ser contado y que, al contarse, se resume en: «aquello fue la bigornia». (pág. 14).

Hay dos clases de melancolía, una es estética y solemne, otra es ética y golosa

Encontrará el lector una lengua viva de uso todavía en el norte de España, en Cantabria

Para la mayoría de los lectores este libro resultará, como se dice en el subtítulo, un retablo del tiempo anterior a sus vidas. Me refiero a un grupo de lectores que oscile entre los veinte y los ochenta y cinco: «No son grandes historias, pero configuran una manera de estar en el mundo. Recibí precarias noticias de mis antepasados y conviví menos de lo deseable con mis abuelos, nacidos una o dos décadas antes de la guerra civil, miembros de una generación sacrificada, no melindrosa ni manilarga, que sufrió y salió adelante con ingenio y valor. Llegué a tratar a mi bisabuela materna, Rosario Gorrochategui, una mujer nacida en otro siglo: falleció en 1983 a los 88 años. Personas tan mayores, de prodigiosa memoria, transmitían noticias de un mundo ya perdido»… (pág. 14-15).

Todos los lectores coincidirán conmigo en que este es un libro extraordinariamente emotivo, romántico, a ratos muy azoriniano a causa de la minuciosa enumeración de los aperos agrícolas o los instrumentos de carpintería. Encontrarán una lengua viva de uso todavía en el norte de España, en la zona de Cantabria que solíamos llamar La Montaña, y que añade color local a lo relatado. Encontrarán también los lectores una controlada melancolía. La inspiración de Mario Crespo es claramente norteña y, como últimamente el paisaje del norte de España, La Montaña, melancólico.

Hay dos clases de melancolía; una es estética y golosa; y otra es ética y solemne. A esta segunda clase de melancolía me refiero en este artículo. He aquí un ejemplo de la página 5 de 'La bigornia. Retablo de un tiempo anterior': «Hasta hace pocos años podíamos hablar con quienes recordaban la voz de Lorca: le habían oído en vivo en La Magdalena, una noche perdida de agosto» (pág. 18). En este texto hay una noble melancolía que no es resignación y que es supra-estética. Los lectores deben de estar preparados para aceptar la inacabable multiplicidad de datos intrahistóricos. Este término unamuniano es importante para hacer ver la clase de historias y estampas que Mario Crespo cuenta o describe. Se trata de la historia interior, de la historicidad de una provincia española concreta: se trata de Santander y provincia. Pero lo sucedido en la ciudad de Santander, curiosamente, no devora lo que sucedió en los pueblos de la provincia sino que, al contrario, es parte del retablo, su armazón, diríase. E importante parte de todo el conjunto es el narrador, que nos ilustra acerca de lo sucedido como un buen guía, a saber: el guía que no nos empapuza de detalles o se recrea en su propia voz.

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