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Su participación en la narrativa del arte posterior a la II Guerra Mundial, su capacidad de reinvención vital y cultural y, por ende, su construcción de una forma novedosa de expresión artística constituyen los mimbres de una obra esencial en el arte contemporáneo. Una trayectoria de más de cuatro décadas marcada por un profundo compromiso con la plástica, pero también con la investigación, la innovación y la docencia. Tras esta mezcla de fundamentos creativos, ejes y decisiones se halla la figura de Gertrud Goldschmidt (Hamburgo, 1912-Caracas, 1994), conocida como Gego. Considerada una de las artistas más significativas de la escena latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, su trayectoria artística «traza un camino marcadamente individual que se resiste a cualquier categorización». Ahora, bajo el epígrafe 'Midiendo el infinito', el Museo Guggenheim Bilbao permite conocer de manera global la dimensión y trascendencia de su obra y legado a través de una muestra ingente que puede verse en el centro de arte bilbaíno hasta febrero de 2024, tras su paso por São Paulo, Ciudad de México y Nueva York. Organizada de forma cronológica y temática, la exposición analiza las aportaciones formales y conceptuales de la artista a través de su obra de «formas orgánicas, estructuras lineales y abstracciones modulares».
Son 150 esculturas, dibujos, grabados, textiles, publicaciones o fotografías, la exposición muestra los distintos contextos artísticos latinoamericanos que atraviesa la extensa carrera de Gego y sus rupturas e intersecciones con movimientos como la Abstracción Geométrica y el Arte Cinético. El Guggenheim Bilbao exhibe 'Midiendo el infinito', a modo de retrospectiva y «visión integradora del trabajo de la artista y su singular enfoque del lenguaje de la abstracción. Gego exploró cuestiones relacionadas con las formas geométricas, los efectos ópticos, la tensión o la gravedad en una búsqueda de sistemas con los que «aprehender el propio espacio a través de un lenguaje abstracto». Su creación más conocida, la 'Reticulárea' (1969–82), constituye una importante aportación —aunque no la única— a la escultura moderna latinoamericana. La muestra reúne una reveladora selección de esculturas, instalaciones, dibujos, libros de artista, piezas textiles, grabados o proyectos públicos, que se complementa con bocetos, documentos y fotografías.
Geaninne Gutiérrez-Guimarães, comisaria de la exposición del Guggenheim, explica: «Artistas como Soto, Otero o Cruz-Diez se van de Venezuela a París para aprender el arte internacional y traen todo eso a Venezuela, lo que es una gran diferencia con lo que aporta Gego, que ya tenía su formación alemana como arquitecta e ingeniera cuando llegó al país huyendo del Holocausto. Ellos, que la veían más bien como una profesora, conformaban una versión propia del arte cinético de Europa. Gego nunca se consideró parte de ese movimiento, pero sí que estaba en esa escena artística».
Una obra, que presentaba influencias constructivistas, se basaba ante todo en la línea, ya fuera dibujada sobre papel o trazada en el espacio, con metal. Tras una breve etapa más cercana a la figuración, ya desde la segunda mitad de los años cincuenta empezó a experimentar con los trazos paralelos, desde los presupuestos de la abstracción geométrica. «En la muestra se ve que esa época de los años cincuenta y sesenta se vincula al cinetismo, pero al final de los sesenta ya cambia a otras cuestiones», apunta la comisaria.
La muestra incluye cerca de 150 objetos que datan de los inicios de la década de 1950 y llegan hasta el comienzo de los años noventa.
Gego nace en el seno de una familia alemana judía y se forma en arquitectura e ingeniería en la Technische Hochschule Stuttgart (actualmente, Universidad de Stuttgart). En 1939 huye de la persecución nazi y emigra a Venezuela, donde se asienta definitivamente y en 1953 inicia una carrera dedicada al arte que se prolonga durante más de cuatro décadas. En sus obras en dos y tres dimensiones, que trabaja en diversos medios, la artista explora la relación entre la línea, el espacio y el volumen. Su compromiso con otros campos relacionados, como la arquitectura, el diseño y la educación, complementa su investigación.
