![Shreveport, Louisiana, USA, 1962.](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/05/16/portada_%20elliott_nueva_Especial%2050-50%20-%20desktop.jpg)
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Perrillos, piernas, gente de frente, gente de espaldas. Gestos cotidianos atrapados en el asombro. La calle. Un parque. Rostros, caras. Espejos. Espacios habitados. Espacios que parecen esperar a alguien. Elegancia siempre. Humor humano. Humor perruno. Simetría de luces y sombras. Simetrías lúdicas callejeras. Y una revelación en cada mirada de miradas. «Cuando una fotografía es buena, es bastante interesante, y cuando es muy buena es irracional e incluso mágica». El fotógrafo Elliott Erwitt, francoestadounidense de padres rusos judíos, falleció hace apenas medio año. Clásico de la imagen del siglo XX, la primera exposición póstuma se exhibe ya en la Fundación Canal. Coproducida por Magnum Photos y comisariada por Andrea Holzherr, se integra en la Sección Oficial de PhotoEspaña 2024. Reúne 135 obras del fotógrafo que provienen directamente de su estudio y que reflejan su característica pulsión por capturar la esencia de lo cotidiano, desde el humor, el ingenio y el corazón. Dividida en tres secciones, la exposición aglutina otros tantos ámbitos icónicos que fueron objeto de inspiración para Erwitt: las personas, los animales y las formas.
En datos La Fundación Canal presenta 'Elliott Erwitt. La comedia humana', exposición coproducida con Magnum Photos que reúne 135 copias de época del fotógrafo estadounidense procedentes de su estudio. Coproducida por Magnum Photos y la Fundación Canall, está comisariada por Andrea Holzherr y forma parte de la Sección Oficial de PhotoEspaña 2024.
Contenido Dividida en tres secciones, la exposición muestra tres de los ámbitos icónicos que fueron objeto de inspiración para Erwitt: las personas, los animales y las formas.
Entre la fina ironía y una distancia higiénica que resulta ser pura textura cercana, parece mirar al que mira. También apela a reivindicar la importancia del acto de descubrir, revelar, significar lo que cada objeto, persona y animal retratado transparenta. El azar, el instante, esa doblez irónica, juguetona, profunda en su claridad, instalada en una imagen limpia que invita a regenerarse. Leyenda de Magnum, Elliott Erwitt identificó siempre la belleza con la capacidad para cazar instantes y detener el tiempo. Y en esa levedad inocente de lo cotidiano captura un reflejo de lo extraordinario, de lo que antes nunca vimos.
'La comedia humana' es el epígrafe de la exposición de la Fundación Canal de Madrid, a modo de «exploración fotográfica de la cotidianeidad, donde humanos y animales se encuentran como en un gran teatro donde surgen pequeñas historias de vida», a través del legado fotográfico de Erwitt (1928-2023). Con su forma característica de mirar la realidad, ofrece un relato cargado de humor y fina ironía, al tiempo que profundiza en las sutilezas de esa comedia humana que busca reflejar. A sus icónicas fotografías de sus amados perros, hay que sumar las formas, una serie de yuxtaposiciones con objetos que se combinan para crear realidades abstractas, y que componen el escenario donde se lleva a cabo esta comedia.
Erwitt revela la comicidad que encierra la humanidad. Interpretarla requiere una mirada conjunta entre la vista, la mente y el corazón. Cada imagen nos conecta con nuestra humanidad compartida, dibuja los vínculos que nos unen. Un recordatorio de que, incluso en los momentos más mundanos, podemos encontrar belleza en la experiencia humana y conexiones afectivas a través del lenguaje del humor. «Las ocurrencias visuales que inundan sus fotografías despiertan una sonrisa cómplice en el espectador, haciéndolo partícipe del espectáculo de la comedia humana».
Cada sección se conforma con las «impresiones de trabajo», 122 copias de época en pequeño formato positivadas por el autor para la edición de libros o revistas, e «impresiones maestras», 13 copias modernas de gran formato de sus instantáneas más emblemáticas impresas para exhibirse en museos o galerías. Erwitt nunca titulaba sus fotos y se limitaba a identificarlas con la fecha y el lugar. Andrea Holzherr, directora de exposiciones de Magnum Photos, apuntó en la presentación que Erwitt «era un observador fantástico, un mirón callejero que observaba a la gente que observaba cosas. Odiaba hablar de sus fotos y que le llamaran artista. Repetía una y otra vez que él era un fotógrafo».
