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Shilpa Gupta (Mumbai, 1976) nos ofrece en el Centro Botín la exposición 'Yo también vivo bajo tu cielo', un recorrido puntuado por sorpresas, pequeñas de tamaño, pero grandes de contenido. Un recorrido por la palabra y el silencio, por los versos que transmiten emociones que se materializan en los objetos, y por las ausencias, el vacío que ha dejado la desaparición del poeta callado, silenciado.
En toda la exposición hay un marcado interés por materializar lo impalpable, los sentimientos, el tiempo, el vacío. En la pequeña obra 'Visitor Hours' (2021) vemos una porción de la esfera de un reloj, escasa, dura, realizada con munición fundida. Una unión dramática entre el tiempo doloroso de los cuerpos vivos que esperan una visita, y la brutalidad del material simbólico que lo representa, duro, capaz de fracturar el tiempo del encuentro. Su concepción del espacio como algo a la vez fragmentado, íntimo, y abierto al mundo, se expresa en la gran instalación que dialoga con la bahía, 'I Live Under Your Sky Too (Yo también vivo bajo tu cielo)' que parece hecha expresamente para abrirse a este cielo y este mar, al viento, al movimiento de las aguas, a un espacio en el que conviven los sonidos de diferentes lenguas, los vectores de las lejanías que sirven para enlazar en un planeta compartido la soledad y la empatía, lo individual y lo universal.
El visitante se encuentra ante un espacio casi vacío, una exposición en la que las obras son de la misma escala que las cartelas, a veces, bastante más pequeñas, como ocurre con la excelente 'Untitled, Distance Between Two Tears (Distancia entre dos lágrimas)' (2021), un diminuto instrumento torneado de puntas afiladas que señala el espacio que media entre los dos lacrimales de la artista. Un objeto a la vez delicado e hiriente, ambiguo, contradictorio, que nos habla de sentimientos íntimos y de dolor físico. Del vacío insalvable entre el dolor y su expresión material.
Lo impalpable, el aliento poético envasado, lo que queda de la exhalación de un poema, la parte fantasmal de las palabras expuestas en una irónica, a la vez que dramática, estantería, mueble cotidiano en el que se conservan y exhiben las voces calladas, 'Spoken Poem in a Bottle' (2021-2023). Nuevamente la ambigüedad, la vocación de alejarse del mensaje impositivo, para acercarse al mensaje abierto sobre un silencio impuesto. O, tal vez, para señalar la distancia entre el silencio obligado y el implícito en la misma naturaleza de la palabra.
El tiempo, tema fundamental en la obra de Shilpa Gupta, aparece deformado por la materia. Una serie de relojes de arena colocados en posición horizontal, detenidos, formando entre todos una línea vertical que parece sugerir el trasvase imposible de la arena de un reloj a otro. En cada uno de ellos, la estrangulación central se ha declarado en huelga, parece haber optado por darle la espalda a la fuerza de la gravedad. La belleza de la forma perfecta, el equilibrio, la simetría ha sido violentada para dar lugar a esculturas orgánicas, más flexibles, humanizadas, pompas mínimas de vidrio que han decidido saltarse todas las nomas, todo buen comportamiento. Son objetos inútiles que nos señalan la inutilidad de intentar medir el tiempo siempre escaso, perentorio, que nos muestran la sorprendente belleza de la imperfección, juguetona, salvaje, a la vez, que, también, dramática.
Al penetrar en la gran instalación auditiva, y casi visual, 'Listening Air' (2019-2024), no queda más remedio que estarse quieto, esperar a que la vista se vaya adaptando a la oscuridad. Accedemos a un espacio sonoro formado por las canciones reivindicativas de distintos pueblos, de muy diferentes culturas e idiomas, emblemáticas, tan lejanas y, a la vez, tan cercanas. El espacio está casi vacío, pero flotan en el aire objetos que se mueven lentamente a la altura de la cabeza: son altavoces que de forma aparentemente aleatoria te envuelven mientras emiten bellas canciones de protesta ligadas a fuertes sentimientos. Todo se mueve, los pequeños puntos luminosos colgantes van creando un espacio mágico de sombras cambiantes. Es un lugar tanto de exaltación como de relajación, el espacio de los secretos susurrados o gritados a voces. De las canciones que han fluido entre diferentes culturas para dar soporte a sentimientos hermanados.
En una sala inmensa, vemos una diminuta y también inmensa 'Torre de lápices rotos', una columna del infinito, una truncada escalera al cielo formada por las puntas de las minas quebradas, esmeradamente pegadas, de una fragilidad extrema, tan física e inestable como el soplo del poema, que nos habla de la paradójica fuerza de la fragilidad, de la cadena de textos y quebrantos que crece con energía y delicadeza.
Toda la exposición, titulada 'Yo también vivo bajo tu cielo', nos habla del planeta que compartimos, de las ausencias provocadas de forma absurda e irresponsable, de la importancia de los fragmentos temporales vividos, de las víctimas del silencio, de la potencia poética de las cosas pequeñas, de los afanes irracionales que nos impiden compartir nuestros alientos, de las limitaciones y las fronteras tóxicas que sin darnos cuenta se nos van metiendo dentro, de los nacionalismos exteriores e interiores, de tantas cosas.
Por los temas que trata, Shilpa Gupta podría haber caído en mensajes unidireccionales, haberse acercado al panfleto, pero ha conseguido todo lo contrario: crear una comunicación abierta, poética, llena de significados y sugerencias, invitar a la reflexión, ofrecer una propuesta atenta y ambigua, llena de incitaciones y de paradojas. Tiene, en la denuncia, una dimensión que toca el alma, la ambigüedad que la hace más activa, más profunda.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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