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Concha Morell no quería vivir el destino escrito para las mujeres de su época. Consiguió protagonizar una biografía atípica como actriz, escritora y activista. Pero fracasó en su mayor aspiración: no depender de nadie, ya que sobrevivió gracias a la ayuda del escritor Benito Pérez Galdós.
Concepción Morell Nicolau nació en Córdoba en 1864. Su madre María Dolores regresó embarazada de América presuntamente viuda del marido con quien trece años antes había cruzado el Atlántico. Al parecer, no fueron bien recibidas y se trasladaron a Madrid. María Dolores dejó huérfana a Concha con 16 años al cuidado de un hombre, su primer protector, con quien convivió algunos años. Ella ya era una muchacha con cierta educación que conocía algo de francés e italiano y que abandonó a su tutor «para correr en pos del arte escénico y del amor».
En 1891 conoció a Galdós. Acababa de nacer su hija María y estaba ilusionado con los planos de San Quintín, la casa que proyectaba en Santander. El destino de Concha quedó enhebrado al del escritor. Comenzaron una relación sentimental que duró casi una década. Él tenía 48 años y ella 26. Concha era «una hermosa mujer de facciones correctas y delicadas, rubia, fresca, blanca, bien formada, esbelta, elegante, agradable y simpática. En una palabra, una criatura encantadora», describió un amigo. Cuando al escritor le proponen llevar al teatro su novela 'Realidad' le proporciona un papel a Concha en la obra cuyo personaje principal interpreta una joven María Guerrero.
Morell se traslada a un pequeño piso de la madrileña calle Buen Suceso que costea Galdós, completamente entregado a la relación con esta mujer temperamental e impulsiva. Ella le inspiró el personaje de Tristana. «Quiero tener una profesión y no sirvo para nada. No sé hacer más que amar, pero el amor no es un oficio» –le escribe en una carta– «Tengo muchísimo deseo de ver el libro ese que dices que te he inspirado yo. Ven pronto para que lo leamos juntos». También se presume que Galdós la retrató en el personaje principal de 'Electra'. Haciéndola pasar por su sobrina hicieron algunos viajes por el norte de España y visitaron París.
Galdós le ayudó a conseguir algunos papeles de actriz y una gira por Galicia con la Compañía de Antonio Vico que le hizo darse cuenta de que carecía del talento suficiente para triunfar. También se subió a las tablas del Teatro Español con una obra que fue un fracaso. Al poco la despidieron sin que trascendiese la causa.
Tras esta circunstancia, en 1897, Concha toma la decisión de convertirse al judaísmo –religión que pudo profesar su madre– adoptando el nombre de Ruth tras algunos meses de estancia en una sinagoga de Bayona. Pretendieron casarla con un judío. Ella se negó. Solo hubiese querido hacerlo con Galdós, quien le alquila una casa en Monte, en el número 38 del sitio de Resconorio, para estar cerca de ella durante sus largas estancias en Santander. El escritor llegaba a caballo y se quedaba algunos días. Los vecinos le veían escribiendo sobre la mesa de la cocina.
Según Matilde Camus, Concha era diabética y muy aprensiva con las enfermedades. Finalmente sus temores se hicieron realidad y contrajo la tuberculosis. A partir de entonces Galdós no volvió a visitarla –para entonces la relación ya estaba muy deteriorada– aunque durante dos años la siguió enviando cuarenta duros al mes que se le hacían insuficientes. Intentó sin éxito buscar trabajo y finalmente encontró ayuda económica en un amigo del escritor: Augusto González de Linares.
Según el cronista local Benito Madariaga, «fue su temperamento inestable y el ser bastante indiscreta en sus relaciones con el escritor, lo que promovió riñas entre ambos, hasta que el novelista decidió, por temor, apartarla de su vida». Escribió Concha a un amigo: «Aquello se acabó me decía en una carta de principios de enero. Él estaba harto de mí, hacía todo lo posible para que yo lo comprendiese y lo dejara en paz. Yo lo comprendía; pero él era para mí todo en el mundo. Él era para mí el único, le he entregado mi alma y vida. Él me abandona y me desprecia; ¿qué tengo que hacer en este atómico mundo?»
En sus últimos días se implicó con notable energía como activista de ideas feministas y republicanas, empezó a publicar artículos en la prensa local y escribió '¡Plafz! Cuento azul', un relato que firmó como Ruth Morell editado en 1904 por la imprenta La Ideal de Santander. Concha escribió en el periódico 'La Voz Montañesa' –donde Estrañi ejercía como redactor jefe– con algunos pseudónimos como Virgen Roja, Centaura Linarensis o Ruth Morell.
El invierno de 1906 agravó su enfermedad. Su casera, Consuelo Rivera, la cuidó en sus últimos días. Murió en primavera, a los 42 años. Fallecido ya su benefactor González Linares, al entierro en el cementerio de Ciriego solo asistieron cuatro vecinos. Al limpiar la casa aparecieron muchos papeles escritos. La casera escribió a unas señas que tenía de Madrid pero respondieron que no les interesaba. Al poco apareció un hombre con un carro lleno de patatas: «Le doy esta mercancía a cambio de los papeles de la señora que ha fallecido». Alguien se tomó muchas molestias para hacer desaparecer aquellos escritos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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