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Carmen Bravo Villasante (1918-1994): La escritora que creía en Peter Pan
Cultura cántabra en femenino

Carmen Bravo Villasante (1918-1994): La escritora que creía en Peter Pan

Autora, traductora, investigadora y profesora, estrechamente vinculada a Cantabria, rescató biografías de mujeres independientes y feministas

Olga Agüero

Santander

Viernes, 27 de septiembre 2024, 07:21

«Olvidaré todo esto y me olvidaré de mí misma. No sabré que he sido así, un día de abril, vestida con una falda verde, un jersey negro, un cinturón rojo y sandalias. Con un moño alto y llena de ilusiones y de desfallecimientos». Carmen Bravo Villasante temía que la edad empañase sus recuerdos, así que escribió una temprana autobiografía de madurez, 'Invención a la vida', publicada hace solo unos meses. Treinta años después de la muerte de esta profesora e investigadora, poeta y ensayista, biógrafa y traductora que aportó luz a la oscuridad cultural de la dictadura franquista.

La literatura infantil y juvenil tiene hoy una personalidad propia gracias a la reivindicación que hizo de ella. Fue mujer progresista, educada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, estrechamente vinculada a Cantabria, interesada en modelos culturales femeninos como la escritora Emilia Pardo Bazán.

Bravo Villasante nació en Madrid en 1918 y tuvo en suerte que sus padres quisieron proporcionar la mejor educación a sus dos hijas, Carmen y Juana, matriculándoles en la Alianza Francesa, donde aprendieron francés y literatura. Sus primeras lecturas fueron los 'cuentitos' de Calleja que compraba, por cinco y diez céntimos, en la calle de El Arenal al volver del colegio y que coleccionaba en una caja de metal rojo. En ocasiones especiales, como cumpleaños, le regalaban algún ejemplar ilustrado de la Colección Perla con cuentos de los Hermanos Grim o 'Las mil y una noches'. «La niña que era yo después de leer cogía un lápiz y me ponía a escribir cuentos de hadas, recuerdo que las ruedas del carruaje de la reina de mis hadas eran flores de girasoles», evoca en su autobiografía.

Después llegaron otras lecturas de la editorial Araluce. Así, entre Dickens, Goethe y tragedias griegas mezcladas con tebeos infantiles de personajes que exclamaban 'recórcholis' y 'recarámbano', llegaron Salgari, las sesiones infantiles del cine Royalti para ver Popeye o 'El gordo y el flaco' y la afición a la poesía. Dostoyevski, Galdós, Baroja y Rilke también se cuentan entre sus referencias literarias. Bravo Villasante frecuentó, además, los ambientes literarios del Madrid de la República con su madre, socia del Liceo Femenino donde se reunían las feministas de la época.

De la Alianza Francesa pasó al Instituto Escuela. Allí no había libros, no se memorizaba. Se trataba solo de escuchar a los profesores, visitar museos y hacer deporte. Nada que ver con los rígidos colegios de la época.

Los veraneos familiares les traían a Santander, una tradición que Carmen mantuvo con su propia familia durante toda su vida. El verano del 36, aún estudiante, lo pasó en Alemania, en una colonia donde le sorprendió el golpe de estado que precipitó su regreso a Madrid.

«La posguerra fue muy desagradable y muy fea. Especialmente para los que teníamos unos ideales vitales totalmente diferentes al espíritu de entonces», narró en su autobiografía. Después de la guerra estudia filosofía moderna en la Universidad de Madrid. En 1943 se casa con el perito agrícola Higinio Ruiz Martínez-Conde, Lin. Siendo madre de cuatro hijos –una de ellos, Carmen, nació en Santiurde de Toranzo– presentó la tesis 'La mujer vestida de hombre en el teatro español del Siglo de Oro' dirigida por Dámaso Alonso. A partir de 1955, retoma la escritura tras la publicación cinco años antes de la biografía de Juan Valera. Detrás, verán la luz la vida de Bettina Brentano y la de Emilia Pardó Bazán.

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Optimista, impaciente – «lo quiero todo al momento»–, viajera y sociable. «Me gustan las vidas con ímpetu, pasión y energía», decía. Carmen se debatió durante toda su vida entre el deseo y el deber. Soñaba con escribir como los novelistas rusos: «me gustaba más el hombre que la técnica». Su primer novio – «furibundo falangista», describe ella– le llamaba 'mi pequeña comunista'. Para Dámaso Alonso siempre fue 'la señorita gongorina' porque discutió una interpretación suya de algunas de sus obras.

Comienza a trabajar como profesora en un colegio americano en Madrid, realiza estancias internacionales para investigar en Estados Unidos y Puerto Rico, entre otros destinos. Durante una década impartió el curso de Literatura Infantil y Juvenil Iberoamercana y Extranjera del Instituto de Cultura Hispánica. Traducciones, estudios sobre Galdós o Pushkin, sobre literatura y folclore infantil y biografías derivaron en la concesión del Premio Nacional de Investigación en Literatura Infantil. Viuda desde 1965, tras la muerte de su hijo primogénito ocho años después y la inmediatamente posterior de su padre, se ocupó de la Óptica Villasante. El negocio familiar que gestionó hasta tres años antes de su muerte, sucedida en Madrid en 1994. La Universidad de Castilla-La Mancha custodia los ocho mil títulos de su colección de literatura infantil y juvenil.

Peter Pan fue su cuento preferido y ella siempre se sintió Wendy. «Tanto es así» –escribió– «que siempre he llorado al leer el último capítulo, cuando Wendy se convierte en una persona mayor y no se atreve a encender la luz para que Peter Pan no la vea y siga creyéndose que es una niña».

«Mamá, ¿tú crees que podré volar como Peter Pan?», le preguntó uno de sus hijos. «Pues claro que sí, ya verás, una noche cuando menos te lo esperes saldrás volando», respondió ella.

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