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Ante mi vista tengo dos libros, dos gruesos tomos de una apasionante historia, uno blanco y el otro negro. Ambos tomos nos cuentan de maneras diferenciadas un mismo relato. Bajo la común leyenda de 'MAScolección 2021', el blanco se titula 'Estudios y Reflexiones' y el ... negro, más grueso, 'Catálogo Sistemático'. Los dos forman un mismo corpus. Su peso, no precisamente físico, que es mucho, sino intelectual, que es muchísimo, y su trascendencia, el trabajo arduo e intenso, es de una importancia tal que para sí quisieran muchos detractores incapaces de entender las justas obligaciones que tiene todo museo que se precie. En el aire quedan sus peyorativas críticas y, venturoso, el aire se las lleva, por su levísimo peso
Tener los dos volúmenes delante de mis ojos me ha obligado a echar la vista atrás, a aquellos años ochenta, cuando tuve la alegría de dirigir el Museo Municipal de Bellas Artes, que así se llamaba el actual MAS. Ángel de la Hoz, como fotógrafo, y yo mismo hicimos un libro-catálogo del museo en 1981, editado por Estvdio. Desde ese momento establezco el paralelismo de dos instituciones que he conocido bien, con el fin de retratar la apatía histórica de Santander, en actual proceso de corrección. Vaya por delante que este novísimo catálogo del contenido museístico del MAS me ha dejado asombrado, por la cantidad y calidad de la colección artística que ha alcanzado a lo largo de los años, como por su intensísima actividad expositiva.
En la primera institución, aquel Museo de Prehistoria de Puertochico, dirigido por Miguel Ángel García Guinea, de bendita memoria, inicié mis primeros estudios. Sus instalaciones y su museografía dejaban mucho que desear, pero el espíritu de trabajo que allí se respiraba, suplía las carencias y superaba todas las dificultades. Hoy se puede decir que las almas que lo alentaron van a poder descansar tranquilas y sonrientes, pendientes nosotros de unas dificultosas obras de cimentación, obras que auguran un preciado continente para un contenido de importancia mundial.
En la segunda entidad, la que nos ocupa ahora por estos dos magníficos volúmenes, el MAS, ejercí mi primer trabajo profesional, sucediendo en la dirección a José Simón Cabarga en 1979, con quien antes colaboré en exposiciones, trabajos que me permitieron conocer sus colecciones. En estos dos volúmenes queda transparentado el arduo transcurrir del siempre renqueante museo. A pesar de las penalidades del viejo MAS, el relato que nos ofrecen ambos volúmenes, incluyendo ahora el maldito incendio que casi pudo destruir totalmente el edificio de Rucabado en 2017, nos permite hablar de una nueva vida más esperanzadora, pendiente también de terminar unas instalaciones, que deberán dotarse de todos los servicios museísticos necesarios y obligados, además del personal suficiente, justo y también obligado, cuya carencia ha marcado la vida del museo desde antaño.
Conozco desde dentro ambos casos y he querido dar de esta forma, en tan poco espacio, una expresión del paralelismo que los dos museos más importantes y únicos de la región han tenido, nacidos casi juntos en los albores del siglo XX, pero con vidas separadas a través de trayectorias maltrechas, siempre atribuladas. Ahora los dos están a punto de revivir una vida mejor, cada uno con sus muy diferenciadas personalidades, pero ambos, como reconocidos decanos de la vida cultural de nuestra región, insertos, eso sí, en un conjunto más amplio de centros artísticos de nuevo cuño, del que no son ni deben ser satélites, porque cada cual tienen sus propias actividades, sus destinos diferenciados, sus quehaceres específicos.
Sé muy bien que no es tiempo de medallas, sino de reflexión, pero no por ello debo dejar constancia de mi agradecimiento a todas aquellas personas e instituciones que han contribuido a salvaguardar y mejorar la historia, no ya del Mupac, por supuesto, sino del MAS, institución que principalmente nos ocupa ahora orgullosos. La lista va desde aquellos políticos y gestores que sabemos que en épocas pasadas se han preocupado por ella, además de los que actualmente lo hacen, entiéndase Ayuntamiento de Santander, con su alcaldesa, Gema Igual, al frente, hasta las personas concretas que han hecho posible esta publicación, relación que encabeza Salvador Carretero, su equipo y colaboradores. Hago también especial mención a AmigosMAS, con su presidente Domingo de la Lastra, auténticos amigos sinceros y compañeros incansables todos de la travesía museística, por ser una herramienta imprescindible en su actividad. Me es imposible dejar de nombrar a la Fundación Caja Cantabria, verdadero amparo y sostén del MAS en el peor momento, institución personificada en su director Juan Muñiz y su equipo de trabajo y, cómo no, a José Luis Fernández, de Comillas Inmobiliaria, generoso mecenas de esta excepcional publicación, al que aplaudo por ello muy expresivamente. No quiero olvidarme finalmente de María José Arce, excelente diseñadora, que ha sacado adelante tan magnífica publicación.
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