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Vilas ha vuelto. El Gran Vilas. El que regalaba billetes en sus poemas, se emocionaba en los 'funerales' de su coche, llamaba por teléfono al difunto Lou Reed o experimentaba epifanías en las hamburgueserías. Exacto: ese escritor absolutamente diferente, que había encontrado un ritmo bastante rockero para el castellano, y de paso se había convertido a sí mismo en su mejor personaje.
Si le echaban de menos, si le han buscado con ahínco en sus últimas novelas pero no lo encontraban, esta vez están de suerte, porque en este libro nos encontramos con ese escritor al que despedimos en Ordesa. Si entonces estaba en vías de recuperación – ... de la orfandad, del alcoholismo… de la vida, en fin–, ahora está en un instante todavía más estresante: ya ha triunfado como escritor, pero ahora se espera de él que escriba 'El mejor libro del mundo'. Y no hay peor enemigo para un creador que la ansiedad.
Titulo El mejor libro del mundo
Autor Manuel Vilas
Editorial Destino, 2024.
Precio 22,90 euros
Vilas nos abre su vida y su pensamiento, y es casi como si Spize Jones hubiera rodado 'Cómo ser Manuel Vilas'. No nos cuenta lo que hace sino que vivimos su vida. A ratos es muy divertido y otras tristísimo y otras profundo y poético; así que no te aburres. Eso sí, hay que entrar en el rollo de Vilas, de San Vilas, del Gran Vilas y del tipo autodestructivo, y entonces ríes y lloras y piensas en Kafka y en España y en lo caras que están la posteridad y las hipotecas. Y, sobre todo, devoras sus páginas.
Porque su prosa te excita y porque no se corta un pelo: catedráticos de universidad, editores que saben más de márketing que de literatura, escritores obsesionados con su presencia en las librerías… Vilas atiza sin compasión, a diestro y siniestro. Le da de lo lindo a Vargas Llosa y también a algún escritor amigo que le quería mucho más cuando no tenía éxito. Verdades incómodas, de las que nadie dice. Y había que decirlas, pero quién sabe si no le costará muy caro…
Otra cosa, claro, es la fortuna editorial de un libro que no encaja en los cánones del mercado; para empezar, resulta difícil catalogarlo bajo una sola etiqueta. ¿Novela? ¿Ficción? ¿Diario? ¿Autoficción? Decía Pepín Bello que cuando estabas con García Lorca no hacía ni frío ni calor, hacía Federico. Cuando escribe Vilas ocurre tres cuartos de lo mismo: no hay géneros. Hay Vilas. Y bendito Vilas.
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