Con una curiosidad insaciable y una asombrosa habilidad para captar la esencia del momento, Erwitt poseía el don de la observación precisa. Lejos de la planificación y de una metodología inmutable, su obra es también fruto del placer diario de salir al encuentro de la imagen, combinado con una maestría absoluta de la técnica fotográfica. Su pulsión por capturar el instante era guiada por la serendipia –ese hallazgo extraordinario que ocurre de forma casual– y que trasciende la mera fotografía que registra la realidad objetiva.
«Se trata de reaccionar a lo que ves, idealmente, sin ideas preconcebidas. Puedes encontrar imágenes en cualquier lugar. Es simplemente una cuestión de sentir las cosas y darles forma. Sólo tienes que preocuparte por lo que te rodea y tener en consideración la humanidad y la comedia humana», matizaba Erwitt sobre qué le inspiraba a la hora captar ese «instante decisivo», el término acuñado por su mentor y admirado Henri Cartier-Bresson.
En esta muestra, puede observarse cómo encontraba humor en lo peculiar del comportamiento humano, en sus escenas callejeras, en las que configura una especie de comedia costumbrista, «en la intimidad de lo doméstico, en el amor de los amantes, en los acontecimientos históricos que puso en pausa con su cámara y en la extravagancia que derrochaban los perros a los que retrató en incontables ocasiones.
Imágenes que, a modo de diario personal, describen la belleza de la joie de vivre, la vida cotidiana en sí misma. «Hacer reír a la gente es uno de los mayores logros que puede haber. Y cuando puedes hacer reír y llorar a alguien, alternativamente, como lo hace Chaplin, ese es el mayor de todos los logros posibles. No sé si apunto a ello, pero lo reconozco como el objetivo supremo», afirmaba Erwitt.
Son el uso del blanco y negro, junto a la ironía, las señas de identidad de este artista. Aunque una pequeña parte de su producción fotográfica es a color –la más comercial, aquello que consideraba «trabajo»–, según Erwitt, «el color es descriptivo. El blanco y negro es interpretativo». Al blanco y negro le sobran matices, pone énfasis en la luz, las sombras y los contornos. En sus instantáneas, el color se reduce para obtener lo esencial, es reemplazado por diferentes intensidades de tonos, ocultando una cosa y resaltando la otra. El color aporta demasiada información, construye la realidad, casi a modo de espejo, y Erwitt huye de esa intención comunicativa tan directa. La elección de la ausencia de color viene dada porque ofrece «una interpretación más libre, más expresiva y emotiva».
Para este gigante de la fotografía, el valor de una imagen no reside en la herramienta utilizada para llevarla a cabo, sino en la mirada del fotógrafo. Y Erwitt tenía una capacidad innata para proveer al escenario de una lente absolutamente propia.
Atravesando la delgada línea entre fotorreportero y artista, Erwitt documentó algunos de los momentos más decisivos de una era convulsa y cambiante: el Muro de Berlín, la Italia de la posguerra, el caos de Woodstock,...
Erwitt creó algunas de las imágenes más perdurables del fotoperiodismo americano, grandes dramas políticos e históricos de su época. Buen ejemplo de ello es su famosa instantánea en la que Richard Nixon increpa con su dedo a Nikita Khruschev que, sacada de contexto, se convirtió en un icono de la Guerra Fría y fue utilizada como propaganda procapitalista. También captó la famosa fotografía de Jacqueline Kennedy llorando el asesinato de su marido en el cementerio de Arlington en 1963. Y viajó a Cuba en 1964, por encargo de la revista Newsweek, para retratar a los revolucionarios Ernesto Che Guevara y Fidel Castro.
Pero cómo resumir la identidad visual del afamado fotógrafo: «A la poesía de la vida ordinaria añade capas de matices con el uso magistral del blanco y negro. Sintetiza narrativas complejas, con un enfoque optimista, haciéndolas más ligeras, sin renunciar a un planteamiento estético excepcional. Sus composiciones son evocadoras, muestras de equilibrio y de armonía, llenas de significado. Y los encuadres audaces demuestran el talento artístico, pero también la pericia técnica, atrayendo la atención del espectador hacia el punto focal, al tiempo que mantienen esa sensación de calma y serenidad».
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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