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Consuelo Berges, voz del periodismo rebelde y comprometido
Cultura cántabra en femenino

Consuelo Berges, voz del periodismo rebelde y comprometido

1899-1988. La escritora y traductora autodidacta, republicana y masona, sobrevivió a dos exilios sin abandonar su credo feminista

Olga Agüero

Santander

Viernes, 10 de noviembre 2023, 07:28

Consuelo Berges fue becaria a los 80 años. En 1983 tuvo que solicitar una ayuda del Ministerio de Cultura para poder sobrevivir haciendo traducciones. La experta en literatura francesa y reputada traductora de Stendal, la escritora y periodista que superó dos dictaduras y dos exilios murió en la miseria. La mujer a la que quisieron hacer invisible, por ser hija de madre soltera, por su espíritu crítico y rebelde, por su afán de regeneración social y por reivindicar el papel de la mujer.

Berges compartió un pensamiento lúcido y vanguardista con otras compañeras de generación cuyas voces si sobrevivieron al olvido como su amiga Clara Campoamor. Su nombre lo reivindica en Cantabria desde hace tres décadas la Asociación Consuelo Berges de Mujeres Separadas y Divorciadas.

Prima de Matilde de la Torre y María Blanchard fue educada en la familia de su padre Manuel Ruiz-Quirós, aunque nunca llevó sus apellidos que el progenitor reservó para su hijo legítimo el pintor Antonio Quirós, hermanastro por tanto de la escritora de Ucieda. En este pueblo pasó su infancia en un ambiente extrañamente liberal para la época, hasta el punto de que la niña nunca fue a misa ni hizo la comunión. Consuelo aprendió a leer con el periódico El Cantábrico, leyó el Quijote a temprana edad y aunque nunca fue a la escuela se tituló en magisterio en Santander con matrícula de honor. El primer día la sentaron en primera fila por ser miope. La profesora preguntó cómo se llamaba la amada de Orfeo. «Eurídice», respondió. «Mis compañeras se lo sabían todo del catecismo y la Historia Sagrada, pero resulta que de mitos yo sabía más que ellas», contó en una entrevista.

Entre 1924 y 1926 publicó numerosos artículos críticos con la educación, los barrios pobres y la actuación municipal en el periódico cántabro La Región, entonces un diario conservador dirigido por Víctor de la Serna, hijo de Concha Espina, quien desveló la identidad del pseudónimo de Iasnia Poliana –toda una referencia a Tolstoi– con el que Consuelo firmaba sus primeros textos que fueron evolucionando desde el conservadurismo hacia un feminismo más reivindicativo, como apunta Raquel Gutiérrez en el ensayo que publicó sobre ella.

Huyendo de la dictadura

«Que la dictadura os sea leve y que a mí no me sea demasiado grave la expatriación», con estas palabras Berges se despidió de sus lectores y embarcó a Perú junto a una pariente huyendo de la dictadura de Primo de Rviera. Dio clases, escribió artículos literarios y sociales para el periódico Las noticias y publicó su primer libro en 1930, un ensayo titulado 'Escalas', una defensa del papel de España en América crítica con el indigenismo del que más tarde reniega. Cinco años más tarde editó su segunda obra, una visión personal de las revueltas mineras asturianas del 34. 'Explicación de octubre', tuvo muchos problemas para distribuirse en España a causa de la censura.

De Arequipa se fue a Argentina «con una máquina Remington como equipaje» –que años después le robaron en Barcelona durante la guerra– «y unas cuantas libras esterlinas de oro». En Buenos Aires colaboró, entre otros, con El Diario Español, un periódico subvencionado por la embajada española que sofocaba como podía las reacciones en España a los artículos críticos de Berges. Allí cultivó la amistad de la poetas Concha Méndez y Alfonsina Storni. Entusiasmada con la llegada de la República regresa a España pasando primero por París donde visita a María Blanchard. Se instaló en Madrid ayudada por Clara Campoamor que le consiguió empleo como bibliotecaria y siguió publicando artículos, algunos de ellos en El Diario Montañés. Recuperó el nombre de Iasnia para iniciarse en la Logia masónica constituida en Madrid, en diciembre de 1931, desde donde defendió la igualdad de derechos.

Murió en 1988 en su piso de Argüelles rodeada de libros y trabajando de becaria para poder comer

Cuando estalló la guerra organizó en Barcelona misiones de alfabetización y escribió para la revista anarquista 'Mujeres libres'. Huyó a Francia y vivió cuatro años en la clandestinidad en París, sin papeles y enseñando español. Hasta que un día, cuando entraron los alemanes, «idiota de mi fui a buscar un bono para unos zapatos con suela de madera». La deportaron a España. «Nos metieron en un vagón de ganado (…) y en la primera estación me bajé y me fui a un vagón de tercera porque yo tenía un billete de pasajero de tercera y no un billete de vaca, y el revisor me dejó», narró. Evitó la cárcel gracias a la influencia de su pariente Luis de la Serna con un precio muy alto: la prohibieron escribir y ejercer el magisterio. Decidió ganarse la vida como traductora de los clásicos franceses y se convirtió en la más prestigiosa del país y en la mayor experta en la obra Stendal. Curiosa circunstancia para alguien que aprendió el francés de forma autodidacta. Fue la primera traductora española que logró que le fueran reconocidos los derechos de traducción.

Murió en 1988 en su piso de Argüelles rodeada de libros. Cinco años después de haber solicitado una beca ministerial para poder comer. Cinco años después de su última entrevista que, con este motivo, le hizo Maruja Torres en El País. No hay fotografías de ese entonces. Consuelo Berges se negó a ser retratada porque hacía seis años que no iba a la peluquería.

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