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«No trabajéis para las amigas», recomienda a las limpiadoras la narradora de este peculiar 'Manual para mujeres de la limpieza'. Y lo argumenta: «Tarde o temprano se molestan contigo porque sabes demasiado de su vida. O dejan de caerte bien, por lo mismo». Por supuesto, no estamos ante un libro práctico o un manual de autoayuda, sino ante una de las colecciones de relatos breves más fascinantes del realismo norteamericano en los últimos dos siglos.
Lúcida y descarada, tan derrotada como tierna, la narrativa de Lucia Berlin (Juneau, Alaska, 1936-Los Ángeles, 2004) supone una mirada a la sociedad de su tiempo, más que desde dentro, desde abajo, que la escritora fue forjando a lo largo de una vida marcada por la desdicha, y que sin embargo lograría sobrevivir a su propia autora, que solo encontró a sus lectores una década después de su muerte. Eso sí, cuando ese encuentro se produjo, provocó una auténtica explosión. Tanta como para lograr que su 'Manual' fuera el gran fenómeno literario de 2015 en Estados Unidos, algo que posteriormente se repetiría por toda Europa. Su éxito serviría para que, además, se rescatase el resto de su obra, y hasta llamó la atención del mismísimo Pedro Almodóvar, que anunció su intención de adaptar al cine varios de los cuentos de la escritora.
Un éxito sorprendente e inesperado, pero no exactamente no buscado, porque el 'Manual' no fue exactamente un libro concebido así por su autora, sino más bien una especie de homenaje, y a la vez un grito de reivindicación. Muy alejada de la primera línea editorial, a largo de su vida había escrito –que se sepa, aunque no descarten que terminen por aparecer nuevos manuscritos– setenta y siete cuentos, que aparecieron en algunas revistas literarias. Varios de ellos los reunió en libros de relatos, y uno de ellos, 'Homesick', ganaría en 1991 el American Book Award. Sin embargo, no logró acceder a los grandes sellos, y sus siguientes títulos aparecieron en sellos independientes y con tiradas ínfimas; del último, título, 'Where I Live Now' (1999), se vendieron menos de mil ejemplares.
Autora Lucia Berlin
Editorial Alfaguara, 2016
Páginas 432
Precio 20,90 euros
En 2015, sin embargo, el escritor Stephen Emerson logró convencer a los editores de Farrar, Straus and Giroux para dar una nueva oportunidad a Berlin, y que acompañase en el catálogo a autores de la talla de Roberto Bolaño, Vargas Llosa, Susan Sontag o Rachel Cusk. Emerson eligió cuarenta y tres relatos y como título escogió el de uno de los cuentos más significativos.
¿Y por qué tan significativo? Pues porque la propia Lucia –se pronuncia 'Lu-sí-a', nos aclarará su amiga Lydia Davis en el prólogo a la edición española– había sido mujer de la limpieza. O, en otras palabras –las de quienes mejor la conocieron, sus hijos–, Berlin «escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco».
Nacida en una familia de clase media, pero que cambiaba constantemente de residencia –vivió un tiempo en Chile, donde aprendió español–, fue una prometedora estudiante que se matriculó en la Universidad de Nuevo México porque allí daba clase uno de sus autores favoritos, Ramón J. Sender.
El futuro pintaba muy prometedor mientras escribía una tesis doctoral sobre la obra de Cervantes, hasta que se enamoró de un muchacho mexicano, para disgusto de su familia. Un cisma que sería el inicio de una vida agitada, con tres matrimonios frustrados, cuatro hijos y una lucha constante contra el alcoholismo, el desamor y la pobreza, en una montaña rusa personal y laboral que solo lograría paliar con un descarnado sentido del humor, que volcaba en un estilo muy cercano al realismo sucio: «No me importa contar cosas horribles si consigo hacerlas divertidas», escribió en el cuento 'Silencio'. Así era ella: culta, parca en ornamentos, certera con los dardos, sencilla en la expresión y ágil en la chanza. Y altamente adictivo, tanto por el fondo como por la forma.
En sus relatos, literatura y biografía se mezclan hasta confundirse, en una descripción del fracaso en todas sus expresiones. Perspicaz e incluso cruel en ocasiones, sus personajes absolutamente reconocibles captan de inmediato la atención; más allá de la transmisión de sabiduría experiencial y de los tintes de autoficción –nunca está si habla la memoria o la fantasía–, en sus historias se alternan humor y desazón, apariencia y realidad, hipocresía y vicios ocultos. En 'Una aventura amorosa' recrea la obsesión por romper las normas sociales; en 'Atracción sexual', nos presenta el otro ángulo de una misma historia: la chica más guapa de una pequeña ciudad cree estar seduciendo a un famoso, cuando la realidad es absolutamente distinta.
En una de las escasas entrevistas que se conservan de ella, cifraba su verdadera ambición literaria: «Me encanta la idea de que una niña entre en una biblioteca un día y descubra uno de mis libros». Al final, se quedaba corta. Desde hace una década, Lucia Berlin es reconocida y celebrada como una figura mayor del realismo norteamericano de finales del siglo XX. La gran dama que le faltaba a ese género de la derrota, que bordea las fronteras de la contracultura y que, sin embargo, convierte a sus autores en escritores de culto, en malditos adorados por las siguientes generaciones.
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