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Daniel Alegre, el sentimiento de la forma

Daniel Alegre, el sentimiento de la forma

La catalogación de 75 obras y los estudios analíticos de José Francisco Díaz Ruiz y Francisco Gutiérrez Díaz, más un preludio de José Cobo Calderón, edifican una edición clave sobre la huella de 'Un escultor olvidado'

Guillermo Balbona

Santander

Miércoles, 27 de marzo 2024, 19:54

« Un hombre modesto y silencioso, voluntariamente retraído, entregado al arte en cuerpo y alma». «Tenía una finura asombrosa para captar las cosas, su prestigio era bien ganado». «Clásico, con una belleza de líneas extraordinaria, un hombre totalmente sincero en su forma de expresar el arte». Son algunas de las definiciones, perfiles y retratos sobre Daniel Alegre, el hombre y su obra, expresadas en el tiempo por artistas, críticos y estudiosos. Reivindicar la creación y la huella del escultor cántabro, recorrer su obra y diseccionar las señas de identidad de su personalidad artística fundamentan el libro que acaba de ver la luz, coincidente con el 75 aniversario de la muerte del artista.

'Retrato de Daniel Alegre' a la edad de 26 años.

Bajo el título 'Un escultor olvidado', como ya se anticipó, se publica ahora esta radiografía plural sobre el «gran y delicado tallista, un merecido y necesario reconocimiento a toda su obra y trayectoria», poco conocida en la actualidad, y que permite redescubrir todas sus etapas creativas y las obras suyas que han llegado hasta nuestros días –otras fueron destruidas durante la Guerra Civil o están desaparecidas–. Un conjunto de estudios analíticos sobre su vida y obra realizados para la ocasión por Francisco Gutiérrez Díaz y José Francisco Díaz Ruiz, autores miembros del Centro de Estudios Montañeses, junto al preludio escrito por el escultor José Cobo Calderón, a modo de contextualización histórica. El editor Raúl Reyes ha sido el artífice de esta edición, a modo de catálogo razonado.

'Pastorcillo cántabro', 1917. Cabeza en mármol blanco. Colección MAS. © Foto: MAS.
'Una Cubana', 1918. Busto en mármol blanco. Colección MAS. © Foto: MAS.
José Cabrero y Mons', 1926. Busto en bronce. Colección particular, Santander. © Foto: Chema Prieto.

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La biografía del escultor ha sido trazada por José Francisco Díaz, médico –actual director de la Fundación Valdecilla—, el mayor velador e investigador de la obra y vida de Daniel Alegre, que a lo largo de muchos años de estudio, entrevistas realizadas y correspondencia mantenida con muchas de las personas que lo conocieron en vida (herederos, críticos, escritores, artistas, etc.), unido a su constante labor de búsqueda y localización de buena parte de sus obras hasta ahora desconocidas, ha ido componiendo el mapa vital del escultor. Además, se han incluido más de 15 manuscritos, testimonios y opiniones de reconocidas personalidades del mundo de la literatura y el arte que conocieron personalmente al escultor, documentos todos ellos recopilados durante años por el propio José Francisco Díaz. Tras una intensa labor de documentación y localización realizada conjuntamente por los autores y el editor, se han conseguido catalogar 75 obras de Alegre, desde una primera y magnífica pieza realizada en París en 1912, a la temprana edad de 25 años, hasta sus últimas obras inacabadas y bocetos realizados en 1949, pocos días antes de fallecer.

El historiador y articulista Francisco Gutiérrez Díaz aborda el 'espíritu clasicista abierto a la modernidad' «en un detallado recorrido a través de toda su obra y las diferentes temáticas en las que trabajó, resaltando su «voluntaria» decisión de encerrarse en Santander, tras sus vivencias en Barcelona, Madrid o París, y las consecuencias que de ello derivaron en su trayectoria. En ella se hallan: míticas tallas a tamaño natural como sus 'Dolorosas'; la variedad formal de sus 'Crucificados'; los monumentos funerarios; sus numerosos monumentos públicos y los retratos en mármol blanco.

El poeta santanderino Gerardo Diego calificó al artista como «músico del mármol».

