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Habrá un mañana

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Poesía ·

Arturo Tendero publica un poemario, 'A todo esto', de cercanía, sin índole metapoética, que se prodiga en el diálogo con los otros, en el que toma conciencia de su suerte existencial

Sábado, 9 de diciembre 2023, 07:58

A todo esto', el último título de Arturo Tendero (Albacete, 1961), reafirma las coordenadas poéticas del autor, bien definidas desde sus primeros libros, pero sobre todo desde 'Adelántate a toda despedida', publicado por esta misma editorial en 2005. Estamos ante una poesía de dicción sencilla, de carácter discursivo, aunque respete las peculiaridades rítmicas del verso y aparezca algún poema eminentemente lírico como 'Pleamar', uno de mis preferidos; una poesía que apuesta por la claridad y cuyos temas tienes como referentes los escenarios cotidianos, como la cocina, el dormitorio ―el poema «Sin prisa» es un buen ejemplo: «Adoro estos domingos que despierto / temprano y con proyectos reclamándome / y tú duerme aún»― un aparcamiento o la ciudad en su conjunto, muchas veces evocada en este libro: «Aún no es de día / ni la noche se fue de la ciudad / que es un gris laberinto / de farolas y asfalto. Cruzo calles / como en un videojuego / sin reglas todavía», aunque los temas que provocan la escritura sean intemporales, el paso del tiempo, la presencia del amor, la amistad, etc. Con estos mimbres están escritos los poemas de 'A todo esto' porque, como escribe Antonio Luis Luján Atienza en las palabras prologales, estamos «ante una poesía que habla por sí misma, pero que no habla de sí misma; por el contrario, establece un diálogo continuo con los otros y con lo otro; una poesía de la cercanía, que, como una costumbre, ya apenas sin notarse, nos acompaña en su acallamiento y su fidelidad, en la cotidianidad en la que nos reconocemos».

Efectivamente, no hay en estos poemas algo que viene siendo habitual en mucha de la poesía actual, me refiero a la reflexión de índole metapoética, y sí se prodiga, sin, embargo, en ese diálogo con los otros, especialmente referido en estos poemas a los hijos, ... ya haciendo su propia vida, lejos del hogar familiar ―«Cada vez eres, hijo, más tuyo y menos mío / […] / Adonde vayas sé que llevarás contigo, / tatuado la genética, el afán de bondad, / esa creencia ciega y obstinada / que no cabe entender y sin embargo / nos vamos trasmitiendo / como si fuera sangre azul, / el cetro invisible de nuestro linaje»―, pero también con quienes formaron parte de su vida. El primer poema del libro lo confirma: «A veces no me entiendo con mis muertos», que finaliza con estos versos: «A veces no me entiendo con mis muertos / igual que no me entiendo muchas veces conmigo / pero aquí estamos juntos en este cuerpo todos, / lo mejor que podemos, en quien vive, hacinados».

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