La muestra en Bilbao supone llamar la atención sobre una importante artista del siglo XX que en los últimos tiempos estaba «algo eclipsada» por sus sucesores inmediatos. «Las artistas mujeres, y más las de Latinoamérica, siempre se han tratado de manera marginal en la narrativa del arte», recuerda Guimaraes, quien subraya la colaboración de la Fundación Gego, dirigida por los hijos de la artista, en la exposición. «Por eso es importante traer al frente la historia de Gego y explicar cómo ella forma parte de la narrativa del arte posterior a la II Guerra Mundial».
La muestra traza un periplo que se abre en las Primeras Obras (1951–55). A partir de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela experimenta profundos cambios económicos, políticos y sociales. En 1939 es uno de los principales países exportadores de petróleo y, gracias a la floreciente industria petrolífera y al apoyo económico de EE UU. Gego inicia una nueva vida en su país de adopción, donde a principios de la década de 1940 empieza a trabajar por libre en despachos de arquitectura y estudios de urbanismo de Caracas. En 1953 abandona esta práctica y se consagra plenamente a la creación artística cuando se traslada al pueblo de Tarmas, cerca de la costa caribeña venezolana. Es ahí donde empieza con la representación del paisaje, las formas arquitectónicas y la figuración.
En datos 'Gego. Midiendo el infinito'. Fechas: Hasta el 4 de febrero de 2024. Comisaria: Geaninne Gutiérrez-Guimarães.
Contenido Organizada de forma cronológica y temática, disecciona las aportaciones formales y conceptuales de la artista germano-venezolana. Son 150 esculturas, dibujos, grabados, textiles, publicaciones o fotografías enmarcadas los distintos contextos artísticos latinoamericanos.
En 'Líneas paralelas (1957–67)' se revela cómo Gego adopta los conceptos de la Abstracción Geométrica venezolana, que se caracteriza por las formas, líneas y colores puros, y por un orden geométrico. Hace lo mismo con el 'Cinetismo'. Hacia 1960, Gego comienza a experimentar con los efectos ópticos de la oscilación y la vibración y sintetiza sus exploraciones en torno a la luz, el movimiento y el espacio. El 'Taller de litografía Tamarind y estudios sobre retículas (1963-70)' exhibe las obras que reflejan los importantes desarrollos logrados por Gego entre 1963 y 1970 en su experimentación en varios medios.
Aunque Gego había visitado EE UU por primera vez en 1959, ahora viaja con mayor frecuencia y en 1963 y 1966 recibe sendas invitaciones para asistir al Taller de Los Ángeles, donde produce un sólido conjunto de estampas y libros de artista.
En 'Chorros, Troncos, Esferas y otras tipologías en retícula (1969-88)' se presenta una una selección de esculturas colgantes que sintetizan la noción de un «mesurado infinito», un oxímoron poético que emplea el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada en su poema 'Variaciones sobre reticuláreas' (1979), en homenaje a Gego. «Evocando la experimentación de la artista en torno a la estructura, el espacio, la luz, la sombra, la línea y la retícula, el poema interpreta el espacio infinito como elemento finito y limitado, a la manera de un intento simbólico (y paradójico) de medir el infinito a través de las propias formas de Gego». Hay también lugar para los 'Textiles (1956-88)' donde plasma el interés de la artista por el concepto y el acto de tejer está presente en su lenguaje artístico y los 'Dibujos sin papel (ca. 1976-88)' que constituyen uno de los conjuntos de obra más complejos de Gego a nivel conceptual y suponen un punto de inflexión en su evolución artística. Y, finalmente, 'Tejeduras, Bichos y Bichitos (1987-91)', sus últimas obras, que retomando el trabajo sobre papel a medida que su edad le impide manipular metales y otros materiales rígidos. Una artista, curiosamente, que siempre rechazó el término esculturas y prefería referirse a su obra como «dibujos en el espacio».
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