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Manolita Polo Martínez-Conde fue una de las primeras mujeres que obtuvo un carné de periodista en Cantabria. El suyo le firmó José Estrañi, el afamado director de El Cantábrico en 1918 cuando ella apenas tenía 18 años. Pero, al contrario que otras mujeres de la época como Matilde Zapata, Matilde de la Torre, Concha Corral o Ana María Cagigal, que también escribían en los periódicos, no compartió con ellas las inquietudes sociales y feministas que destilaban sus textos, excepto en dos artículos sobre política femenina que escribió en 1932. La escritura de Manolita Polo fue más íntima y vinculada con la creación literaria. Bautizó además una saga de talento creativo que han heredado y continuado su hija, la poeta Marisa del Campo, y sus nietas Marisa (filóloga) y Sonia (escritora) Fernández del Campo.
Novelista, ensayista, conferenciante y articulista, esta mujer nacida en Santander en 1896 atesora una biografía paralela a una intensa actividad cultural. Su madre, Mercedes Martínez-Conde y Diego Madrazo, era la única sobrina del doctor Madrazo. Su padre, el abogado Luis Polo Español, dirigió el sanatorio de su cuñado y ejerció además como concejal de Hacienda en el Ayuntamiento de Santander.
Su vocación como escritora fue precoz y tuvo la suerte de que al nacer en una familia de talente liberal e intelectual pudo desarrollar su talento para la narración. Más dificultades encontró su hermana que vio reprimida su vocación de ser actriz y que, como cantante lírica, solo actuaba en círculos familiares. Manolita Polo escribió su primer libro a los quince años, 'Esbozos literarios' (1911): «Tus cuentecillos, añoranzas y vislumbres de la vida tienen la pureza y el candor de tus quince años», prologa su tío abuelo el doctor Madrazo. Tenía por costumbre refugiarse en la buhardilla de su casa de Menéndez Pelayo para escribir. Era el único rincón en el que encontraba el sosiego y el silencio necesario.
Seis años más tarde publica 'La redención de una coqueta', una novela epistolar, y después 'Frente a la vida' (1918). A partir de ahí comienza a escribir en El Cantábrico y revistas como 'Mundo Gráfico' o 'La Montaña de Cuba' donde comparte firma con escritores como Manuel Llano o Concha Espina. Gracias a las relaciones sociales de sus padres se codeó y mantuvo correspondencia con relevantes personajes del ámbito intelectual y cultural de la época como Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Ramón y Cajal, los hermanos Marcelino y Enrique Menéndez Pelayo o Emilia Pardo Bazán.
Tras perder a su padre en 1927, regresó a Zaragoza, ciudad natal de su progenitor. Allí conoce a su marido, Antonio del Campo, un médico militar con el que tuvo dos hijos –Marisa y José Antonio– y que siempre respetó su vocación literaria. De hecho, siendo ya madre colaboraba con artículos sobre literatura en periódicos y revistas como el Heraldo de Aragón, Letras y Dígame de Madrid, y El Noticiero y la Hoja del Lunes de Zaragoza. Su hija Marisa del Campo se aficionó a la literatura mientras leía para su madre, cuya débil salud la obligaba a pasar algún tiempo en cama.
Manolita Polo habitó una soledad interior que la hacía feliz. Parecía no necesitar la compañía de los otros y disfrutaba el silencio con sus lecturas y escritos. Un retrato que cuelga en la pared de la casa de su hija la dibuja con su traje de chaqueta sentada sobre unas nubes con la playa a sus pies. Su nieta Marisa Fernández del Campo recuerda que le abrumaban hasta las cenas de Navidad. En realidad, padecía una timidez extrema. En una ocasión, en el año 1916, le propusieron dar una conferencia en el Ateneo de Santander. Escribió el texto titulado 'Lecturas, atisbos e impresiones' pero prefirió que lo leyese otro señor, José Barro y Bravo: «la señorita Manolita Polo y Martínez Conde me ha empujado hasta este sitio donde me veo para desgracia vuestra. […] es una muchacha muy valiente, que se atreve a escribir, a contrariar el ambiente plagado de valores convencionales. Pero luego de escribir esta conferencia se encontró sin ánimo para leerla». Mientras esto sucedía Manolita, de incógnito, estaba presente en la sala, sentada en una esquina, escuchando la reacción del público a sus palabras.
En 1951 ganó el concurso de Ediciones Rumbo con el cuento 'Un beso de Franz Schubert' publicado junto a relatos de otros autores y en 1970 fue finalista del Premio Ateneo de Valladolid con 'Sol en la nieve'. Entre medias ejerció como guionista de programas para Radio Zaragoza y empezó a colaborar en la sección literaria del Heraldo de Aragón. Tenía también un talento natural para el dibujo y realizó numerosos y aplaudidos retratos a carboncillo.
Era una mujer guapa y coqueta que siempre se negó a usar gafas pese a su cada vez más intensa miopía. Acabó sus días ciega, sin salir de casa. Su vida se apagó el 22 de enero de 1983 en Santander. Fue una mujer que vivió para escribir, que fue para ella una imperiosa necesidad creativa, pero que por su introspección y timidez no hizo esfuerzos por publicar. Gran parte de su obra, varias novelas de su época de madurez como 'Extraños en la sombra', no han visto todavía la luz.
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