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En su mirada sobre el mundo late siempre el inconformismo. Una voluntad de extrañeza. Y una clara intención de escarbar para dejar en evidencia a la superficie y sus reglas. La suya es una escritura combativa, desde y con las palabras, con vocación de agitar y un estilo que parece ir desvelando las cosas. Sin subrayados ni ornamentos. Con ese deslumbramiento de lo elegante e impecable que elude la primera impresión y ahonda en cada invitación a desvelar las dimensiones de lo innombrable. Eva Baltasar, la autora de 'Permafrost', ha regresado tras su tríptico sobre la maternidad (y muchas más cosas), configurado por el título anterior –más 'Boulder' y 'Mamut'– con una obra sobre la fragilidad, la violencia y la supervivencia, de desamparo, desgarro y grito, de desesperación y precariedad, pero también de lucha y de lucidez. Es 'Ocaso y fascinación'. La voz discurre en los márgenes. El retrato de una joven pedagoga que tras quedar a la intemperie inicia una nueva vida como limpiadora de casas. Eva Baltasar no ha cambiado. En eso que llamamos estilo, la autora se revela libre, desprendida de ataduras, despojada de fronteras y etiquetas. La suya es una consistente y persistente perspectiva que está por encima de un argumento, de una historia. Su objetivo: encontrar un lugar en el mundo. Exploración y envoltura son las notas más insistentes de su partitura y tras ellas suena un himno desgarrado tan envolvente como fluido que deja en la lectura una cómplice sensación de haber tomado un tren seguro con destino incierto pero de necesario trayecto. «Pensé en habitaciones, en dinero, en el móvil, en la maleta. Y todo daba vueltas sin absorberme por fin, solo me mareaba. Entré rápidamente en el lavabo y me arrodillé enfrente del váter para vomitar mucho más que el almuerzo: la angustia y la desesperación, el pánico a la intemperie».
Autora: Eva Baltasar.
Editorial: Random House, 2024.
Páginas: 128.
Precio: Precio: 17.95 euros.
Desde la invisibilidad, en esos dos tiempos ante la vida, en lo crespuscular y en lo oscuro y, del otro lado, en el relámpago que no ciega sino que proporciona una iluminación letal, Eva Baltasar sitúa la voz de su criatura, si acaso la propia textura de la escritora, con una compleja sencillez al encarar su estado de las cosas. Y así reza la llamada editorial: «Tienes un trabajo precario, una habitación realquilada y un título que acredita que eres de las que no pueden caer. Pero caes. Sin preaviso, el riesgo entra en tu vida. De un día para otro, todo lo que no te podía pasar sucede: te quedas sin techo, sin trabajo, y te parten la cara. Ahora la vida ya no va de creerse las reglas. Ahora eres tú la que fabrica el engaño. Entrarás en las casas de los demás. Creerán que has venido a limpiarlas. Creerán que has venido a hacerles la vida más amable. Pero te has convertido en el lobo feroz, porque ya no tienes nada que perder». Finalista al Booker Internacional 2023, la narradora (Barcelona, 1978) se ha adentrado en apariencia en otro microuniverso, pero es fiel a su embalaje formal, a esa capa obsesiva, a esa capacidad inherente a las palabras para incomodar, para no dejar ningún resquicio a la zona de confort, al eufemismo.
Quizá sea fácil la asociación, pero la Eva Baltasar poeta asoma en la entraña de la narradora sin que ello suponga un disturbio o una estridencia, tampoco una escisión en las costuras de una prosa que tan pronto sabe ser precisa y lacerante como visceral e implacable en lo reflexivo. En 'Ocaso y fascinación' puede leerse: «Nuestro origen está en el núcleo de un universo concéntrico. Un útero dentro de una mujer dentro de una casa. Una casa dentro de una población dentro de unas fronteras. Mitad realidad, mitad fabulación. Creer en la ficción es tan esencial como experimentar la realidad. Aporta consistencia al sentimiento y, en aquel momento, yo valoraba uno por encima de todos: la seguridad enclavada en el presente como una espada, desvinculada de toda promesa o posesión». El Ocaso desde el yo, «Tengo casa nueva»–que abre el libro– y «María no es una mujer como las demás» –que inicia la Fascinación, flanquean la división del libro, aunque el lector puede indagar y dejarse mecer por el flujo de la prosa exquisita de Baltasar. La narradora de 'Boulder', que en su juventud limpió casas y durmió dos noches en la calle, logra un equilibrio de oscuridad y alumbramiento, en el se pasean como funambulistas lo inquietante, la desnudez existencial, la intemperie. «La violencia toma muchas formas (escribe en la 'segunda parte', que no es tal, de su libro). Puede ser la bomba que explota, el arma que apunta, la cuerda que se tensa. Puede radicar en la voluntad de quien la ejecuta o en los ojos de quien la presencia». La inseguridad, el sistema, la ciudad, la joven que pierde piso y trabajo. Y tras ese decorado, aflora el simbolismo, 'misticismo', el umbral o la despedida de una civilización. «La vida se desnudó delante de mí y era perfecta, porque era sencilla. Yo la elegí, ella me quería. Me amorré al trabajo nuevo como si fuera un manantial de leche allí donde todo era salado».
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