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Nacida en Valladolid en 1967, María Ángeles Pérez López es autora, por ceñirnos al ámbito poético, de una extensa obra que ha merecido el reconocimiento institucional -en 2022 recibió el Premio de la Crítica por su libro 'Incendio mineral'- y el del público lector, aunque este, como sabemos, no sea multitudinario cuando hablamos de poesía, pero sí, y esto lo compensa, muy exigente. Después del elogiado 'Libro mediterráneo de los muertos' (2003), con el que obtuvo el Premio de la Fundación José Hierro, presenta ahora un libro en prosa de difícil catalogación, porque está integrado por fragmentos de diferente entidad.
Autor María Ángeles Pérez López
Editorial Eolas
Precio 14,00 euros
Los muy breves rozan lo aforístico, los hay más descriptivos, otros podemos considerarlos poemas en prosa y muchos son glosas a ideas y versos ajenos -de hecho, al final del volumen se ofrece un listado de referencias bibliográficas-, todos ellos, sin embargo, están reunidos bajo ... un argumento común, el de la belleza, que, por otra parte, es el sustantivo que da sentido a esta colección de la editorial Eolas. En todo caso, la propia poeta explica en las páginas finales la razón de este libro, que se pueden resumir en que las reflexiones sobre la materia y lo objetual han sido constantes en su poesía, por eso considera que sabe «algo sobre el tema», aunque, puntualiza un poco más adelante, ni la belleza ni la materia se agotan en estos textos.
Aparentemente, el título que Pérez López ha puesto a su libro, 'La belleza de la materia', nos conduce a pensar que vamos a leer reflexiones sobre el aspecto físico de la belleza, sin embargo, y aunque esto no se descarta, la superficie, la piel, podríamos decir, solo es el pretexto para ahondar en las características que confieren belleza a determinados objetos, como, por ejemplo, el color: «Ante el color se excitan nuestros sentidos, se excita un fotorreceptor ante el rayo de luz, incluso aunque no sean colores vibrantes sino también pálidos o enfermos o evanescentes porque ante ellos se tensa una de las formas del arco neuronal y lanza una flecha imaginaria», escribe en un lenguaje casi científico que se alterna, como hemos dicho, con momentos mucho más líricos, como en este en el que atribuye al insomnio su propia consistencia: «Se dice que no tiene masa ni volumen pero ¿no es el insomnio el cuerpo aplastado violentamente contra la noche, ocupándolo todo sin resquicios?», «La materia es magnánima. Nos permite olvidarla y no olvida querernos». Esta es una de las virtudes de estos textos, adaptar tanto la prosodia como la dicción al tema que origina el comentario. Cuando es necesaria la erudición, Pérez López no escatima esfuerzos por ser lo más precisa posible: «La materia es lo que es. Uno de los nombres de la totalidad. Aquello que responde a las tautologías», afirma, pero, en el mismo fragmento, se abre paso lo intuitivo y entonces el lenguaje se transforma y da paso a su función emotiva: «La materia es lo que es. Abruma, nos alegra y conmociona. Nos saca a bailar en un inmenso salón que gira y se desplaza con cada presencia».
Son muchas las definiciones de «materia» que podemos leer en estas páginas: «La materia es la mascletá y el músculo», «la materia es visible e invisible», «Materia que es puñal y que es mortaja», «¿La materia es la paciencia con que el tiempo responde a la ansiedad de ser?», por citar solo algunas, pero ninguna de ellas es concluyente. Estas definiciones se complementan, se necesitan unas a otras y, con todo, no se logra aprehender del todo su significado, más aún si nos preguntamos si «¿Es la belleza un órgano vital de la materia?». Pérez López es consciente de esa ambigüedad, de la imposibilidad de afirmar ni una cosa o la contraria, por eso dice que «Escribir con preguntas se parece al amor y al desconcierto. Así habría de darse este librito. Caminar y que una sílaba aturdida se acerque a ti».
Muchos son los autores que avalan estas teorías desde Elicura Chihuailaf a Blanca Varela, pasando por Claudio Rodríguez a Lucrecio y, como no podía ser de otra forma, las frases y los versos que entresaca nuestra autora son los cimientos sobre los que se sustentan sus propias reflexiones, esas que tratan de conciliar la materia con la belleza, circunstancia que no siempre se puede formalizar. Acaso solo la poesía -y hay mucha poesía en este libro- sea capaz de persuadirnos de que tal cosa es posible «Porque la poesía (es decir, uno de los nombres posibles de la belleza, que incluye también escuchar el sufrimiento, la expulsión, la asincronía) mantiene activo el deseo. Es deseo. Eros improductivo, plenitud de lo que solo quise ser». 'La belleza de la materia' está escrita con palabras y las palabras son también materia, dúctil materia y, en este caso, gracias a la sabiduría poética de María Ángeles Pérez López, belleza hecha verbo.
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