Juan Benet y la ciencia de datos

El lector que se adentre en la biografía de Juan Benet, recientemente publicada, 'El plural es una lata. Biografía de Juan Benet', de J. Benito Fernández, sufrirá un primer sobresalto cuando avance sobre el empedrado sintáctico del texto. Parece como si la palabra estuviera en guerra con la oración; la oración, con el párrafo; el párrafo, con la página; la página, con el capítulo; el capítulo, con los capítulos. La incomodidad no se mitiga durante las 484 páginas que dura el trayecto. Sin embargo, una vez acostumbrado al traqueteo, el lector lo notará menos en la segunda mitad del libro.

El segundo sobresalto debe expresarse de forma más general y, tal vez, un poco abstracta. De la biografía de cualquier autor el lector tiene interés en conocer las circunstancias personales, familiares y sociales. Tiene interés en conocer los años formativos, los hechos que determinaron el carácter, la sociedad intelectual a la que se sumó o rechazó, la forma en que vida y obra se complementaron o contradijeron. Tiene interés en conocer la recepción de la obra, y la fama del autor. No diré que todo esto esté ausente en esta biografía de Juan Benet, pero está presente de forma desordenada o borrosa. El libro podría describirse como un diario en tercera persona. El biógrafo hace un seguimiento minucioso de los hechos de la vida del autor en el que la interpretación no se alza sobre los datos, y estos se siguen unos a otros en abrumadora cantidad; con frecuencia, con escaso sentido de la oportunidad o de la necesidad.

El problema no es solo que haya una abundancia o una sobreabundancia de datos en la biografía, sino que, además, son copiosas las informaciones que no ayudan a la comprensión de la vida y obra de Benet, que es el objetivo explícito del libro. Que la familia Jordana embarque rumbo a Buenos Aires es una información que tal vez no sea imprescindible, pero que, con el pretexto de proporcionar esa información, se diga que el presidente mexicano Cárdenas, «quizá en la mayor operación de solidaridad de la historia», rescató en Francia a veinte mil republicanos españoles que se habían quedado sin patria, es, en verdad, completamente gratuito. Estas pequeñas digresiones rompen el hilo de la narración, sin aportar ninguna información necesaria. Y tal parece como si el autor esperase lectores que padecieran bulimia de datos. Tampoco ayudan los cortes bruscos que a veces separan los párrafos entre sí, como si se hubiera abierto un foso entre ellos. El motor de la prosa queda bruscamente gripado, y el lector tiene la sensación de que, como diría Fray Luis, «no hace corra el hilo del decir».

Más que construido e interpretado, el personaje aparece como un vacío en el centro de la escena, y no es tanto su vida lo que se cuenta en el libro cuanto la atmósfera en la que vivía el escritor. No es una biografía que se interese por los autodescubrimientos, formación, inspiración, momentos determinantes, conflictos. La obra informa sobre el mundo en el que se movía Juan Benet: cómo eran sus amigos, quiénes eran, cómo se relacionaban, cómo se divertían, qué bares o restaurantes frecuentaban. Todo un carrusel de personajes y acontecimientos que son el moldeado de la figura del novelista. Las páginas del libro recrean el universo de todo lo que no fue Benet, sino su entorno, y ofrecen el molde que podría contener la estatua, pero no llega a verse la estatua misma.

Hay otro reparo que acaso no sea menor. De cuando en cuando hay cierta crudeza en la forma en la que se narran algunos acontecimientos de la vida íntima de Juan Benet. Sin faltar a la verdad, podría haberse expresado lo ocurrido con esa delicadeza que nunca está de más cuando se habla de hechos que caen bajo la jurisdicción del juicio moral.

¿Cuál es la importancia del escritor Juan Benet? El decenio que empieza en 1968, el año de la publicación de 'Volverás a Región', y se cierra en 1978, es el que pone el fundamento de lo que en España se conoce como la Transición. Esa transición política habría sido inimaginable si en el mundo de la cultura no hubiera habido una transición propia previa a la transición social y del poder político de la España de Franco. Cuando finalmente llegó la Transición, el mundo de la cultura ya había hecho, sobradamente, su propia transición. Ese mundo debe mucho a la obra de Juan Benet. Y también debe mucho a los Novísimos (1970).

El lector de Juan Benet habría querido conocer, con más detalle del que proporciona esta biografía, cómo fue el proceso de creación de las obras mayores, por qué el autor decidió pasar a limpio sus primeras obras para convertirlas en obras estéticamente incompatibles con las primeras, es decir, cómo fue el proceso que condujo desde 'Volverás a Región' hasta las 'Herrumbrosas lanzas'. Habría querido saber más sobre el proceso de creación y sobre la recepción de la obra, el porqué o la motivación, si la hubiera, de los juicios de Benet sobre obras y autores, las razones del desdén de Benet hacia el costumbrismo, al que, a pesar de la antipatía, hizo generosas concesiones. Querría saber cómo se integraban vida y obra. Frente a estos deseos, que Benet charlara con el Che Guevara o con Hemingway, como se dice en la biografía, sin saber siquiera de qué hablaron, ¿para qué?

El apetito que más cumplidamente se sacia mediante la lectura de esta biografía es el de la curiosidad relacionada con los desnudos hechos. «¡La curiosidad es importante en una biografía!», exclamará el lector. Completamente de acuerdo, pero la curiosidad no debe ser nunca ni lo único ni lo más importante en una biografía.

• Temas
• Che Guevara
• UIMP
• Buenos Aires
• Francia
• Palacio de La Magdalena
• Sotileza