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Juan Gómez Bárcena, en Santillana del Mar, en una de sus últimas visitas a Cantabria. Juanjo Santamaría
Los límites del mundo desde la costa de Toñanes

Los límites del mundo desde la costa de Toñanes

En su último libro, plagado de ideas brillantes y observaciones perspicaces, Juan Gómez Bárcena indaga sobre la soledad a partir de su propia experiencia

Guillermo Balbona

Santander

Viernes, 13 de diciembre 2024, 07:36

El molino del Bolao, los acantilados de Cóbreces o cualquier lugar de la costa de Alfoz de Lloredo son ideales para comprender el mundo, trazar sus límites y explorar la realidad hasta situarse ante ella con un mínimo de acomodo. Desde el pueblo de Toñanes también se puede indagar en el espesor de la Historia, como ya demostró Juan Gómez Bárcena en 'Lo demás es aire'.

Mapa de soledades

Mapa de soledades
  • Autor: Juan Gómez Bárcena.

  • Editorial: Seix Barral. 2024.

  • Páginas: 400.

  • Precio: 21.90 euros

En el texto inclasificable –desde luego es ensayo, pero también crónica, historias, viajes, biografías, literatura…– titulado 'Mapa de soledades' (Seix Barral, 2024) se despliega una escritura que es el medio de Gómez Bárcena (Santander, 1984), sin duda el mayor talento literario de Cantabria en las últimas décadas, para indagar en esos límites del mundo; unas veces escribiendo en su estudio de Toñanes, otras desde una celda del monasterio trapense de Santa María de Huerta. Este suplemento cultural ya ha abordado ese libro desde la crítica literaria y se ha ponderado su valor estético. Ahora se trata de subrayar la personalidad del autor que se plasma en la obra y la cualidad de 'escritor' puro mostrada en ella.

Porque hay muchos novelistas y poetas, y no pocos los profesores que hemos escrito unos cuantos libros, sin por ello alcanzar la condición de escritores. A lo largo de cuatrocientas páginas Gómez Bárcena se vuelca sobre una intuición –la soledad como categoría fuerte para comprender nuestra contemporaneidad– a la que da vueltas, vincula a varios espacios (selvas, islas, fronteras, desiertos, cumbres…), perfila con diferentes facetas (soledad elegida, fecunda o creativa, soledad como experiencia de plenitud), revisa a lo largo de los siglos (desde Ovidio a Virginia Woolf), relaciona con ideas centrales de nuestra existencia (religión, familia, muerte, desamor…), rebusca en viajes, novelas, películas, conversaciones, sucesos que ha vivido, y piensa con varias decenas de libros de novelistas, geógrafos, astrofísicos, biógrafos, teólogos, filósofos y pensadores de toda clase y condición.

Este libro es valioso por su resultado pero antes por plasmar el proceso de la escritura como la forma que tiene Juan Gómez Bárcena de comprender y pensar el mundo, de sorprenderse y conocer la realidad, siempre escurridiza. Escribir es respirar para el escritor puro, que no existiría si no escribiera. El lector se deja llevar de la mano y la lectura tiene el placer del descubrimiento, las relaciones inesperadas o la interpretación nueva de cosas sabidas en un itinerario gratificante como la aventura del conocimiento. Esa escritura que es tanto la mente en ebullición como en contemplación lleva al autor a explorar todas las facetas del diamante soledad que incluye el dolor de la ausencia, pero también la sorpresa de lo desconocido e inesperado: «El arte nos revela que la soledad puede ser algo mucho más decisivo que una experiencia más o menos dolorosa: es, en último término, una forma de conocimiento. Existen dimensiones del mundo que solo llegamos a conocer en y a través de la soledad, del mismo modo que paseando por nuestro jardín no escuchamos el canto de los pájaros hasta que se hace el silencio».

Hay escritores que brillaron con sus ensayos y luego se decantaron por la ficción (Unamuno, Umberto Eco), otros recorrieron el camino inverso (Sánchez Ferlosio) o alternaron textos de uno y otro talante (Carmen Martín Gaite). Ahora vemos una nueva generación que, con mucha facilidad, amalgama en sus libros la biografía, el ensayo y la ficción: quizá Emmanuel Carrère, Vila-Matas y Marta Sanz entre los más representativos, pero hay una lista muy larga. A diferencia de los ensayos con voluntad de sistema y tradición académica, en la era posmoderna del fin de los 'grandes relatos' (Lyotard) no parece plausible ni necesario un armazón de pensamiento que explique la totalidad, nos conformamos con fragmentos y un 'pensamiento débil' (Vattimo) que puede ser tan comprometido y funcional como los sistemas totalizadores (marxismo, religiones, nacionalismos) dominantes hasta finales del siglo XX.

Ese mapa de Gómez Bárcena carece de la exactitud y el detalle de las geografías por satélite de Google Maps; por el contrario, tiene el trazado titubeante del viajero de memoria frágil y los límites difusos de quien no ha alcanzado todas las fronteras y las tiene que imaginar: se parece a los mapas medievales que dibujan monstruos en las tierras ignotas. No aspira a escribir un 'tratado de la soledad', le basta con pensar su propia experiencia para una cartografía suficiente, para una comprensión que le permita asumirla y convivir con ella. Pero no es un escritor ensimismado que se aísla y blinda en su mundo. Por el contrario, está abierto a experiencias y conocimientos de otros que vivieron, pensaron e imaginaron sus soledades: curiosamente, el novelista cántabro no hace ficción en este libro, se nutre de literaturas ajenas –de Homero y 'Robinson Crusoe' a Cortázar o Kafka– para entresacar situaciones o diálogos acerca de la soledad. Es decir, el conocimiento del mundo también incluye el mundo de ficción.

Hay muchas páginas para subrayar en 'Mapa de soledades', con ideas brillantes y observaciones perspicaces. Por ejemplo, las reflexiones sobre el baño como espacio de soledades y secretos revelan un ensayista atento y sagaz, que le saca partido a lo más cotidiano. Pero me ha gustado especialmente el capítulo 'Frontera' –otro de los conceptos que explican la violencia del mundo actual: el enemigo común fomenta la comunidad a un lado de la valla– y las indagaciones en las vidas de los migrantes, sometidos a las soledades de la ausencia de la familia y de la tierra, trabajos precarios, viviendas desnudas… o el locutorio, que hace patente «la existencia fantasmal del migrante» con «sus cubículos numerados, sus dispensadores de tarjetas prepago, sus luces blancas, como de fotocopiadora. Su hilera de teléfonos donde alguien grita o da instrucciones o llora. Hombres y mujeres que trazan puentes efímeros con sus países de origen, que viven siempre con varias horas de adelanto o de retraso.»

Desde la soledad de Toñanes, a la que pone cifras: «treinta y dos casas y ningún bar; cien personas y doscientas ochenta vacas», Juan Gómez Bárcena indaga sobre la soledad a partir de su propia experiencia –no hay pretensión de biografía, ni siquiera de fragmentos–, desde una subjetividad muy alejada de imponerse como verdad. Tras esta fértil lectura se disipan todas las dudas y se confirma la convicción desde la epopeya de Gilgamesh: el mundo no se conoce, no se piensa ni se concibe sin las ficciones, observaciones, ideas y cualquier modo de escritura.

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