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Gilles Deleuze fue uno de los filósofos franceses más influyentes del siglo XX. DM
Deleuze y una avispa

Deleuze y una avispa

El autor francés teorizó sobre la especie Thynnidae como ejemplo posmodernista de territorialización e identidad

Rafael Manrique

Santander

Viernes, 12 de abril 2024, 07:23

¿Qué tienen en común una avispa de la familia denominada Thynnidae y Gilles Deleuze? Mucho y nada. El pensador francés teoriza, en eso consistía su especialidad, sobre la territorialización, la avispa lo practica. Ambos se sumergen en posmodernos problemas por ello.

Un libro interesante de Stuart Jeffries 'Todo, a todas horas, en todas partes', cuyo título parece parafrasear, aunque él lo niegue, el del magnífico filme de Dan Kwan y Daniel Scheinert, Oscar en 2022, recordaba el análisis que Deleuze hizo de esa avispa. No me consta un texto similar desde el punto de vista de la Thynnidae. La avispa no escribió sobre el pensador, así que empecemos por ella. Nace en el cuerpo de un escarabajo que ha sido previamente paralizado por su progenitora para que su huevo se alimente durante el desarrollo. De uno de esos huevos surgió nuestra avispa. Un polémico y algo cruel sistema de crianza, desde la perspectiva del escarabajo. Lo cierto es que la avispa macho vuela de aquí para allá, buscando a quien molestar, y un día capta las feromonas de una hembra. Pierde la cabeza y allí se dirige. Tiene un gran éxito ya que además de alimentarse de su néctar copula con ella. Pero resulta que se trataba de una orquídea que ha evolucionado hasta emitir un aroma similar al de esas feromonas. Satisfecho e inconsciente se aleja llevando el polen de la flor. Para la orquídea el lance ha sido un éxito, para la avispa macho, no. No se ha reproducido. Para no seguir con detalles sórdidos tan solo añadiré que para ambos, macho y hembra, el hecho de la reproducción es complejo ya que la vida de las hembras transcurre casi toda su existencia bajo tierra poniendo huevos y criando avispitas. Tal vez ustedes se pregunten qué hace este artículo en un suplemento cultural de tanto glamour. Y sobre todo, ¿qué papel juega Deleuze aquí? Veamos, el famoso pensador en 'El Anti Edipo', escrito con Felix Guattari, menciona a este insecto como ejemplo del posmodernista concepto de ««reterritorialización». El macho Thynnidae, que nació para reproducirse y perpetuar su especie, ha pasado a formar parte del aparato reproductor de la orquídea. Sin dejar de ser quien es, ha dejado de ser quien es. Su identidad que sin duda él creía estable, resulta que es fluida. Más aún, resulta que sin insectos no pueden existir plantas, y sin plantas no hay insectos, luego la identidad, avispa u orquídea, no es una característica intrínseca sino en relación. No hay identidad pura de orquídea, de avispa y ya, lanzado, ni española, ni vasca, ni catalana, ni palestina, ni judía. La identidad es producto de un acuerdo, un pacto, un diálogo, una relación.

La emoción, lejos de romanticismos y autoayudas, es un sistema de evaluación de nuestro estado en cada momento

No ha de frotarse las manos el lector posmoderno. La cuestión se va a complicar. No es lo mismo el lindo juego conceptual de la crítica cultural francesa que la práctica que se requiere para ser una avispa de pro. Todos podemos ser, y probablemente seamos, máquinas de otras máquinas. Nuestra identidad que el posmodernismo creía que nos esclavizaba puede, si desaparece, acabar con nosotros mismos. La avispa macho, al menos ese día, habrá tenido momentos muy satisfactorios, pero no ha conseguido su deseo reproductor. La posmoderna avispa macho inmersa en una experiencia de difusión de la identidad, puede creer que es libre para tomar cualquier decisión, que debajo de los adoquines está la playa o que la libertad consiste en volar ciega de néctar. Pero si no tiene en cuenta las directrices que imponen su biología y pertenencia a su especie, tan solo vagará por los prados, montándoselo con preciosas orquídeas. Nada. Reprimir a toda costa su deseo la convertiría en un insecto triste, perseguir su deseo a toda costa, en uno psicopático. Posiblemente no se ha dado cuenta que una vida de deseo individualista no conduce a la libertad o, peor aún, alimentará la lógica emocionalista y egoísta propia del neoliberalismo. Su amado avispero se convertirá en un terrible avispero. Quizá no se percate que se encuentra ante el dilema de la emoción y la razón, del deseo y la libertad.

La emoción, lejos de romanticismos y autoayudas, es un sistema de evaluación de nuestro estado en cada momento. Algo sumamente útil. Sin ello nos extinguiríamos. Pero el objetivo es sobrevivir, vivir bien, no cultivar el sistema de alerta. Un examen evalúa nuestros conocimientos. Y nos debe permitir corregir nuestras acciones. No hacemos exámenes por el hecho de hacerlos, sino para aprender, utilizando la consciencia, la razón y todo el aparato cultural del avispero en el que cada uno viva. Gracias a lo cual la emoción amplifica la cultura, no la propia emoción.

Volvamos a la avispa macho que habíamos dejado retozando con la orquídea. Puede que se pase su vida en ese trajín, pero existen otras opciones. La realidad, a ella y a nosotros, en algún momento le saldrá al paso. En ese momento podrá negarla, y fingirse ciega y manca, o bien tomar distancia y examinar lo que está sucediendo a su alrededor. No necesitará abandonar identidades que ha amado, pero también podrá hacerlo si así lo desea. Será escéptica. Hay varias maneras de ser avispa que irá conociendo a medida que se dedique a obtener información de otras avispas, de otras flores. Diversificar sus fuentes, contrastar. Ser avispa y no oveja (sin despreciarlas, tienen su punto). Bichos y humanos debemos saber que el denominado neoliberalismo ha desarrollado una cultura que ha vencido a aquella que apostaba por un progreso continuo hacia la democracia, la libertad y la solidaridad. Hacia una razón práctica e ilustrada, despojada de arrogancia y elitismo. El astrónomo del siglo XIX Camille Flammarion descorrió el velo de lo visible y se asomó a otra realidad. Algo así nos es necesario. Tal vez la avispa no sepa nombrar ese devenir, pero nosotros sí. Está empezando a ser una Thynnidae subversiva que, además de por las franjas amarillas y aspecto terrorífico, se la reconocerá por su forma de sumar, añadir, adherir ideas, acciones, intenciones, limitaciones… alternándolas según las circunstancias del medio. No tendrá que renunciar a ser una avispa macho para buscar diversas formas de serlo a través de la experimentación, de la duda, de la curiosidad y, ¡ay!, del riesgo de ser alimento de cualquier pájaro o víctima de algún insecticida más o menos legal. Una cosa es aceptar y aceptarse con determinismos y prejuicios y otra esclavizarse. En medio de ello puede mezclarse, ser bizarra y arriesgar. Esperar y ver. Su cuerpo a franjas, amenazante y bello, puede utilizarse para pensar. Al tiempo, su pensamiento lo constituirá también aquello que reciba y genere con su cuerpo. Ni paralizada como aquel escarabajo que usó para vivir, ni caótica como un avispero en desbandada por el fuego. No la encontraremos en los lugares habituales. Se moverá, visitará nuevos prados y experimentará otras formas de volar y de buscar buenas parejas. Dejará que las orquídeas se ocupen de las orquídeas. O mejor, colaborará con ellas sin perder su identidad. Tal vez no llegue a ser una avispa feliz, pero será… ¿quién sabe? No entiendo de avispas, solo las temo.

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