Celebración del cuerpo
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Dos décadas después de su lanzamiento en Estados Unidos, se publica en España a Richard Siken, un poeta que ha sabido tomarle el pulso a las emociones del siglo XXI a través de una sentimentalidad queerSecciones
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Dos décadas después de su lanzamiento en Estados Unidos, se publica en España a Richard Siken, un poeta que ha sabido tomarle el pulso a las emociones del siglo XXI a través de una sentimentalidad queerArrolladora, desbordante, excesiva, quizá sean estos los adjetivos que mejor definen la poesía de Richard Siken (Nueva York, 1967), poeta que se dio a conocer con 'Crush' (2005), con el que obtuvo el Premio Yale Series of Younger Poets de 2004. El libro que comentamos ha sido traducido por Juan Gallego Benot, a quien hay que agradecer el esfuerzo que, sin duda, ha tenido que hacer para trasladar a nuestro idioma el torrente imaginativo de Siken, quien apareció en la escena poética avalado por, nada más y nada menos, Louise Glück, la premio Nobel, de quien extraemos estas palabras del imprescindible Prefacio, al que deberemos volver: «En el mundo de 'Crush', el pánico es sinónimo de la existencia: en sus dilaciones, en su atropellada e inestable sintaxis, en sus listas frenéticas y en sus preguntas, el libro esquiva el tiempo y la pérdida». Si buscamos un correlato metafórico, lo podemos encontrar en el ámbito pugilístico, poque estos poemas no es que te noqueen sino que van dinamitando tu fortaleza a fuerza de golpes certeros, bien colocados en el rostro o en el estómago del lector, como comprobamos en estos versos del poema 'Pequeña bestia': «Nos ponemos las botas con las dos manos / pero no podemos despertarnos a puñetazos como mucho / puedo quedarme en el bordillo y decir «Siento / lo de la sangre en tu boca. Ojalá fuera mía. // No logré que el chico me matara, pero llevé su chaqueta muchísimo tiempo».
Autor: Richard Siken.
Prefacio: Louise Glück.
Prólogo: Lucía Litmajer.
Traducción: Juan Gallego Benot.
Editorial: Ultramarinos.
Páginas: 96.
Precio: 19,99 euros.
El mismo título es lo suficientemente descriptivo: el cuerpo se rompe, se astilla, es triturado por la apisonadora del deseo. El cuerpo es el escenario en el que se representa la crueldad, el pánico que suscita el sentirse diferente desde niño: «Estás en el instituto. ... Sabes estas cosas. / Sabes montar en una bici mugrienta, y sabes hacer / divisiones con decimales, / y sabes que a un chico al que le gusten los chicos es un chico muerto, salvo / que esté calladito, que es / justo lo que no has hecho, / porque eres débil y hueco y ya no importa». La defensa a ultranza de su opción sexual, el amor y el dolor de su pérdida (el primer poema del libro, titulado 'Sherezade', como el personaje de 'Las mil y una noches', habla de cómo esa pérdida te destroza porque «somos inconsolables») están presentes de un modo u otro en toda su poesía y no veladamente, sino que están expuestos con toda su crudeza, sin concesiones a ese sentimentalismo que dicta lo políticamente correcto: «Deseaba llevármelo a casa / y ser bruto con él y meterle mano, y conducir mi cuerpo dentro del suyo / como un coche que simula un accidente». El poder de la comparación no atenúa el aspecto trágico de la escena, pero, a pesar de ello, le confiere cierta humanidad, aunque esta se represente en forma tan negativa. Ese es el gran poder de las palabras y su gran fiasco: «Y palabras, pequeñas palabras, / demasiado pequeñas para la promesa o la esperanza, que poco alivian sin embargo».
Alivian, pero no curan las heridas que todo ser humano arrastra a lo largo de su existencia. Es propio de la condición humana buscar consuelo en el otro, pero cuando ese otro padece la misma dolencia, para sobrevivir es necesario inventarse las propias palabras: «¿Quién soy? Solamente un escritor. Escribo cosas. / Camino por tus sueños e invento el futuro», escribe Silken. Como afirma Glück, sus «poemas destilan una energía febril que proviene de algo en lo que, en el fondo, no confían: incluso cuando el yo poético mantiene sus estrategias, no cree en su propia huida». Y es que no hay en ellos una intención de embellecer la realidad. Los recursos retóricos no pretenden enmascarar lo autobiográfico, sino describirlo de la forma más contundente posible, y en esa descripción se yuxtapone lo bello con lo terrible, la nostalgia con el porvenir, lo apocalíptico con la esperanza de las segundas oportunidades, el caos de las sensaciones contradictorias con el orden emocional. Este torbellino de imágenes, muchas de ellas violentas, acaso para constatar su vulnerabilidad, y procedentes de sueños, busca, a fin de cuentas, la redención por el amor, pero no se trata de un amor con características épicas, ni románticas, por el contrario, Silken reflexiona sobre el amor mundano, un amor en movimiento ―carreteras y automóviles son lugares «propicios para el amor» estos poemas― en el que la pasión sexual tiene una relevancia esencial. Y no está de más recordar aquello de lo que más profundo es la piel, porque si levantamos la alfombra de esa mundanidad, descubriremos un mundo lleno de contrastes, algunos ya vistos más arriba, un mundo en que los sentimientos se sustentan en detalles pequeños que compartimos con todos los seres humanos. Otra cosa distinta es el grado de compromiso que cada individuo esté dispuesto a asumir en este planeta del amor en que el deseo ya no configura la imagen del ser amado. En 'Crush' Richard Siken nos ofrece un número de infinito de posibilidades de lectura sobre los modosa de satisfacer el deseo y de sobrellevar la pérdida, porque, como escribe Lijtmaer, «en estos poemas todo es desgarrado y absoluto y terriblemente real».
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