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Si el visigodo Leovigildo asedió en 574 la acrópolis natural de Amaya (hoy en Sotresgudo, Burgos) y puso bajo control la provincia de Cantabria, ya el rey suevo Miro, que dominaba el litoral galaico y astur, había atacado dos años antes, 572, la franja marinera. Pero el cronista no llamaba a estos habitantes costeros 'cantabri', sino otra cosa: 'ruccones'. El ataque suevo fue pretexto para una guerra entre ambos pueblos germánicos (con algún acento religioso, pues Miro era católico y Leovigildo, arriano); los visigodos se acabaron llevando todo en 585, al derrotar a los sucesores de Miro.
La alternativa estilística rucones/cántabros es considerada por algunos expertos en la transición a la Edad Media, como el catedrático burgalés Juan José González, signo de una notoria diferenciación vital entre la costa cántabra (trasmontana) y el área al sur de la cordillera (cismontana). Propiamente 'Cantabria' se refería a esta última. Habría, pues, dos Cantabrias, siendo la del Ebro y alto Pisuerga la genuina o frecuente en denominación.
Según esta interpretación, aunque había enlaces norte-sur, los cántabros de la costa se orientaron a las relaciones con Aquitania, región próspera y uno de los graneros del imperio romano (que compensaba las dificultades agrícolas crónicas de la Cantabria litoral); por el contrario, los cántabros meridionales siguieron los ritmos económicos y políticos de la meseta norte y los corredores del Duero y del alto Ebro.
En mi opinión, esto explicaría el progresivo deslizamiento o expansión, desde época visigoda, del nombre 'Cantabria' hacia oriente, Ebro abajo, por el norte de Burgos y la 'sierra de Cantabria' y Obarenes hasta la Rioja occidental y Logroño (y esto explicaría también que la Cantabria amonestada por San Millán, si no fue trasunto literario de la Amaya de Leovigildo, al menos sí fuera una ciudad riojana con ese nombre, también expugnada por el activo rey). Esta visión se desprende ya de las reflexiones de Enrique Flórez en 'La Cantabria' (1768).
El caso es que la vinculación con Aquitania no desapareció con las invasiones germánicas, sino al contrario. La meseta se volvió lugar peligroso de idas y venidas guerreras. Y así los de la franja marina constituyeron un ducado tributario de la dinastía merovingia. Las crónicas del llamado Fredegario Escolástico afirman que hubo, antes de la conquista por los godos, una Cantabria regida por el 'dux' Francio, que reconocía la autoridad de los reyes francos.
Existió, pues, una Cantabria interior que Leovigildo integra, y una exterior vinculada a los puertos aquitanos. Este ducado costero no habría sido conquistado, o no firmemente, por Leovigildo, sino cuatro décadas después por Sisebuto en su campaña marítima de 612-613. Era este un rey muy culto y escribió durante dicha campaña el 'Astronomicón', poema que envió a San Isidoro a Sevilla. Hay unos versos que aluden a las montañas nevadas y a los vascones y al 'fiero cántabro' (Cantaber orrens).
Sisebuto acometió además, al parecer con notoria destrucción, a autrigones (castreños), várdulos, caristios y vascones para despejar toda la cornisa cantábrica. Y al romper los nexos con el reino franco, hubo de compensar a estas zonas con otras alternativas económicas: más producción de las «villas» astures; fomento de la pequeña granja familiar; diversificación e intensificación cerealista; más comunicación con las Bardulias al este y con las rutas mesetarias, por ejemplo el itinerario de Herrera de Pisuerga (Pisoraca) a Castro-Urdiales (Flavióbriga).
Si la agresión de Miro a los 'ruccones' no fue de tanta trascendencia como la de Leovigildo a los cántabros campurrianos, seguramente la de Sisebuto sí lo fue, no solo por apoderarse de una estructura básica ducal (si se pagaban tributos habría un sistema fiscal) que vivía bajo paraguas merovingio, sino también por inducir cambios económico-sociales relevantes. Colateralmente, señalemos que el desgaste de várdulos y caristios pudo acelerar su desalojo/absorción por los invasores vascones procedentes de la cuenca del Ebro y la actual Navarra. Solo entonces la lengua euskérica se sobrepone en las hoy Vizcaya y Guipúzcoa (y también en Gascuña, que se llamará 'Spanioguasconia') a las célticas precedentes. Así el profesor González presenta el mapa político del norte centro-occidental peninsular en vísperas de la invasión musulmana: el 'ducatus Asturicensis', en medio el 'ducatus Cantabrorum' y, al este, el 'comitatus Vasconiae'.
Desde que suevos, vándalos y alanos desbordan los Pirineos en 409 hasta que Alfonso I, hijo del dux godo Pedro de Cantabria, y luego Fruela I reorganizan el litoral cantábrico y la cuenca del Duero hacia 750 (antes de los 'Comentarios al Apocalipsis' de Beato), aquello fueron tres siglos de largo sinvivir.
En conclusión, quizá debamos primero a los suevos y luego a los francos la existencia de algo así como un ducado litoral con el nombre de Cantabria, cuyos habitantes eran los 'ruccones', distinguidos de los 'cántabros' por antonomasia, los meridionales. La conquista visigoda en dos tiempos (Leovigildo y Sisebuto) permitió hablar genéricamente de un 'dux Cantabriae' que unía costa y meseta, proyectándose por el norte de Burgos y La Rioja, y recibiendo a finales del siglo VII una sede episcopal en Amaya. Sella, Pisuerga, Agüera, Ebro, Las Loras, la Bureba, los cañones ibéricos y Obarenes-Sierra de Cantabria hasta el logroñés Monte Cantabria acabarían, con el tiempo, trazando una 'Cantabria' algo más amplia y 'oriental' que la romana. Es de creer que la pervivencia del nombre 'Cantabria' en siglos de creciente olvido de las fuentes grecorromanas se debió singularmente a este plástico distrito ducal de los germanos. Su creación fue un notable episodio regional.
Aunque las fuentes no permiten total claridad sobre muchos detalles, y hay elementos confesadamente hipotéticos, el perfil general sí se dibuja. La Cantabria romana era sobre todo la geografía de unas tribus: los cántabros son más importantes que Cantabria, por eso no hay nombres de estadistas; en cambio, la germánica tiene sentido de espacio político, y por tanto Cantabria, con sus 'duces', de nombre conocido, es más importante que cántabros o 'ruccones'. Además, la Cantabria romana estaba, según la citada teoría, escindida entre los recursos aquitanos y los mesetarios, mientras que la germánica, tras Sisebuto, tornose exclusivamente hispana. En cierto modo, se 'deseuropeizó' antes de correr el peligro de 'africanizarse'.
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