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Su universo no tiene fisuras y, sin embargo, desde el color, la desbordante imaginación invita a viajar, cruzar, pasear. Su pintura traslada al espectador a otros mundos compartidos en una encrucijada de paletas, relatos e interferencias de trazo y pasión cromática donde el pintor se enreda con la vida, el amor y la esperanza a través del surrealismo y el cubismo. Es Marc Chagall. Uno de esos artistas a lo que siempre conviene volver, revisitar, con afán de exploración, con la mirada abierta a un enésimo redescubrimiento. La emoción, la narración desconocida, la sensación contradictoria pero asumible de cobijo y escapismo. Con Chagall uno puede levitar como muchas de sus criaturas, o fundirse con recuerdos y lugares que nos construyen por dentro y por fuera. Y, sobre todo, uno puede creer en la pintura como uno de los lenguajes esenciales de la indagación humana.
Materia y plástica, ensoñación y ese constante pálpito de un azul que parece pedir ser nombrado de nuevo. Ahora hay otra oportunidad para regresar al centro y las periferias de su creación: una nueva exposición que, de antemano, puede decirse ya que una de las citas más importantes que deparará 2024. 'Un grito de libertad' define la identidad de esta muestra de la Fundación Mapfre coorganizada junto con La Piscine-Musée d'Art et d'Industrie André-Diligent, Roubaix, y el Musée National Marc Chagall, de Niza.
'L'Homme à la tête renversée' [El hombre de la cabeza al revés], una obra hipnótica, extrañamente familiar en su retorcimiento y convulsión, en lo grotesco, saluda esta renovada relectura e incursión en Marc Chagall. Porque la muestra, que acaba de inaugurarse y proseguirá hasta mayo en la sede madrileña de la entidad, en su Sala de Recoletos, supone una puesta de largo neófita al revelar por primera vez la obra del gran artista ruso en el marco del complejo contexto histórico y biográfico que determinó su existencia. Lo que prima es una visión sociopolítica, comprometida con su tiempo. La muestra de modo ilustrativo hace referencia a la fecha de 1933: unos meses después de que Hitler hubiera ascendido al poder, el partido nacionalsocialista quemó, en una ceremonia pública la pintura de Chagall 'El rabino'. «Se hacía real la amenaza al pueblo judío que el artista llevaba años anunciando».
Las dos guerras mundiales, la persecución nacionalsocialista al pueblo judío y el exilio son, sin duda, los acontecimientos que más marcaron al pintor, y su obra se hace eco de la postura que adopta ante tales circunstancias. Impulsado por un fuerte compromiso sociopolítico de cariz humanista, el trabajo de Marc Chagall (1887-1985) se ofrece desde esta nueva perspectiva que muestra su pintura como un conmovedor testimonio de su tiempo; un tiempo cuya convulsión sigue estando presente en el nuestro. En esa interrelación entre el hombre y su vida, el artista y la historia fluye esta muestra.
Marc Chagall atravesó algunos de los acontecimientos más traumáticos de la pasada centuria que le obligaron a experimentar el desarraigo y la migración, condición encarnada por las figuras que pueblan tantas de sus pinturas. Desde su infancia en Rusia, pasando por Francia, Alemania, Palestina y Estados Unidos, hasta su vuelta a Francia después de un exilio de siete años, la exposición que presenta Mapfre traza un recorrido cronológico y temático por su obra tomando en consideración «la postura del artista ante las convulsiones del siglo que le tocó vivir».
En un desafío a los preceptos de sus raíces judías hasídicas, que restringían la representación de imágenes tridimensionales para evitar la tentación de idolatría, Chagall emprendió su carrera de artista muy temprano. Quizá fue esa restricción uno de los motivos por los que su pintura se mantuvo siempre en el terreno de la representación figurativa – a pesar de verse influido durante su estancia parisina por algunos de los movimientos más importantes de las vanguardias históricas como el cubismo, el fovismo o el futurismo–, al tiempo que se inundaba de «elementos mágicos y ensoñaciones fantásticas», que le permitían huir de una realidad difícilmente asimilable.
En datos Del 2 de febrero al 5 de mayo. Fundación Mapfre. Sala Recoletos. (Paseo de Recoletos, 23. Madrid). Comisarias: Meret Meyer y Ambre. Gauthier. Coorganizada por Mapfre. La Piscine-Musée d'Art et d'Industrie AndréDiligent, Roubaix, y el Musée National Marc Chagall, de Niza.
Contenidos 160 obras, más de noventa documentos. Y, por primera vez, una selección de escritos del artista en yidis, su lengua materna.
Marcada por las vicisitudes vitales, su obra se mueve en un mundo entre lo real y lo imaginario, mostrando, sin embargo, el hondo compromiso de su autor con el hombre y sus derechos, con la igualdad y la tolerancia entre los seres. El trabajo de archivo y la investigación abordadas para el proyecto buscan «abrir caminos a una nueva lectura de la obra de Marc Chagall y poner de manifiesto su fe inamovible en la armonía y la paz universal, mediante el establecimiento de miradas y diálogos cruzados con la historia que se estaba escribiendo». El itinerario supera las 160 obras y, como novedad, un conjunto de más de noventa documentos, en su mayoría inéditos, procedentes del Archivo Marc e Ida Chagall. Asimismo, asoma, por primera vez, una selección de los escritos del artista en yidis, su lengua materna, en la que expresaba preferentemente sus compromisos políticos y humanistas.
Tras este acercamiento a Marc Chagall asoman unas claves que sustentan su mirada:
El artista refleja constantemente los acontecimientos políticos y sociales que le tocó vivir; su testimonio pictórico permite abarcar la actualidad del momento y tener una visión de la compleja historia del siglo XX.
Los distintos lugares en los que vivió no borraron, sino que acrecentaron el amor y la nostalgia que sentía por su ciudad natal, Vítebsk.
En 1912, pintó por primera vez un calvario cuyo protagonista era un Jesús judío, y no cristian. El artista identificó el sufrimiento de este Cristo con el de toda su comunidad.
Es habitual, a partir de 1910, encontrar en sus pinturas seres volantes que, en su condición viajera de un lugar a otro sin permanecer en ninguno de forma estable, se relacionan íntimamente con el proceso de desarraigo y exilio que sufrió el artista.
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