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«El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición. El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido, y no acepté otro valor que la imposibilidad». Quien se acerca por primera vez a los versos –o versículos– de Antonio Gamoneda puede sufrir un episodio de vértigo. Y bien puede huir despavorido o entregarse a esa inexplicable, o no tanto, atracción por el abismo que genera ese estilo abigarrado y críptico en el que el poeta parece retorcer el lenguaje cotidiano hasta lograr forjar una expresión tanto o más torturada que su contenido, pero que sin embargo encierra una rara e irresistible belleza.
'Descripción de la mentira' es un libro raro. Y tal vez irrepetible. Y no solo por lo endemoniado de su forma, que daría lugar a expresiones críticas como la de «poesía hermética» y, de paso, a una legión de detractores y encarnizados enemigos, en aquellos años de guerracivilismo en la poesía patria.
Raro porque no abundan en nuestra tradición los textos de tanta extensión: se compone de un único poema, sin cantos ni otras divisiones explícitas, frente a los poemarios convencionales, que suelen ser una compilación de poemas, con mayor o menor unidad de contenido.
Raro es también porque la obra cumbre de Gamoneda consiste en un abigarrado discurso que casi invita a leerse como un relato. Y, en cierto modo, podría hacerse. Gráficamente, no parece un libro de poesía, con las típicas líneas rotas que dibujan los versos.
Raro porque no encaja en los cánones habituales. No es exactamente verso libre, ni prosa poética, sino que esos 'versículos' de los que hablábamos –«salmódicos», les ha llamado algún crítico– parecen pequeños fragmentos de prosa, pero su voluntad rítmica, su cadencia hace que realmente pertenezcan a lo que el autor llama la 'especie poética': «Puse la enemistad como un lienzo sobre tus pechos que eran olorosos hasta enloquecer en sus círculos amoratados».
Autor ntonio Gamoneda
Editorial Abada, 2003
Páginas 120
Precio 16 euros
Raro, además, porque rompe con la trayectoria previa del autor, que en su juventud podría haberse encuadrado en la generación poética del 50, pero llevaba ya casi dos décadas sin publicar. «Durante quinientas semanas he estado ausente de mis designios», admite el poeta, quien también advierte que ya «he salido de la habitación obstinada». Esas quinientas semanas son diez años de silencio, un tiempo oscuro en su biografía –desde mediados de los sesenta hasta el inicio de la transición– que el poeta consagró, según confesión propia, a la militancia política. Un ejercicio peligroso, en aquellos tiempos de represión.
Curiosamente, podríamos considerar 'Descripción de la mentira' como la culminación de esa lucha política. Y es que la mentira que describe es la vida bajo la dictadura. Un tiempo demencial que caracteriza con sus figuras extremas, y a menudo dolorosas, en el que toda verdad es impostada y todo atisbo de libertad reprimido. Un tiempo que, para ser olvidado, debe ser primero puesto al descubierto. En sus versos, el poeta desmonta el relato falaz instaurado por el fascismo y reconstruye una memoria proscrita durante cuatro décadas. Por eso su lectura sobrecoge tanto: nos hace sufrir como sufrieron los desheredados del régimen.
Y de pronto, pocas semanas después de la muerte del dictador, el poeta recupera su voz de golpe, y como un torrente surge en su mente el libro, como si fuera una destilación de su pensamiento durante tan prolongado periodo de silencio. Presa de una suerte de «inspiración musical», y con la ayuda de una beca de la Fundación March, el poeta escribe el libro en un año exacto: de diciembre de 1975 a diciembre de 1976. En 1977 será publicado por la Diputación de León.
Pero todavía más rara sería la recepción de su obra. La publicación inicial, a pesar de recibir cierta atención de los medios –le entrevistaron en Televisión Española–, no tendría gran repercusión fuera de los círculos especializados en poesía. Tendría que pasar un lustro para que la obra, reeditada en la colección Barrio de Maravillas, recibiera por fin una atención masiva.
Así, el libro fue sobre todo raro por su trascendencia posterior. Pese a algunos intentos anteriores, se puede considerar a Gamoneda el iniciador de una nueva tradición en castellano, aferrada al versículo y a la polifonía textual, que a pesar de que se inspira en otras voces –primordialmente, la de Saint-John Perse– resulta novedosa en nuestra lengua y que da lugar además a una corriente poética posterior, que algunos autores caracterizan como «poesía del silencio» y otros como «Escuela de Valladolid». En cualquier caso, su influencia en autores posteriores resulta enorme, en especial en poetas como Julio Llamazares o Juan Carlos Mestre, con la particularidad de que, aunque por fecha de nacimiento Gamoneda debería estar encuadrado en la generación del 50, en realidad se le considera un autor mucho más cercano al presente.
El reconocimiento llegaría después en cascada: el premio Castilla y León de las Letras en 1985, el Nacional de Literatura en 1987, el Premio de la Crítica de Castilla y León en 2004 y en 2006 el Reina Sofía. Ese mismo año recibiría la consagración definitiva con el Premio Cervantes.
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