Gracias por lo vivido

Si hay lecturas que sobrecogen, esta es desde luego una de ellas. 'Cáncer imperator' es la sublimación de una lucha personal contra la enfermedad. La continuación de la guerra por otros medios. Una reconversión vital y emocional que pretende convertir el dolor en arte, por el simple y trágico método de aceptar los ciclos de la vida y, por qué no, también los errores de la naturaleza.

Se trata de una obra póstuma a la que el escritor José Antonio Abella (Burgos, 1956-Madrid, 2024) dedicó los últimos meses de su vida. Curiosamente, «el más fértil de su producción literaria», nos desvela en el texto de la contra Nuria Diez Herrán, médico internista. Diez, además, presenta el libro como «una joya de conocimiento para aquellos que temen al cáncer». Es decir, para todos, porque ¿quién no le teme? No sabemos si Abella lo temía, pero se da la circunstancia de que el escritor era además médico, lo que en su caso casi parece una condena: sabía perfectamente no solo cómo sería cada estadio tras serle diagnosticado un cáncer de colon, sino que conocía de sobra cómo culminaría el proceso.

De manera que, cuando uno se asoma a este libro, a lo que realmente teme es a la carga emocional que porta. Tanta, que podría electrocutar a cualquier lector sensible. Abella, sin embargo, optó por dejar de lado cualquier sentimentalismo y casi parece que quiso darse un capricho. Y es que, con cierto tono de novela juvenil, construye un relato épico, en un tiempo utópico –una suerte de antigüedad clásica pero con nuevas tecnologías–, y ambientado en una cloaca donde habitan los 'intus', los de dentro. Harto de servir al Imperio, el guerrero Tumere se rebela e intenta tomar el poder. Se avecina una cruenta guerra contra los linfostimun, la policía del poder, y el resultado es incierto.

Con la pasión de una novela de aventuras y cierto humor soterrado, José Antonio Abella construye esta alegoría en la que lo corpóreo, invisible en gran medida, se nos explica a través de metáforas sociopolíticas, costumbristas o culturales. Incluye, además, una veintena de ilustraciones realizadas por el propio autor, explorando las posibilidades de intervenir y retocar imágenes generadas por inteligencia artificial.

A medio camino entre la literatura, la divulgación científica y el pensamiento, este pequeño capricho consigue aportar al profano una mirada distinta y, de alguna manera, cierto consuelo para lo inevitable. Le echaremos de menos.

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