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A Dámaso Alonso le irritaba especialmente una clase de reseñas, aquellas que cens uraban al autor no haber escrito el libro que el crítico creía que debería haber escrito o que no lo hubiera hecho como, en su opinión, debería haberlo hecho.
Me imagino que a Andrés Trapiello le ocurrirá lo mismo y quizá no debería seguir leyendo. Voy a referirme a lo que se ha hecho con sus diarios en 'Fractal' y luego a lo que se podría haber hecho si la intención era facilitar el ... acceso a su inabarcable 'Salón de pasos perdidos' –veinticuatro volúmenes publicados y doce más ya anunciados y en la pista de salida– a los lectores que aún no lo conocen y no saben por dónde comenzar a hincarle el diente.
La solución que se les ha ocurrido a él y a su equipo de asesoras ha sido preparar un aperitivo de ochocientas páginas, no exactamente una antología, sino un libro nuevo, o mejor tres editados juntos que reorganizan parte del material ya publicado.
Titulo Fractal del salón de pasos perdidos
Autor Andrés Trapiello
Editorial Alianza. Madrid. 2024
Páginas 816
Precio 29,50 €
Veinte frondosos árboles, los veinte primeros tomos del diario, han sido reducidos a tres bonsáis. Dentro de cada uno de ellos, no se respeta la cronología y el autor recorta y reordena con la intención de que cada uno de esos diarios en miniatura tenga la misma estructura que cualquier otro: una cita preliminar, un prólogo, un comienzo el primer día de año, un cierre el último día, pasajes líricos o humorísticos, divagaciones varias. La justificación de ese procedimiento viene dada en el titulo, 'Fractal'. Una estructura fractal es aquella que se repite en diferentes escalas, esto es, que si partimos un objeto que tenga esa estructura en trozos más pequeños cada uno de ellos sigue conservándola.
Andrés Trapiello y su equipo de editoras se han tomado tan al pie de la letra esa definición que han querido que las versiones reducidas de sus diarios tengan también una muestra de lo más insignificante y prescindible. En el 'Libro Tercero' se incluye un pasaje en que el autor, desasosegado, sale de casa y compra un periódico en cuyo suplemento literario se le reseña y no muy a su gusto. ¿Tienen algún interés esas líneas sobre lo que dice no se sabe quién, un tal X, ni cuándo? No lo tenían cuando se publicaron y están más que de más en una selección que pretende atraer nuevos lectores. Los habituales ya están más que acostumbrados a su costumbre de aludir, no siempre para bien, a personas concretas y eludir su nombre sustituyéndolo por iniciales o por las X que ha convertido en marca de la casa. A veces prescinde de ellas y entonces es peor, como cuando censura a un crítico que hable de un libro de un tal Fulano, «que estuvo casado con la princesa», sin mencionar su parentesco. «Como si tal circunstancia no tuviera que ver con la crítica ni con la literatura». No, no tiene que ver. Y los libros de Alonso Guerrero valen lo que valen al margen de la circunstancia de haber estado casado con Letizia Ortiz. No deja en buen lugar al diarista este pasaje. «En su día el hombre confesó que no desaprovecharía esta ocasión para vender sus libros». No hay constancia de ello y todo su comportamiento posterior indica lo contrario.
Los tijeretazos para reducir el árbol a bonsái, aunque parecen fáciles ya que las obras originales están formadas por fragmentos en gran medida independientes, no se han hecho siempre con cuidado. Una entrada de la página 669, comienza así: «Ha empezado uno la suya, Al morir don Quijote. Este sí que será un enlace». Para entender ese abrupto comienzo tenemos que ir al diario del que procede, Apenas sensitivo. En él la entrada anterior habla del «enlace del príncipe y doña Letizia» y termina con estas palabras: «Claro que siempre nos quedará la novela de un futuro Galdós». A esa novela y enlace se alude.
Pero no es este lugar para pormenorizar ese tipo de descosidos. Basta subrayar la extrañeza de que se incluyan, junto a páginas antológicas, otras que los lectores fieles, pero no abducidos por el autor, preferimos olvidar, como cuando presume de haber sacado del contenedor de la basura, al que habían sido arrojados por estudiosos y lectores, a Galdós, Juan Ramón, Azorín, Unamuno o Manuel Machado. O aquellos otros en los que confiesa sin rubor su participación en premios amañados (una forma de corrupción literaria, aunque no sean oficiales).
¿Cómo podría haber sido una introducción eficaz al 'Salón de los pazos perdidos'? Bastaría un volumen de no más de trescientas páginas con una muestra de las muchas y diversas maravillas que el lector se va a encontrar en la obra completa. Habría aforismos, algunos de los cuales ya se repite como proverbial («Si Cervantes viviese, el primer premio Cervantes se lo llevaría Lope de Vega»); piezas maestras de un impiadoso y quevediano humor, como las referidas al encuentro en Chinchilla con Arrabal; descripciones que aúnan costumbrismo y lirismo; estampas de la vida familiar; crónicas tan eficaces como las dedicadas al atentado y a las elecciones de 2004…
En 'Fractal' están muchas de esas páginas, pero hay que armarse de paciencia para llegar a ellas. O quizá los intervalos de tedio (que el lector experimentado se salta, corrigiendo a los editores) nos permiten apreciar más los instantes de emoción y deslumbramiento.
En el prólogo al 'Libro Primero' afirma Andrés Trapiello que no pone los nombres propios «porque no le gusta presumir de amigos ni los diarios que parecen el Gotha». Sn embargo, abunda en los suyos los encuentros con gente importante (en esta selección le invita a comer una ministra del PP, que lo sienta a su derecha, a pesar de que él es el único progresista de la mesa: otros tiempos), y a veces más que el Gotha sus diarios pueden parecer el 'Hola': una vez viaja con Sara Montiel, otra con Raphael, es testigo de la firma de libros con intermedio erótico de un cantante famoso.
Una antología no mastodóntica de los diarios de Trapiello, hecha por alguien independiente, que no se someta a los caprichos del autor (en algún momento le da por poner un asterisco en lugar de la vocal final para evitar el masculino genérico), que sustituya las iniciales por nombres en el caso en que sean necesarios, que feche los fragmentos sería la mejor manera de mostrar a quienes se apartan de él por sus tomas de postura políticas lo que se están perdiendo.
A falta de esa antología, vale cualquiera de sus tomos (mejor, para empezar, los de menos páginas) o incluso este 'Fractal', imprescindible desde luego para los muy cafeteros, para el nutrido y aguerrido club de fans del 'Salón de los pasos perdidos', que es, a pesar de ellos y a ratos incluso de su autor, uno de los más ambiciosos empeños de la literatura española de cualquier tiempo.
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