Maruja Mallo: una retrospectiva para redescubrir a la artista

Enigma, extrañeza, asombro. La ecuación tiene su correspondencia más rotunda en la personalidad de una artista única: Maruja Mallo. La más vanguardista, diosa del surrealismo, vivió entre el mito, el olvido, la modernidad y la fascinación. Su relato de vida y arte, de Warhol a Luis Buñuel, de Federico García Lorca a Rafael Alberti y Salvador Dalí, de Joan Miró a René Magritte, configura el rostro femenino de la generación del 27. Exótica, exenta de cualquier prejuicio, la transgresora artista de Vivero (Lugo) que encabezó la revolución de las Sinsombrero, dejó escrito: «Una persona se mide por la soledad que puede aguantar». Ahora su huella y su creación, frente a otros antecedentes parciales, se convertirá en la protagonista de una de las grandes muestras de 2025 en una doble cita, Santander y Madrid, que encabeza el Centro Botín desde abril en coproducción con el Museo Reina Sofía. Más de noventa pinturas, además de dibujos, trazarán toda su carrera: desde el realismo mágico de sus primeros años hasta las configuraciones «geométricas y fantásticas» de sus últimas obras.

El proyecto expositivo, que se postula como la muestra más completa de la artista hasta el presente, se abrirá al público en abril y se celebrará en el edificio de Renzo Piano hasta septiembre. Ya desde el otoño recalará en el Reina Sofía. La iniciativa se plasma como parte del compromiso del Centro Botín por ofrecer «nuevas perspectivas sobre los grandes maestros del siglo XX». En este sentido, la exposición cuenta con documentos, fotografías y escritos de la propia artista conservados en diversas colecciones. El fondo Maruja Mallo, integrado en el Archivo Lafuente que hoy pertenece al Museo Reina Sofía, está compuesto por más de 750 ítems entre obras originales, fotografías correspondencia, libros y catálogos.

El centro de arte de la Fundación santanderina propone descubrir una «exhaustiva retrospectiva de la que fuera una de las figuras más destacadas y singulares de la Generación del 27». La «personal y heterogénea» producción artística de Mallo (1902-1995) «difuminó los límites entre lo popular y lo vanguardista, entre estética y política». Fue una artista visionaria, que logró reflejar las preocupaciones de su época y anticiparse a muchas de las nuestras. «La universalidad de las aspiraciones humanas, más allá de diferencias económicas, raciales o de género; la consideración del mundo como un sistema ecológico interrelacionado que debe ser preservado; y el poder del arte para revelar aspectos desconocidos de la realidad», son ejes fundamentales de su obra.

Mallo inició su trabajo en el periodo de crisis económica previo a la Guerra Civil. En un contexto de entreguerras, en el que las artistas tuvieron que construir su imagen como artistas y como mujeres modernas, activas y profesionales, Mallo «hizo a la mujer protagonista de sus cuadros. En su obra crea una «épica femenina inexistente en épocas anteriores, en las que el imaginario femenino había sido construido por hombres, y que se anticipa a la de las artistas feministas de los años setenta». La artista encontró «en el colorismo alegre e ingenuo del arte popular y en el dinamismo de las nuevas formas de ocio la fuente de inspiración inicial». Su obra está organizada claramente en series, que mantuvo a lo largo de casi toda su vida, y que esta exposición adopta: «Hay una preocupación casi obsesiva por encontrar en el orden y la medida una lógica constante en su pintura», según la comisaria.

El recorrido expositivo en el Centro Botín se abrirá, por orden cronológico, con su paso por la Academia de San Fernando. La muestra continúa con la serie 'Las verbenas' (1927-1928), las primeras obras personales de Mallo que participan del debate, fundamental para el 27, sobre «la relación entre vanguardia, arte popular, regeneración social y tradición». Merece la pena destacar que esta es la primera vez en la que se reunirán las cinco escenas de verbenas desde que se expusieron en la revista de Occidente, en 1928.

Enfrentada a ellas, se expone la serie Cloacas y campanarios (1930-32) en las que la figura humana solo aparece como huella o residuo, estando el foco de atención en la materia y sus diferentes texturas. Con pinturas como Tierra y excrementos (1932), del Reina, o El espantapájaros (1930), de una colección particular, Mallo se acerca al surrealismo para presentar una visión necrológica e inquietante de la naturaleza. Junto a estas, el visitante descubrirá sus Arquitecturas minerales y vegetales (1933), donde Mallo reduce a líneas o secciones anatómicas las figuras; y las Arquitecturas rurales (1933-1935) en un intento conciliatorio y paradójico: una tensión entre lo animado y lo inanimado.

Es en 1932 cuando la artista estudia escenografía y teatro. Su colaboración teatral más importante, la escenografía de 'Clavileño' (1936), fue un ballet de Rodolfo Halffter que no llegó a presentarse en la Residencia de Estudiantes por el inicio de la Guerra Civil. Las fotografías de las maquetas del escenario y los figurines, que se presentarán en la sala expositiva sobre la bahía, permiten entender la radicalidad de su propuesta. Mallo concibe sus fotografías como actos también teatrales, no solo las evidentemente performativas, sino también aquellas en las que se representa con sus obras y otros elementos simbólicos: el compás, las mariposas (símbolo de la metamorfosis), mapas, y a ella misma identificada con su obra. La exposición también dedica un espacio a 'La religión del trabajo (1937-1939), apreciándose imágenes arcaicas de diosas o damas oferentes, con el rostro rodeado por espigas o redes.

En los años cuarenta desarrolló Las Naturalezas vivas (1941-1943 y a partir de este momento, una de sus principales preocupaciones es la de incorporar en sus cuadros la cuarta dimensión siguiendo los hallazgos de la física contemporánea.

La exposición pondrá el foco, además, en las obras producidas durante su exilio en Buenos Aires y sus viajes, a partir de 1937, por el Pacífico, Uruguay y, sobre todo, Brasil, donde Mallo conoce paisajes y poblaciones que le fascinan por su variedad física y su sincretismo cultural y racial. A partir de este momento, se propone crear un método sistemático de representación de una nueva humanidad, proponiendo ese concepto sincrético también como respuesta al racismo y al nacionalismo de los años treinta.

En 1962 regresa a España y realiza sus últimas series: Moradores del vacío y Viajeros del éter. El recorrido expositivo finalizará con

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