Borrar
María Ascensión Fresnedo Zaldívar, una poeta en el olvido
Cultura cántabra en femenino

María Ascensión Fresnedo Zaldívar, una poeta en el olvido

1909-2007. La santanderina escribió su única novela a los quince años y publicó a edad tardía sus libros de poemas

Olga Agüero

Santander

Viernes, 2 de febrero 2024, 07:24

Santander dedicó a María Ascensión Fresnedo la calle, hoy huérfana de portales, donde había vivido. Una bocacalle de la Avenida de los Castros en cuesta, estrecha y corta, tan rabiosamente empinada que el bautismo de su nombre de pila, Ascensión, cobra un sentido literal. En realidad, a ella la conocían por el apelativo familiar de Chunchina y aunque escribió poesía, artículos periodísticos, novela y algo de teatro nunca tuvo gran interés por publicar. Su biografía y su obra se conoce de manera más exhaustiva gracias a la investigación de la filóloga Elena de Riaño que recuperó su nombre y su obra en su libro sobre poetisas cántabras del siglo XX.

Le gustaba decir que estaba marcada por la astrología por haber nacido el mismo día que Bécquer aunque 73 años después, en 1909. Vivió en Cabezón hasta que su familia se trasladó a Santander cuando ella contaba con siete u ocho años. Al poco murieron su madre y su hermana pequeña. La escritora y su padre –propietario de una empresa de mecánica- vivieron con sus abuelos paternos en la calle Méndez Núñez, en una casa que ardió en el incendio de 1941 y de la que, aquella noche de fuego, en la urgencia por evacuar, Ascensión solo rescató el manuscrito de la novela que había escrito con quince años: 'Dos sombras blancas', que publicó mucho después. Curiosamente ella no conservaba ningún ejemplar de los tres mil que se editaron de esta obra romántica con especial protagonismo de los paisajes, el mar y la religión, y con un importante matiz feminista en los personajes de mujeres fuertes con aspiración por la cultura y la ambición de realizarse profesionalmente.

En la familia de la autora nunca extrañó su inclinación por las letras –fue una lectora precoz que agotó los clásicos de la biblioteca familiar- porque su propio padre y su tío, el poeta Ignacio Zaldívar, escribían poemas. Estudió en la escuela laica de la calle Magallanes y después se hizo enfermera.

Antes de la Guerra Civil, la escritora temprana que destacó como poeta se estrenó –«rubia y arrogante», en palabras de Leopoldo Rodríguez Alcalde- recitando sus propios versos en el Ateneo Popular de Santander. Pronto siguió haciéndolo en otros foros al participar en las tertulias literarias junto al escritor Manuel Llano, que fue referente y maestro en su evolución poética.

Fresnedo vivió ajena a la efervescencia cultural y social de las mujeres en la Segunda República. Tenía prácticamente la misma edad que Matilde Zapata y cuando despuntaba como poeta coincidió con las más veteranas Matilde de la Torre y Consuelo Berges que desde los periódicos y las tribunas reclamaban más derechos para las mujeres y un avance social del país al que Ascensión es totalmente indiferente. Ni siquiera lleva la vida desobediente y libre de la poeta y deportista Ana María Cagigal. Fresnedo no tiene vínculos con las mujeres que hacían historia en su generación, a excepción de aquellas como Concha Espina o Teresa de Huidobro que defendían posturas notablemente más conservadoras. No obstante, la censura también hirió a uno de sus versos: «Mi carne se estremece con temblores de dicha», que la autora suavizó cambiando carne por alma.

Decía que lo suyo era puro instinto, que los versos surgen al impulso de su temperamento, que era incapaz de escribir por encargo

Por ello, en los años 40, Fresnedo convive sin problemas con la dictadura y sigue siendo reclamada como recitadora incluso fuera de Cantabria, en Burgos y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Comienza, también, a publicar artículos y poemas en los periódicos locales e incluso da voz en Radio Santander a los versos que deja de escribir al casarse. Su matrimonio con Aloís Fürst, que trabajaba como traductor en Nueva Montaña Quijano, la llevó a vivir en Suiza cuando el Gobierno le impidió a él permanecer en España al desatarse la Segunda Guerra Mundial. Los primeros años protagonizó algún recital de poemas en el Círculo Español de Zurich. Las vacaciones y algunas colaboraciones que remitía desde el país centroeuropeo le permitieron seguir manteniendo cierto contacto con Cantabria.

Fresnedo decía que lo suyo con la poesía era puro instinto, que los versos surgen al impulso de su temperamento, que era capaz de construir un soneto sin medir las estrofas y que se sentía incapaz de escribir por encargo. Admiradora de Juan Ramón Jiménez consideraba, en cambio, que la originalidad y la fuerza de Lorca provocaban un poderoso influjo: «Le consideré un peligro y me prohibí su lectura», dejó escrito en sus notas autobiográficas rescatadas por Elena de Riaño. Ella escribía de manera sencilla y directa, con cierto candor y tono íntimo, versos de amor inocente, versos dedicados a la naturaleza y versos religiosos. Algunos poemas -como 'Terror' sobre el incendio de Santander- se perdieron y otros muchos permanecieron sin publicar hasta tiempos recientes, entre ellos 'A mi cabellera', que dedicó a su propia melena rubia de rizos al parecer muy alabada.

En los años 70 el matrimonio regresó a España. Casi dos décadas después, a raíz de quedarse viuda en 1986, volvió a escribir. Cincuenta años más tarde publicó tres libros que recogen poemas y relatos. Falleció con 98 años pocos días antes de dar un recital en el Ateneo. La mujer que, en la piel de la protagonista de su única novela, explicó: «Yo no sé hacer versos, solo sé sentirlos»

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes María Ascensión Fresnedo Zaldívar, una poeta en el olvido