Ejercicio de realidad

Tras tan significativo título ― 'Otra vez la poesía'―se agrupan los nuevos poemas de José Luis López Bretones (Almería, 1968), un autor que no se ha prodigado en exceso, ya que hasta ahora solo cuatro títulos integran su bagaje poético. El primero de ellos, 'Una eterna olvidanza' data de 1992 y el último, 'Ayer & mañana' de 2004. Han tenido que pasar veinte años para que se haya decidido a publicar un nuevo libro, impelido por la fuerza irrefrenable de la inspiración poética –sobre este asunto escribía María Zambrano los siguiente: «No se escribe ciertamente por necesidades literarias, sino por la necesidad que la vida tiene de expresarse»–―, que parece acudir sin llamarla, de ahí el título que reúne los poemas, y a preguntarse en dónde y de dónde nace ese arrebato dedica López Bretones una gran parte de los poemas: «De dónde viene el viento / que nos arrastra a las palabras? // Cuando pensábamos que todo / estaba ya por fin acomodado en su sentido, / ¿qué turbulencia, en medio del mar de nuestra vida, / pretende ahora sumergirnos / en el extenuado hondón de las palabras?». Tal vez frecuentar de continuo versos ajenos haya influido de forma determinante en la necesidad de expresar sus propias emociones, porque la lectura actúa habitualmente como revulsivo: «¿De dónde viene esta disposición / por rebuscar en páginas ajenas / acomodo y razón para las propias faltas?», se pregunta el poeta que, significativamente, habla de las propias faltas, como si la escritura fuera el ámbito más idóneo para dar cuenta de errores y fracasos, de indolencia cotidiana ―–«Dejar pasar los días y los días / sin haber realizado otro ejercicio / de mayor eficacia que el malvivirlos», escribe–, no de concordia íntima o de exaltación vital. Tras esa poética que busca en la vuelta a las palabras una especie de redención, se articula la mirada de quien observa el mundo con aflicción, pero también con la sabiduría que conceden los años, por más que esta no logre evitar poner en cuestión la propia identidad. El lenguaje del poema crea una ficción del ser que lo escribe, por eso el poeta afirma «Nada más lejos de mí ―del que yo creo ser― / que estas líneas con tiempo y con sonido / a que luego, por costumbre, / les daré mi propio nombre».―

Esa crisis de identidad se relaciona además con creer o no en la fidelidad de la memoria, cuarteada por el paso del tiempo, y en la relación con los demás: «No nos deteriora el tiempo / sino la relación con los otros», escribe, haciéndose eco de ... la controvertida teoría sartriana que afirma que el infierno son los otros. La meditación sobre cómo el paso del tiempo afecta al ser humano gravita en muchos poemas de la sección 'El telar', y en 'Cuando llegó la tarde', pero lo que justifica con mayor vigor el regreso a la escritura es el amor, «este amor / que descubrí de pronto cuando llegó la tarde», un amor que busca un refugio, una casa ―–«La casa consistía en nuestra alma», escribe–― que no solo los proteja de la intemperie sino que contenga entre sus paredes «el mundo entero», una casa ubicada en una ciudad soleada de ventanas abiertas y sirenas de barcos en la que a veces llueve y cae «un agua estéril de septiembre / para la que no hay cobijo alguno». El libro finaliza con la sección 'El indolente' que comienza con una visión de la naturaleza poco habitual.

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