Cristo del Amor, 1946. En la iglesia de San Francisco de Santander. © Samot

Contexto histórico Por José Cobo, escultor

Autenticidad, técnica, firmeza y elegancia

Para situar a Daniel Alegre en su contexto histórico es necesario considerar que fue testigo de la transición del clasicismo a la modernidad; del arte figurativo que se desarrollaba en incontables estilos personales al emergente arte abstracto y sus variantes. Después de unos años en Barcelona, durante su estancia en París Daniel Alegre formó parte de la Société des Artistes Indépendants, lo que indudablemente le introdujo en los nuevos lenguajes del arte de su época. Sin embargo, y aunque asociamos la primera mitad del XX con el naciente arte abstracto, en una imparable evolución hacia delante como la propia palabra vanguardia implica, la realidad es que los estilos y las tendencias coexisten durante muchos años. No existen cortes radicales entre ellos como podemos atestiguar hoy mismo, en el siglo XXI, cuando el arte es más ecléctico que nunca y cuando todas las tendencias conviven en la llamada posmodernidad.

Daniel Alegre (1887-1949) vivió inmerso en un mundo revolucionario y cambiante pero también tradicional, que se expresaba mayoritariamente a través de la figuración. Figuración monumental y realista como la de Mariano Benlliure (1862-1947), modernista y sensual como la de Josep Llimona (1864-1934) y Miguel Blay (1866-1936), de idealizado naturalismo como el de Mateo Inurria (1867-1924), o sobrio como los bustos de raza de Julio Antonio (1889-1919).

En la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, durante la cual Alegre se mantuvo en activo, predominan los artistas figurativos que desarrollan estilos propios en un intento de escapar del clasicismo académico dominante pero que permanecían en la figuración. Convivía el clasicismo con una figuración experimental, subjetiva, personal, de cuerpos reinterpretados, distorsionados o fragmentados, de acabados, composiciones y texturas novedosas en los que primaba la idea estética o el compromiso social; la calidad 'moderna' sobre el virtuosismo y la literalidad del modelo frío que se asociaban con el arte del pasado.

María Teresa López de Arroyabe (c. 1920-22). Busto en mármol de Carrara que Alegre realizó por la técnica de sacado de puntos. Colección particular, Santander. © Foto: Chema Prieto.
'Nuestra Señora de los Dolores (Dolorosa)', 1940-41. Talla en madera policromada, de tamaño algo inferior al natural. En la iglesia parroquial de Santa Lucía de Santander. © Foto: Chema Prieto.

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La perfección en la factura y la belleza de las esculturas de mármol y de bronce de Daniel Alegre contienen la receta esencial para comprender la lógica de la escultura, el análisis de los volúmenes, las posibilidades de las texturas y la expresión natural plasmada en el mármol. Los rostros idealizados son limpios, actuales y eternos. Las pieles suaves y nítidas como las verdaderas. Los acabados apomazados proporcionan tenues reflejos que dotan a las esculturas de un aura como surgido del interior del material, intemporal, capaz de expresar la esencia de sus modelos de arqueadas cejas, párpados serenos, labios sinuosos delicadamente modelados o audaces pómulos, modelos dotados de una naturalidad vigorosa. El valor de Daniel Alegre reside en la autenticidad de sus obras, en la firmeza de unos ideales artísticos y en una técnica impecable capaz de expresar fidedignamente, sin vacilaciones, su verdad, lo que él vivió y conoció; de dotar de nueva vida a quienes posaron en su estudio con la naturalidad de una conversación entre el artista y su modelo.

Las vanguardias con las que Alegre tuvo contacto en el cosmopolita París de sus años de juventud, donde se instaló sobre 1908, siendo alumno y ayudante de Antoine Bourdelle alrededor de 1912, se esforzaban por separar lo auténtico de lo artificioso, buscaban expresar experiencias genuinas y propias con las gentes que compartieron su vida y con los objetos que les rodeaban, querían plasmar su momento en la historia de manera personal y novedosa.

Creo que Daniel Alegre compartía con las vanguardias el ansia por hacer obras significativas y verdaderas. Sus esculturas son verosímiles, testigos de su mirada propia. Una mirada personal de la primera mitad del siglo XX, capaz de transcender en piedra la propia vida, inmersa en la Europa de su tiempo.

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Extracto del texto del escultor destinado al libro de R&R

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