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Cambiar minifundistas por ganado, ese era el plan en la Escocia de finales de la Edad Moderna, dominada por la nueva clase pujante de los terratenientes. Comenzaron por las Tierras Bajas, siguieron por las Tierras Altas y a mediados del siglo XIX solo quedaban las islas, de donde también había que expulsar de sus tierras a un puñado de campesinos pobres para dejar espacio para vacas, ovejas o latifundios. Justo en este fotograma histórico arranca esta novela, en lo que podría haber sido un remedo de las películas del Far West de granjeros y ganaderos, y en cambio es una delicada revisión de los efectos de la crueldad socioeconómica y otras violencias –la soledad, por ejemplo– sobre el alma humana.
Autor Carys Daviese
Editorial Libros del Asteroide, 2025
Precio 19,95 euros
Es 1843 y en una remota isla de las Orcadas Ivar, su último habitante, lleva una existencia ruda pero autosuficiente. Hasta que un día descubre en la playa los restos de lo que cree un naufragio. Poco después aparecerá el náufrago: un joven con el ... que le es imposible comunicarse, pues hablan idiomas distintos. Ivar lo acogerá en su casa y le ayudará a restablecerse. Todavía no puede ni sospecharlo, pero ese hombre, el clérigo John Fergusson viene con una misión: desalojar la isla, y dejarla despejada para dedicarla al pastoreo.
Con esta historia en apariencia sencilla Davies ha conquistado a los lectores británicos, fascinados por esta suerte de 'Escocia vaciada' a la que los cambios contemporáneos –la iglesia también está en plena crisis, lo que ha obligado a Fergusson a aceptar un trabajo tan denigrante– convertirán en irreconocible.
Pero será el tratamiento de la soledad y la socialización –junto al papel de Mary, la esposa del clérigo, que no se va a quedar de brazos cruzados– la que confiera especial encanto a esta historia de una amistad imprevista.
Si además tenemos en cuenta que el lenguaje, con dos personajes incapaces de comunicarse, es otro tema capital de la novela, el éxito arrollador de Davies se comprende enseguida: en cuanto el lector se adentra en una prosa que en realidad esconde pura poesía: «Había en su idioma una palabra que describía el cubrirse y descubrirse una roca en el mar, con el oleaje». O también «Otra palabra (…) se usaba cuando uno notaba que había un pez tirando del extremo del sedal, que también podía referirse a 'una leve impresión o intuición de algo'».
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