Giovanni Anselmo, más allá del horizonte

Jannis Kounellis, uno de los fundadores del arte povera, fue el encargado de dirigir en 2009 el Taller de arte de la Fundación Botín, en el ya desaparecido espacio de Villa Iris, en Santander. Antes el Palacete del Embarcadero acogió el iglú realizado ad hoc para el espacio portuario por el histórico artista Mario Merz. Desgraciadamente, tras su montaje expositivo, la obra desapareció y no se supo el destino final de los materiales. El Guggengeim Bilbao acoge desde hace una semana una muestra de Giovanni Anselmo, bajo el epígrafe 'Más allá del horizonte', que podrá verse hasta mayo. El artista de Borgofranco d'Ivrea, 1934, fallecido en Turín el pasado año, es precisamente un referente clave del arte povera aunque trazó una carrera «eludiendo cualquier etiqueta o clasificación». El museo bilbaíno, mientras, presentaba ayer 'Signos y objetos. Arte Pop' de la Colección Guggenheim, compuesta por 40 obras clave de los autores más representativos y una selección de propuestas contemporáneas que amplían el legado de ese movimiento.

En el caso de Anselmo, el artista estuvo profundamente involucrado en la concepción de la exposición que se exhibe ahora en Bilbao, hasta apenas unos días antes de su fallecimiento el pasado mes de diciembre. Por eso, el objetivo reflejado ahora en el proyecto es el de «transmitir con fidelidad la profundidad de su vitalismo, la grandeza de su legado y el sentido de su aportación». Giovanni Anselmo pertenece por edad y por convicción a la generación de los 1960, «cuando en los círculos artísticos se vivía una atmósfera de cambio que anticipaba el advenimiento de un nuevo humanismo propiciado por el agotamiento del paradigma determinista que había dominado la cultura occidental por más de un siglo».

Comisariada por Gloria Moure la muestra revela que «el espacio, el tiempo, la orientación, los campos magnéticos o las fuerzas gravitacionales del planeta» son los temas recurrentes que definen el vocabulario artístico de Anselmo. Aunque es afín a ciertas inquietudes y reflexiones artísticas de su tiempo y constituye ese destacado referente del Arte Povera, hilvana a lo largo de varias décadas un «corpus artístico al margen de estilos o tendencias».

En 1965 Anselmo experimenta la disolución de su «propia sombra en el infinito» en la cima del volcán Estrómboli, «tomando consciencia de ser parte de un universo en constante transformación, lo que le lleva a presentar la realidad a través de los materiales y las acciones que pueden ocurrir por la interacción con las personas que las contemplan o con las fuerzas de su entorno».

Anselmo invoca «energías invisibles y universales para idear piezas que tienden un puente entre lo visible y lo invisible, entre la realidad cotidiana y las fuerzas que determinan el mundo».

La propuesta es un recorrido o viaje que conecta entre sí, de una manera diversa, las obras más emblemáticas de su trayectoria con otras de ubicación específica, y constata la poderosa relación que se crea entre las obras de Anselmo y el espacio arquitectónico en el que se exhiben.

Las más de 40 obras –entre dibujos, esculturas, fotografías, proyecciones y obras de ubicación específica– suponen un itinerario por el enfoque creativo de un artista que presenta, de forma activa y perceptible, las energías circundantes y el carácter inconmensurable de las fuerzas y las dinámicas que rigen el universo. 'Más allá del horizonte permite conocer la gran diversidad de medios y materiales con los que trabajó este artista italiano.

La exposición se hace eco de aquella reveladora experiencia que vivió el artista en la cima del volcán y que influyó radicalmente en su obra. Una vivencia descrita poéticamente: «Cuando los tempranos rayos de sol que apenas despuntaban en el horizonte proyectaron su sombra en la inmensidad del cielo, el artista tomó conciencia de ser parte integrante de un infinito universo en constante transformación». A partir de ahí, centró su interés en el orden y el curso cíclico de los fenómenos naturales. A través del uso de materiales ya existentes, «ideó piezas que presentan, de forma activa y perceptible, tanto las energías latentes que nos rodean aquí y ahora como el carácter inconmensurable de las dinámicas que rigen el cosmos. Sus obras se sitúan en una frontera fascinante entre lo visible y lo invisible».

'Interferencia en la gravitación universal', 'Entrar en la obra' o 'El panorama con mano que lo indica' son algunas de las obras de la muestra sembrada de conceptos como «inestabilidad, aleatoriedad, indeterminación, interdependencia y complejidad» que adquirieron protagonismo y «llegaron a afectar a los cimientos de todas las disciplinas plásticas». Asimismo, para esa generación de creadores, el arte se convirtió en una poderosa herramienta dirigida a apreciar, medir y comprender el paisaje, además de configurarlo.

Lo que significaba que «la contemplación debía sustituirse por la experiencia, que las obras no podían considerarse independientes de su entorno, y que era más importante la interacción entre las cosas que su sustancia individual». La aproximación creativa de Anselmo se consolidó sobre esos pilares estéticos.

No obstante, inició su trayecto con la práctica del dibujo y la pintura al óleo. Pero tras la experiencia ya narrada del volcán abogó por la presentación de la realidad a través de los materiales y las acciones que pudieran devenir. El punto de partida de la exposición del Guggenheim son precisamente las primeras investigaciones escultóricas que Anselmo realizó tras esa experiencia reveladora. Su foco fundacional radica en desafiar la noción de estructura fija. Ejemplo es 'Sin título' (1966), una fina barra de hierro que, aun manteniéndose en pie, revela su inestabilidad a la mínima vibración. Así, el artista «lograba resistirse a la cristalización de sus obras en una sola imagen u objeto estático ya que las convertía en espacios de encuentro abiertos a la interacción continua con las personas que las contemplan o con las fuerzas de su entorno».

El autor 'usaba' sus obras para abordar de manera sencilla y poética condiciones y relaciones físicas fundamentales, como la equivalencia entre masa y energía o la precariedad del equilibrio, mediante objetos y materiales reales, ya existentes, que revelan una gran ambivalencia: «Hay una parte física y una parte invisible que actúa, que se manifiesta a través de la acción».

En 'Sin título (Estructura que come)' 'Senza titolo (Struttura che mangia), 1968': la caída de uno de los bloques de granito debido a la descomposición de una lechuga «capta una de las formas de transformación de la energía natural, además de revelar la fuerza de la gravedad y aludir al paso del tiempo».

La exposición también presenta a un artista que «poetiza con el lenguaje, que desempeña un papel fundamental en su trabajo a partir de la década de los setenta». Mediante la proyección de palabras como 'detalle', 'todo', 'visible', 'infinito' sobre diferentes lugares: las paredes, el suelo de la galería, el techo, las esquinas, una tubería, un rodapié o la propia figura de los visitantes. «Estos haces de luz solo cobran sentido cuando se encuentran con un cuerpo material, que nos señala que el mundo está hecho de detalles o que algo puede ser aparentemente invisible, aunque exista».

El deseo de estar realmente dentro de la obra de arte y experimentarla como un lugar concreto, más que como un objeto ajeno y la toma de conciencia sobre nuestra forma de percepción vertebran el sentido de la muestra.

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