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Detalle del mapa del Beato de Saint-Sever donde aparecía el nombre de Cantabria. DM
La escritura como acontecimiento
Episodios regionales

La escritura como acontecimiento

Se ha cumplido medio siglo del artículo de Joaquín González Echegaray en una revista vizcaína acerca de la polémica sobre los límites de Cantabria que tuvo lugar desde finales del siglo XV hasta los del XIX

Viernes, 14 de febrero 2025, 07:18

Se acaban de cumplir cincuenta años de la publicación por Joaquín González Echegaray (1930-2013) de un interesante artículo: 'Algunos aspectos menos conocidos de la polémica sobre los límites de Cantabria'. El texto apareció en 1974 en una separata de la revista del Centro de Estudios Históricos de Vizcaya, al abrigo de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, venerable entidad fundada en Azcoitia en 1765, en una época en que muchos vascos creían descender de los antiguos cántabros.

Mencionamos esta efeméride bibliográfica porque, sin duda, los episodios del nombre deben figurar entre los acontecimientos más relevantes de la historia de lo que hoy llamamos 'Cantabria'. Un nombre que figura entre los pocos que en la geografía política de Europa y Oriente Próximo se mantienen incólumes, sin traducción ni modificación ni desaparición, después de dos milenios. Pero precisamente esa longevidad incrementó la probabilidad de múltiples peripecias en su atribución.

El ascenso de Castilla desde el siglo XI y las tesis navarro-cantabristas de las grandes crónicas del XIII fueron precondiciones para que el vasco-cantabrismo pudiera prosperar a partir de los Reyes Católicos

Echegaray resume con magnífica concisión el estado de cosas: «La polémica se ha centrado principalmente en torno al problema de si las tres provincias vascongadas estaban o no incluidas dentro de la demarcación de la Cantabria primitiva, o si ésta se reducía a la actual provincia de Santander y las zonas marginales de sus provincias colindantes. En ocasiones la discusión ha afectado también a Navarra y Logroño». E indica también que es una polémica que comienza en el siglo XVI y que se adentra en el siglo XIX, aunque ya a finales del XVIII hubiera debido darse por resuelta, en favor del montañés-cantabrismo.

El historiador halla los jalones principales en Esteban de Garibay, guipuzcoano que se declara 'cántabro de nación' en su historia de España en tiempos de Felipe II; en el agustino Enrique Flórez que en 1768 desmiente todas las tesis vasco-cantabristas; y en la monumental y erudita 'Historia general del Señorío de Bizcaya' de Estanislao Jaime de Labayru en torno a 1900, que descarta ya por completo que las provincias vascas hubieran pertenecido a la antigua Cantabria.

La identificación del País Vasco con Cantabria no es anterior al final del siglo XV. Es entonces cuando Gonzalo de Arredondo y Alvarado, abad de San Pedro de Arlanza, lo hace en 1490 en su 'Recopilación de los Fueros antiguos de Vizcaya'. De ahí vendrá una eclosión con historiadores como Florián de Ocampo y otros muchos, hasta generar una poderosa corriente en los siglos XVI y XVII, en la España de los Austrias. En otro momento trataremos de estos procesos, pero ahora quizá merece la pena detenerse en por qué, desde la época de los Reyes Católicos, ha podido ser verosímil para muchos la tesis vasco-cantabrista. De Arredondo a Labayru, cuatro siglos.

Dos de las representaciones icónicas más antiguas que conservamos en las que figuran insertos los símbolos de escritura latina con el nombre 'Cantabria' son de mediados del siglo XI. Se trata de una lámina de marfil del arca-relicario de San Millán, que recoge el episodio de la destrucción de Cantabria por Leovigildo según la biografía del santo escrita por un obispo de Zaragoza, Braulio; y del mapamundi de la copia de Saint-Sever (en Francia al sur de Mont-de-Marsan) de los comentarios de Beato de Liébana al 'Apocalipsis' de San Juan, manuscrito que se encuentra en París en la Biblioteca Nacional. La 'Cantabria' de ambos es de atribución dudosa: la primera podría referirse a una localidad del tal nombre frente a la actual Logroño (o según otras interpretaciones ser una mezcla con la conquista de Amaya por Leovigildo, pero para eso tenemos que explicar por qué en otras partes Braulio menciona Amaya expresamente y no la funde con Cantabria; en fin, teoría interesante, pero necesitada de más prueba); la segunda, con cierta probabilidad, se refiere al reino que luego ha sido de Navarra, y que se 'cantabrizó', por así decir, al conquistar la Rioja alta y situar la capital pamplonesa en Nájera.

Por ello dos grandes cronistas medievales de mediados del siglo XIII, el obispo Lucas de Tuy y el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, señalaron al rey navarro Sancho el Mayor como 'rex cantabrorum' o 'rex cantabriensis'. En una época en que la mayoría no sabía leer, estas crónicas generales de la baja Edad Media, a las que habría de seguir pronto la de Alfonso X el Sabio, eran creadoras de opinión en el pequeño estrato alfabetizado de clero y nobles. Como el primer reino asturiano de cierta entidad había llegado hasta Álava, las referencias de las crónicas astures a algunos antecedentes cántabros no eran del todo incompatibles, en aquellos siglos de información azarosa, con la atribución de 'Cantabria' a las tierras del Ebro alto en Rioja. Pues hasta las más antiguas fuentes clásicas indicaban que los cántabros vivían en torno a las fuentes del Ebro.

La consolidación y ascenso de Castilla a partir precisamente de mediados del siglo XI tuvo que ser motivo adicional para mantener en cierto limbo el nombre de 'Cantabria', pues a un lado estaba el reino de León y al otro el reino de Pamplona (cuyo largo guantelete quería tocar Pisuerga). 'Cantabria' quedó disponible como evocación histórica para justificar derechos de autonomía fiscal y jurídica, ya que de las fuentes clásicas quedaba la imagen de bravura. En Navarra, como identidad soberana; en los territorios vascongados, como vindicación ante su rey, el de Castilla. El vasco-cantabrismo, como han señalado algunos investigadores, perteneció al 'constructo foral vasco', y por ello la obra de Flórez le resultó inmediatamente traumática.

Echegaray escribió su artículo solo diez años después de que Tomás Maza Solano hubiera realizado un estudio, publicado por la Diputación Provincial, sobre la conveniencia de bautizar como 'de Cantabria' la entonces provincia 'de Santander', intento intelectual y oficial de 1964 que, sin éxito en ese momento, triunfó en 1982 de una manera aún más rotunda.

Estos vaivenes de 'Cantabria' registraron muchas complejidades que solo pueden desgranarse con más espacio, detenimiento y documentación. Pero al mismo tiempo vuelven fascinante una trayectoria jalonada por tantos episodios que tuvieron lugar, esencialmente, en escritorios e imprentas, pero influyeron en cómo la gente se percibía a sí misma en perspectiva temporal significativa. Y es que la escritura es también un acontecimiento histórico.

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