
Una sucesión de evanescencias
Poesía ·
Alejandro Céspedes traza una senda donde confluyen lo poético y lo filosófico, lo ciéntifico, lo íntimo y su mirada implacable.Secciones
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Alejandro Céspedes traza una senda donde confluyen lo poético y lo filosófico, lo ciéntifico, lo íntimo y su mirada implacable.Resulta obvio reconocer que la vida está construida, más que sobre acontecimientos, sobre momentos insignificantes, esos momentos que Marcel Duchamp llamó «infraleves», es decir, «esos frágiles acontecimientos extraídos de la experiencia cotidiana que propician la recuperación del acto contemplativo. Son ciertos fenómenos sutiles que se escapan al ojo […] por su velocidad o por su transparencia», según escribe en la documentada introducción Alejandro Céspedes (Gijón, 1958), autor de 'Los infraleves' y de una copiosa producción poética, desde aquel ya lejano 'La noche y sus consejos' (1985) pasando por 'Las palomas mensajeras no saben volar' (1994) hasta llegar a los publicados en la actual década, entre otros 'La infección de lo humano' en 1921, 'Cazadores de icebergs' (2022) en los que se aprecia un cambio sustantivo en su propuesta estética ―iniciado con 'Topología de una página en blanco' (2011) y con 'Voces en Off' (2016)―, y 'Soy Lola Jericó' (2022), un libro que parece desubicado, pues sustenta unos procedimientos retóricos similares a lo que podríamos definir como su primera etapa, aunque bien mirado, ambas se simultanean, al menos en cuanto a las fechas de publicación respectivas ―no sabemos si de escritura.
Lo que no admite ninguna duda es que Céspedes parece estar saturado de una estética complaciente y busca una formulación lírica liberadora para analizar la ... incertidumbre que crean «lo huidizo y lo dinámico», trata de descubrir nuevos caminos en una senda en la que confluyen con lo poético lo filosófico, lo científico, lo íntimo y lo social y en todos aspectos lo que prima es una implacable mirada interior, una especie de autointerrogatorio que trata de insertar al yo encarnado en la escritura como un fragmento del mundo distópico circundante. Evidentemente, este proceso de reivindicación autorial a través del lenguaje coincide en varios aspectos con las propuestas de Barthes y de Foulcualt, porque solo a través del lenguaje podemos descifrar no solo esos algoritmos que nos constituyen sino «la insignificancia, la levedad, lo evanescente, lo 'infraleve' que pasa inadvertido si no nos detenemos a mirarlo».
Muchas son las definiciones de lo 'infraleve' que se suceden a lo largo del libro, pero el primer poema del libro ofrece un catálogo enumerativo, a la manera borgiana, de algunas de sus cualidades más sobresalientes, como la transparencia, su imperceptibilidad, lo efímero ―«El vaho que se fija en las ventanas, / el surco de la gota que recorre dos mundos empañados», por ejemplo―, un instante previo a lo desconocido, etc. Siguiendo a Duchamp, «Lo 'infraleve' es la contemplación del instante, / es la sutil pisada de unos ojos sobre la transparencia…», quizá también sea ese ámbito en donde la memoria, la imagen y el sentimiento se fusionan, independientemente del lugar o del tiempo en el que se estimula la percepción. De cómo el ser humano administre el conjunto de lo imperceptible y de lo obvio dependerá si prevalece lo superficial o lo 'infraleve' consigue hacerse un hueco: «Este libro se ocupa de esos huecos, / de un tiempo dividido en sus fracciones / futuras y anteriores que están coexistiendo / no en lo que entenderíamos por 'instante `presente', / sino en otro presente de duraciones múltiples / compuesto de fracciones y fracciones».
Autor Alejandro Céspedes
Editorial Liliputienses, 2023.
Páginas 156
Precio 12 euros
33 fracciones ocupan la segunda parte del volumen―, oquedades que nos recuerdan al Eliot de 'Los hombres huecos' (1925), si excluimos del desasosiego que a este le produce el ansia de inmortalidad. Céspedes profundiza en sus versos en la naturaleza fluida de la identidad ―«El 'otro' es un ser cosificado, es un objeto odiable, / es una diana donde entrenar el arco de la lira», escribe en 'Fracción 32'―y resulta conmovedor ver cómo esta se va forjando a través de graves tensiones familiares o de orden sexual que provocan una especie de alienación en la que el hablante, el yo del poema transforma los conflictos biográficos en conflictos lingüísticos: «Vivir en el conflicto sin conflictos. / Morir en las palabras sin palabras, / libres ya del recuerdo y sus efectos, / libres ya del recuerdo y sus afectos». La capacidad para asimilar la crueldad o el daño, lejos de sumir a quien lo padece en un estado de abatimiento o de desarraigo, afianzan su confianza en sí mismo.
El poeta nombra para ser, para no quedar en el anonimato: «Y entonces se da cuenta: / todo aquello que amamos tiene nombre / antes de tener futuro». A pesar del carácter evocador de muchos poemas, lo que intenta es evaluar las circunstancias, hacer un uso poético del desconcierto al mismo tiempo que ensaya una reorientación de la escritura y de las posibilidades de la poesía para reflejar el testimonio de lo real. No podemos eludir tampoco la conexión entre la violencia familiar estratificada que está en el origen de la hostilidad que manifiesta el hablante de estos poemas, sobre todo cuando observamos la situación a través de la lente de un yo infantil o aún joven. Pese a la dureza de algunas descripciones, la franqueza de Alejandro Céspedes encierra en sí misma la respuesta que el lector está buscado. No hay ninguna visión indulgente ni atisbos de domesticación que menoscaben las declaraciones del poeta. No se desdice jamás. Sus intentos por liberarse de la angustia, no obstante, acuden al bálsamo del olvido, porque «¿Qué queda de este mundo de aquello que se olvida?»
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