Geografía del nómada

Campana, pese a lo sonoro de su nombre, supone un hallazgo enorme de Vico, como personaje y como personalidad histórica. Y es que la oscuridad que rodea a su figura, con datos tan escasos como contradictorios, parece realizada a propósito para «confundir a los biógrafos», un poco al estilo de James Joyce.

Y es que el Campana de Vico se entregará de cuerpo y alma a la poesía por la sencilla razón de que ha sido desterrado de su propia vida. Incómodo en cualquier papel, extraño incluso entre los suyos y en su familia desde la infancia, los fracasos académicos, profesionales y hasta militares –suspende los exámenes para sargento– no son sino hitos de un camino que conduce irremediablemente al fracaso, ese que en el salto entre los siglos XIX y XX habitaba en los márgenes del mundo, en las profundidades tabernarias, en la vida bohemia y licenciosa y, pero aún para Campana, en los sanatorios y en los manicomios. Así, la única luz que guía su existencia, con permiso de una Sybilla que se antoja prima hermana del claro de luna becqueriano, es la poesía. La poesía como camino vital, como redención y meta, como única obsesión de una vida calcinada por la imposibilidad de adaptarse a un mundo en el que los demás leen la 'Gazzetta dello Sport' y piensan que no tiene sentido «organizar una carrera que empieza y acaba en el mismo sitio, en lugar de avanzar en línea recta, como Dios manda».