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La luz y la depuración técnica fueron sus señas de identidad pictóricas. Siete años después de su muerte (en 2017 a los 79 años) el Museo Thyssen Bornemisza dedica una muestra temporal a Isabel Quintanilla. Es la primera monográfica dedicada a una artista española por el centro de arte ubicado en el Paseo del Prado. La pintura de Quintanilla es fruto de ese «dominio rotundo de la técnica y de un oficio adquirido en distintas escuelas, pero, sobre todo, de un trabajo continuado en el tiempo». La artista se refería siempre a la «lucha constante» que supone resolver los problemas que la pintura plantea a todo aquel que quiere valerse de ella para experimentar la realidad de otra manera. Compañera del escultor Francisco López Hernández (1932-2017), formaba parte del grupo de artistas que vivieron y trabajaron en Madrid desde los años cincuenta. Todos unidos por el vínculo realista, por sus relaciones personales y por la presencia de Antonio López, el superviviente.
El grupo, junto a la pareja, estaba integrado por Esperanza Parada (1928-2011) y Amalia Avia (1930-2011). Junto a Antonio López, su esposa María Moreno y el escultor Julio López Hernández. Isabel Quintanilla (1938-2017), una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo, más allá de las etiquetas, lleva a sus pinturas serenidad, pausa, silencio. Como la mayoría de integrantes del grupo expuso antes de los 30 años y en los años cincuenta participó en la primera exposición colectiva de las muchas que abordó luego. La muestra reúne un centenar de obras de toda su carrera, incluyendo sus pinturas y dibujos más sobresalientes, muchas de ellas piezas nunca vistas en España por encontrarse principalmente en museos y colecciones de Alemania, país en el que tuvo un destacado reconocimiento en los años 1970 y 1980.
Quintanilla vivió y trabajó en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían ni el peso ni el protagonismo del que disfrutaban los artistas masculinos, aspecto que no pasaba por alto en sus declaraciones públicas para reivindicar así el valor de su trabajo y el de sus compañeras. La selección de obras propone un recorrido evocador que nos sumerge en el 'mundo Quintanilla', protagonizado por sus objetos más personales, por la intimidad de las estancias de los diferentes domicilios y talleres donde vivió y trabajó, así como por su familia y sus compañeros. Un universo «en el que el visitante reconocerá ambientes y objetos que activarán sus emociones, objetivo que estuvo siempre presente en la autora».
Como ella misma afirmó en numerosas ocasiones, la pintura era su vida y su vida era la pintura. El Thyssen ya se ocupó , en el año del fallecimiento de Quintanilla, de esas tres generaciones de realistas españoles, nacidos en las décadas de 1930 –Amalia Avia, Julio y Francisco López Hernández, María Moreno, Antonio López, Claudio Bravo, Isabel Quintanilla–, 1940 –Cristóbal Toral, Eduardo Naranjo– y 1950 –Gerardo Pita, Manuel Franquelo, César Galicia–, cuyas obras reflejan aquel deseo de «atrapar entornos cotidianos e íntimos, que se observan y reproducen simplemente porque están ahí, porque forman parte de la experiencia diaria y en ella alcanzan su sentido.
La selección de piezas revela, a través de pinturas, dibujos y esculturas, sus distintas aportaciones «en esa exploración de lo real, su extraordinario dominio técnico y su capacidad para generar imágenes con un gran poder de sugerencia ilusionista y emocional». Entonces ya se subrayó que en la obra de los años sesenta y setenta de Quintanilla se revela «algo radical, un rigor sin concesiones». Un vaso de duralex en un alféizar o un trozo de muro dibujados o pintados por ella «tienen una serenidad y una verdad que no se puede olvidar. Como persona, era una mujer llena de energía, de luz», apuntaba Guillermo Solana, director artístico del museo y comisario de esa muestra junto a María López.
La nueva exposición, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, propone un recorrido por el universo de la pintora. Pero esos ambientes y elementos cotidianos forman parte, a su vez, del imaginario colectivo, por lo que apelan directamente a las emociones del espectador. La selección de obras abarca las seis décadas en las que Quintanilla estuvo en activo, desde 'La lamparilla' (1956), la obra más antigua que se conserva, hasta 'Bodegón Siena' (2017), la última que entregó a su galerista poco antes de fallecer, y se presentan a través de seis secciones temáticas y cronológicas en las que se suceden bodegones, interiores, paisajes y jardines.
Quintanilla se caracteriza por pintar su entorno. «Ya sea un bodegón, un interior doméstico o un patio, lo que retrata son sus objetos personales, las habitaciones de sus casas, los árboles y plantas de su patio. Se interesa por motivos cotidianos, lo que tiene más a mano, como el vaso de cristal, protagonista de decenas de obras». Y en ocasiones, sus pinturas y dibujos descubren homenajes a su madre modista o a su marido escultor, a través de una máquina de coser, unas tijeras de costura, un molde o un saco de escayola.
Comisariada por Leticia de Cos Martín, la muestra exhibirá 104 obras; 90 de Isabel Quintanilla, 4 de Amalia Avia, 4 de María Moreno, 4 de Esperanza Parada y 2 de Francisco López y se estructura en esos seis apartados.
La exposición comienza con una decena de obras tempranas que anuncian el estilo de Isabel Quintanilla. Prosigue con la pintura de proximidad: 'Al volver a Madrid', desecha los colores oscuros, el soporte rugoso y la luz plana y sus cuadros se llenan de colores vibrantes y luz moldeadora, realizados con una maestría a la que ha llegado tras mucho trabajo y dedicación. Recrea naturalezas muertas con objetos personales que confieren a sus obras un carácter autobiográfico.
En datos Museo Thyssen. Exposición temporal. 'El realismo íntimo' de Isabel Quintanilla. Del martes 27 de este mes al 2 de junio.
Identidad Primera exposición monográfica a una artista española, Isabel Quintanilla (1938-2017), una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo. Un centenar de obras, muchas nunca vistas en España.
En 'La emoción en la ausencia' se muestran los interiores domésticos que la artista representa meticulosamente. Son espacios vacíos, sin presencia humana, en los que refleja las habitaciones de su domicilio o taller: el dormitorio, el salón, un pasillo, una ventana, el aseo.
En 'Compañeras' se subraya cómo el grupo de los realistas de Madrid fue el primero en España en el que las mujeres, además de superar en número a los hombres, ocuparon un lugar igual de importante que sus compañeros. Debido a la unidad y afinidad del grupo, resulta difícil separar la vida y obra de Quintanilla de la de sus colegas, familiares y amigos. Finalmente los paisajes y vistas urbanas y la identificación de la pintora con los campos de Castilla, Extremadura y de la sierra madrileña copan una sala y el itinerario llega hasta la 'Naturaleza doméstica': Cuando Quintanilla pinta la naturaleza, se fija en la que tiene cerca. Los patios de sus casas y talleres.
Y, más tarde, el periodo de Roma, cuando realiza varias vistas de los jardines de la Academia de España, en la que su marido reside y a donde acude a diario para visitarlo. La exposición se cerrará con la escultura de Francisco López, 'Figura de Isabel' (1978), y un audiovisual con material inédito grabado a la artista mientras trabajaba en su estudio en la década de los noventa.
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