El mal del mar

Como en sus libros anteriores, Adaui opta por dar voz a sus personajes, aunque en sentido literal: no solo la mayoría de sus relatos están narrados en primera persona, sino que además los diálogos fluyen sin filtros, de tal manera que podemos conocer casi a la vez lo que piensan sus protagonistas y lo que dicen, que no siempre coincide.

De hecho, en ocasiones ni siquiera encaja lo que afirman en un párrafo con lo que sostienen en el siguiente, como sucede en 'Tripulación, puertas en manual, cross check y reportar', donde una mujer que detesta volar coincide en el avión con una antigua conocida, hoy azafata. Con las rutinas de los sobrecargos marcando los tiempos, el ritmo, la mujer va desvelando su pasado y la misteriosa relación que une a ambas, cuando en su primera juventud se dedicaban a acudir a fiestas donde las pagaban simplemente por su presencia. La mujer contará una historia fascinante sobre cómo acabó su relación, aunque a continuación, tras insinuar cuánto le gustan las mentiras, ofrecerá otra versión, mucho menos sensual y glamurosa, dejando al lector entre la fascinación de la primera y la duda de qué sería realmente lo que ocurrió. Imitación de la vida, vamos. Que, la entiendas o no, no puedes dejar de observar. Como sucede con los relatos de Adaui.