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Cuando los visitantes salen del Museo Thyssen, tras haberse adentrado en el universo de Isabel Quintanilla, «se van contentos, han hecho su propio viaje». La exposición, que puede verse hasta el 2 de junio, ha sido un proyecto personal, intenso y emocionante de la cántabra Leticia de Cos. Tras 22 años en la institución, la Historiadora del Arte ha vivido una experiencia «preciosa».
–Ha dedicado tres años de su vida a esta exposición.
–Llevaba un poquito de trabajo hecho, porque Isabel Quintanilla formó parte de la exposición 'Realistas de Madrid', en 2016. Había mucha obra localizada y se montó casi con lo de andar por aquí, pero fue precipitado y no dio tiempo a rastrear muchas de las cosas que ella anhelaba volver a ver. Lo había pintado, se había vendido en Alemania y había perdido la pista de gran parte de su obra. Esa ha sido mi labor; ir tirando de poquitos hilos. Ha habido suerte y ha aparecido todo.
–Ha utilizado el verbo rastrear. ¿Eso ha tenido que hacer para encontrar su obra?
–Era otra época y ella no llevaba un registro de dónde se vendía. Cuando en 2015 visitaba su estudio, veíamos catálogos y reproducciones y me decía que estaban en Alemania, pero no sabía donde. «Se lo llevaron los alemanes», como llamaba a sus galerías. Han sido muchos meses de contactos, llamadas y visitas.
–Tras 22 años trabajando en una institución como el Thyssen, ¿qué supone afrontar un comisariado en solitario con un tema que conoce tan bien?
–En todo este tiempo en el museo he podido trabajar en muchos proyectos magníficos por los artistas sobre los que he tenido que estudiar, también por las instituciones internacionales con las que he podido colaborar y por los colegas y especialistas más prestigiosos que han pasado por esta casa. Todo ese recorrido y aprendizaje fue clave para que Guillermo Solana, nuestro director artístico, me confiara afrontar este comisariado en solitario.
–¿Cómo termina una santanderina formando parte de la milla cultural nacional?
–Después de un periplo por museos alemanes, regresé a Madrid para hacer un master de gestión cultural; las prácticas del máster fueron en el museo Thyssen y la santanderina que entró como becaria fue poquito a poquito pasando por distintos puestos (personal de Información, educadora, ayudante de Conservación ...) hasta llegar a Conservadora hace ya diez años. Creo que aproveché bien la oportunidad que me dieron como becaria.
–Alemania fue también el país donde Isabel Quintanilla tuvo más exito.
–Sí, en 1970, a ella, María Moreno, Antonio López y al marido de Isabel, Francisco López, un marchante, Ernest Wuthenow, quiere mover internacionalmente a determinados artistas. Los realistas de Madrid, este grupo de cuatro, dicen que sí y de ahí viene después todo. Era una propuesta seria, de exposiciones continuadas en el tiempo, por toda Alemania, visitando bienales. Fueron muy rigurosos. Serios, como ella decía, y comprometidos con la promoción de su obra. Los años fuertes de su producción, prácticamente todo lo que hizo se vendió en Alemania y allí se quedó. Se encontraba muy a gusto y muy respetada. Y sobretodo, podía vivir de la pintura.
–¿Eso habría sido posible en España?
–El realismo, en ese momento, no era lo que estaba más de moda en el panorama español. Se daba prioridad a propuestas más informalistas, de cara a llevarlo fuera. No era prioritario. Si se hubiera quedado solo aquí, no hubiera tenido posibilidad de vivir de su pintura plenamente.
–¿Era una rareza para la época que una mujer pudiera vivir de su pintura?
–No era lo habitual. Ella era consciente de que tenía compañeras que habían tenido que abandonar o combinar la profesión de artista con la docencia, por ejemplo o, dentro del grupo de las Realistas, Esperanza Parada abandonó completamente la actividad artística porque su marido, Julio López, era quien iba a tomar ese camino y ella tenía que cuidar de la familia. Isabel, siempre puso en valor que su marido siempre la ayudó y antepuso su trabajo al propio.
–La mirada de Quintanilla también tiene mucho de doméstica. ¿Es propia del estilo o inherente a su condición femenina?
–Ella defiende que pinta cosas que le emocionen. Tiene que tener un vínculo con ese objeto, ese espacio, ese momento. Conociéndola, era así; una mujer muy viva. Decía que no se podía inventar un paisaje sino plasmar uno que había paseado, que le decía algo. En el ambiente de su hogar encontraba mucho motivo de inspiración, como el vaso de Duralex del menaje familiar o en los bodegones, donde además de flores o alimentos, encontramos pequeños autorretratos. Nos va dejando sus pintalabios, su bolso, sus llaves, la ropita de su hijo… Es su universo. Lo mismo con los espacios; son los lugares donde ella vive con su familia y donde trabaja. No pensaba en el pudor de mostrar su dormitorio, sino que en un momento, veía una luz especial y lo dibujaba.
–El realismo plantea que lo importante no es el primer vistazo, sino lo que evoca. En ese sentido, ¿qué le evoca a usted ver esta colección reunida?
–El taller que ella pinta tantas veces. Está en una colonia al norte de Madrid. Estuve ahí visitándola y todo este tiempo, viendo sus cuadros, de los lugares por los que pasé, donde me abrió la puerta Paco, donde nos invitaron a comer… ha sido muy evocador recordar aquellos ratos que pasamos con ellos. No me debería de dejar arrastrar por eso, sino seguir estando en mi papel de historiadora del arte, pero era muy difícil porque viendo sus pinturas, me traslado a ese lugar.
–¿Qué le diría a la Leticia que en el 92 fue becada de la Fundación Botín?
–Que sí, que siguiera creyendo en que dedicarse al arte era posible y que no era «un desatino» (como algún profesor del instituto le dijo a mis padres cuando yo decía que quería hacer Historia del arte).
–¿El talento requiere oportunidades y discriminación positiva para encontrar el equilibrio?
–El talento requiere de oportunidades y de apoyo, ese es el titular, independientemente del perfil del candidato. Tengo la suerte de trabajar en una institución en la que se cuida mucho el que el empleado alcance el equilibrio entre lo profesional y lo personal, sea mujer u hombre.
–¿Y que respondió ella?
–La recuerdo pensando qué bien suena esto, pero a ver si tienen el arrojo de llevar a cabo este compromiso. Y Guillermo es hombre de palabra. Ella ha fallecido, pero esto ha llegado. Su hijo, Francisco López Quintanilla me ha acompañado todo este tiempo. Para él es un momento precioso de satisfacción y reconocimiento.
–Vienen de 'Maestras' y seguirán con Rosario de Velasco. Van dando pasos activos.
–Sí, el museo tiene otro programa llamado Cora, para artistas contemporáneas jóvenes y está muy atento a lo que toca hacer y
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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