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Nombrar a Susan Sontag y asomar el hecho fotográfico. En esa ecuación surge una Colección de monografías, una serie diferente de fotoensayos que es fruto de la personalidad de un sello editorial, Tres Hermanas, fundamentado en la mirada delicada y en la edificación de proyectos sutiles. La Colección Susan Sontag es, además, un reflejo sólido de la dignificación de la fotografía como lenguaje y expresión, en este caso asociada a connotaciones literarias a través de la metáfora, la interpretación y el simbolismo. La apuesta de 'tres hermanas' es un homenaje a la fotógrafa y escritora para provocar «una suerte de disparo emocional, una forma de apropiación similar al efecto de disparar una foto que nos congela».
En su ensayo 'Sobre la fotografía', puede leerse que «esas imágenes son de hecho capaces de usurpar la realidad porque ante todo una fotografía no es solo una imagen (en el sentido en que lo es una pintura); una interpretación de lo real: también es un vestigio, un rastro directo de lo real, como una huella o una máscara mortuoria». En la intención de la editorial estriba el dejar una huella, «inducir al ojo del lector a mirar con los nuestros concediéndole el protagonismo de la univocidad».
Cristina Pineda, fundadora y editora, sembró las señas de identidad de este territorio con el deseo de publicar los libros bajo una mirada única, inspirada por Sontag y su deseo de colonizar con la fotografía, de conquistar terrenos antes no revelados, de apresar el tiempo y agarrar la vida en un instante, devolver a la literatura la eternidad de las horas que dura la lectura de un buen libro. El primer sello en publicar los diarios íntegros e inexpurgados de Virginia Woolf, traducidos por la Premio Nacional de Traducción Olivia de Miguel; más todas las cartas de Sylvia Plath, y el único cuento escrito por Gertrude Stein, 'El mundo es redondo', por ejemplo, añadió el pasado año a sus colecciones de cuentos y de ensayo (Clepsidra) la de fotografía. El segundo volumen se ha plasmado en el fotolibro de David Robles (Cádiz, 1971), con prólogo de Darío Adanti, 'Al final todo llega'. Un viaje interior y un tránsito de luz a través de lugares vacíos o en ruina, abandonados, como desmayados en silencio, que en su registro revelan las huellas del pasado en su tránsito hacia otra estancias de vida.
La Colección de monografías, no obstante, arrancó con 'Minbizia Un viaje a través de la enfermedad', el testimonio que dejó la fotógrafa Olatz Vázquez en sus redes, plasmado en un fotolibro que reveló tanto su talento artístico como su férrea voluntad de explicar qué es el cáncer. La joven vasca, se había convertido en un símbolo de la lucha contra la enfermedad desde que decidió mostrar su experiencia. En las imágenes, retrataba «su viaje por la enfermedad; por la pérdida del cabello y su crecimiento; por las sesiones de quimioterapia y las eternas horas de espera en el hospital; por los kilos de menos en el cuerpo. Una enfermedad a la que hubo que sumar la pandemia y sus estragos, las largas esperas en los hospitales».
En el caso de David Robles, licenciado en Económicas y con un amplio historial laboral en ese ámbito, lleva toda una vida fotografiando lugares abandonados y ruinas. El disparo emocional de 'Al final todo llega' comparte miradas y lugares a través de un viaje por unos decorados en pleno tránsito hacia no se sabe muy bien qué. «Uno podría pensar al contemplar las imágenes que el destino es aciago y desolador. Él no duda en afirmar que el mensaje implícito es la recurrencia, la continuidad». En sus composiciones asoman: solares vacíos, restos y ruinas, escombros, objetos, sitios olvidados que conservan apenas el nombre, vías y asfalto, paredes, muros, pintadas, objetos y muñecos abandonados, un sanatorio, una estación, una fábrica... convertidos en una arqueología de la nada que, paradójicamente, presagia otra vida. «Llevo 20 años entrando en este tipo de espacios y, cada vez que tengo oportunidad de hacerlo en uno nuevo, me imagino a las personas que por ahí pasaron. Aparecieron, evolucionaron, divagaron y hoy se encuentran en alguno de los nexos intracerebrales a los que llevan esas conversaciones tan propias de la gente que vamos cumpliendo una cierta edad».
La sucesión de sus fotografías incita a pensar en una idea cortazariana de que «las cosas y los paisajes son según los miramos». Tienen vida propia y bajo una aparente decadencia se esconde la felicidad de quienes los disfrutaron en primera instancia y dejaron en ellos su huella para que otros la pisen y un camino para que otras personas lo recorran. Una felicidad transitoria entre su punto de partida y su fin último. No es hueca porque con el tiempo vuelve a cobrar vida bien sea gracias al ojo del que todo lo ve, el fotógrafo, o del mero espectador».
Autor David Robles
Editorial Tres Hermanas, 2023
Páginas 280
Precio 36,99 euros
Robles confiesa que cuando ha enseñado estas fotos a lo largo de los años, «a menudo me preguntan y se sorprenden por la ausencia de personas, de vida (me dicen), de alegría. A mí, sin embargo, me deja perplejo que no sean capaces de verla, de no encontrar cómo la vida se abre paso siempre, en cualquier medio, en cualquier entorno, en cualquier situación». En su texto', La segunda ley es la culpable', Darío Adanti (Buenos Aires, 1971), que habla de entropía, uno de los creadores de la revista satírica Mongolia, creador de personajes como 'El Hombre Gato', sostiene que las fotos de David son «un instante congelado en el tiempo del paso mismo del tiempo».
Una instantánea de cuando ese ente físico ordenado y útil ha empezado a desordenarse y sus partículas ya pujan por separarse y ocupar todo el espacio disponible. Adanti, que habla de la medida del desorden de un sistema, define y fija lo «cautivador» de las fotos de Robles: «En ellas percibimos un instante incluso más efímero que la vida del ente físico retratado, percibimos ese preciso momento donde conviven en él, en su decadencia, en su destartalamiento, el orden del que proviene y el caos de su destino natural inevitable. El esfuerzo humano por organizar los átomos y darles un sentido y una utilidad, y su derrota inevitable: ese final que, al final, siempre llega».
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