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El vértigo de la pasión

El vértigo de la pasión

Poesía ·

La santanderina Silvia Prellezo es una de esas poetas que no se conforma con los conceptos trillados

Viernes, 22 de marzo 2024, 15:51

C on paso firme y seguro, sin ninguna prisa, Silvia Prellezo (Santander, 1983), va hilvanando su obra poética, integrada ya por tres libros que consolidan una voz personal, muy perceptible ya desde su primer libro, 'Drama y nitroglicerina' (Septentrión Ediciones, 2016) y ya plenamente asentada en 'Estruendos de fragilidad inducida' (2023), al que precedió 'La intimidad del armisticio' (Libros del Aire, 2018). Ya desde los propios títulos nos damos cuentas de que estamos ante una poeta que no se conforma con los conceptos trillados, todo lo contrario, Silvia Prellezo, en un afán loable por significar con la mayor precisión posible sus sentimientos, retuerce el uso coloquial de las palabras y las coloca en relación con otras con las que, hasta ese momento prodigioso, no mantenían una relación semántica. No es baladí ni infructuosa esta indagación porque induce al lector, después de asimilar el asombro inicial, a preguntarse por lo que encierran los poemas que conforman el libro. Esa es una de las virtudes de la poesía, la de la extrañeza, tanto en su origen, cuando se ponen en marcha los resortes de la creación con objeto de desvelar los enigmas del yo íntimo que se interroga en el poema, como en su destino, cuando, más que certezas, el poema deja abiertas otras incógnitas, porque no es su cometido resolver dudas existenciales, sino mostrarlas, hacerlas visibles y dejarlas libres, al arbitrio del lector, que las interpretará según sus propios criterios vitales.

Decía más arriba que Silvia Prellezo encontró pronto su propio estilo, un estilo que, en lo sustancial, ha variado poco, tal vez porque, cuando publicó su primer libro, ya había detrás muchas horas de trabajo concienzudo tratando de domar a las palabras, pero había también, ... y esto resulta imprescindible, un enorme bagaje de lecturas ―–no solo poéticas–―y de frecuentación de otras disciplinas que coadyuvaron en la formación integral de la poeta. Esta miscelánea es, con toda probabilidad, la que dificulta el encasillamiento crítico de su poesía, extremo este que, lejos de perjudicarla, debería contribuir a su aplauso, más aún si tenemos en cuenta la enorme difusión que tiene la llamada 'parapoesía', ese sucedáneo que mercantiliza la intimidad y recurre a los más manidos tópicos sentimentaloides, que se jacta de carecer de toda pretensión literaria y que, para mayor inri, cuenta con el apoyo estructural de las redes sociales y de las grandes corporaciones editoriales, pero la «poesía es conocimiento como investigación, descubrimiento de zonas cognitivas que desconocíamos, que se desvelan de nuestra lectura, en nuestro aprendizaje, como sinapsis de zonas epistémicas distintas que se ponen en contacto», escribe Juan Carlos Abril, y nada que tiene que ver con esa perversión edulcorada de los sentimientos.

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