Aprende a mirar
Poesía ·
'Todavía el asombro', de Javier Gilabert, es un canto a la vida vivida con conciencia de no ser solo un testigo afortunado, sino el protagonistaSecciones
Servicios
Destacamos
Poesía ·
'Todavía el asombro', de Javier Gilabert, es un canto a la vida vivida con conciencia de no ser solo un testigo afortunado, sino el protagonistaNo todos los títulos de los libros son tan explícitos como este. 'Todavía el asombro' nos remite, indefectiblemente, a unas consecuencias, las del paso del tiempo, a un devenir que va mermando paulatinamente nuestras facultades y entre ellas está la capacidad para asombrarse, para aprender a observar la realidad con la mirada nueva del que apenas nada ha visto. De esto trata este libro de Javier Gilabert (Granada, 1973), autor de publicación tardía, cuyo primer libro, 'PoeAmario', vio la luz en 2017. Posteriormente ha publicado 'En los estantes' (2019), 'Sonetos para el fin del mundo conocido' (2021) en colaboración con Diego Medina Poveda y 'Bajo el signo del gorrión' (2021) junto a Fernando Jaén. Estamos, pues, ante un libro que supone, a mi modo de ver, un paso adelante en la construcción de una voz poética personal, con vocación de continuidad, sí, pero en decidida búsqueda de esos detalles que signifiquen y aliente su individualidad, un libro largamente fraguado en el tiempo a base de correcciones y revisiones que ha ido madurando al compás de la propia existencia del poeta según afirma Julen A. Carreño en el prólogo: «Un tiempo en el cada composición ha sufrido no ya versiones, sino cambios tales –léase el término en un sentido aristotélico, referido al movimiento―– que se ha hecho merecedora de una narrativa propia, en favor de una coherencia de conjunto».
'Todavía el asombro' está dividido en seis secciones. La primera sección, 'Gramática del asombro' es una especie de poética, un aviso a navegantes que ofrece al lector las pistas por las que discurrirán el resto de los poemas: «El poema es el centro del ... lenguaje», dice el primer verso, y «De asombro al asombro va el poema», dice el último. En medio, como digo, toda una reflexión de carácter metapoético –que se extiende a lo largo del libro, como vemos en estos versos del final: «Escribir es arar, / trazar en el papel / surcos con versos» –―sobre el instante que se ira desgranando en cada página, porque el asombro es una especie de relampagueo, un impacto fugaz en la conciencia alerta y, como dice en un poema de la segunda sección, para percibirlo «no basta con ver: / mirar requiere esfuerzo e intención». Visto así, cualquier suceso cotidiano, cualquier objeto, cualquier elemento natural mil veces repetido «no deja de asombrarme» y al despertar la atención puede alimentar la escritura. Se ha dicho muchas veces, debemos contemplar la realidad como si fuéramos niños, pese a la dificultad que esto entraña, y Javier Gilabert lo expresa de forma admirable: «Sucumbir al asombro en el detalle, / volver a ser el niño / dispuesto a descubrir / lo bello que se esconde / tras las pequeñas cosas». En esta segunda sección se concluye que dicha capacidad de asombro conlleva una manera de vivir más intensa y, por tanto, aplaza de algún modo la muerta.
Autor Javier Gilabert. Premio de poesía Blas de Otero-Ángela Figueroa.
Editorial Ediciones El Gallo de Oro.
Páginas 102
Precio 15 euros
«Has de mirar el mundo con ojos nuevos: // la perspectiva aúna / lo inmensamente bello de lo simple». Estos versos del primer poema de la tercera sección resumen la intención del libro. Los poemas, sin embargo, poseen un tono melancólico cuyo efecto nos remite al Juan Ramón de 'Eternidades' y al Claudio Rodríguez ―–mucho más presente en la siguiente sección–― de 'Don de la ebriedad' cuando se refiere a la claridad del alba y hermana el nacimiento del nuevo día con el nacimiento interior del personaje poemático y en el ocaso el efecto inverso: «Se esconde en el ocaso / la terrible metáfora de la vida y la muerte. / Cae un telón de sombra cada tarde, / esta función diaria que no sabe / si acaso su esplendor será el final». Esa expectación contemplada en soledad, ese milagro cotidiano al que no prestamos atención ninguna y consideramos como algo consustancial a nuestras vidas, si lo observamos con el necesario recogimiento nos provocará innúmeras sorpresas. Cuando las fronteras entre la oscuridad y la luz se van debilitando, somos capaces de percibir sensaciones inusuales porque «en la penumbra surgen los matices / que el hombre atento puede interpretar / o confundir, según la perspectiva: / importa lo accesorio si nos falta» y «La luz […] / convierte en sacramento el acto de mirar». En la penúltima sección, como en un movimiento circular, Gilabert recalca la misma tesis que defendió al principio: «Si el poeta conserva la mirada / del niño que descubre / el mundo de los juegos, / y aprende a reflejarla en las palabras, / tendrá ante sí la esencia del poema» y en la 'Coda' con la que acaba el libro la poética del instante se afianza de manera inequívoca en estos versos: «Lo amargo por llegar ha de escribirse; / tan solo es posesión la vida ahora». 'Todavía el asombro' es un canto a la vida vivida con conciencia de ser no solo testigo afortunado, sino protagonista de una historia, la del propio poeta, tan humilde y tan transcendental como la de cualquiera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.