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Las nuevas variables del conflicto entre seguridad y libertad
La seguridad humana. Al hilo de Israel y Palestina (1)

Las nuevas variables del conflicto entre seguridad y libertad

En la actualidad, a la amenaza de guerras se añaden otras como el cambio climático, el deterioro ambiental, las crisis económicas...

Rafael Manrique

Santander

Viernes, 29 de diciembre 2023, 07:20

Ricardo III, un ser deforme y no querido, acaba por encontrar su esencia al convertirse en un peligroso y cruel tirano. Shakespeare vincula la ansiedad, el desprecio y peligro vividos por el futuro rey con su conducta tiránica, capaz de engendrar inseguridad allí donde él se encontrara. Es un modo de existencia humana: quien no se siente seguro tiene miedo y el miedo engendra cobardía o violencia que producirá mayor inseguridad. Lo explicaba con gracia Yoda en el filme 'La guerra de las galaxias'. La historia del rey es lógica. Un niño criado en un ambiente hostil vivirá y originará unas relaciones y un mundo inseguros. La inseguridad rima con ejércitos, amenazas, protección, conflictos, naciones. También rima con narcisismo, fragilidad, miedo, libertad, ansiedad. En lo geopolítico y en el cuarto de estar de casa.

No hay que olvidar que la seguridad no es un fin en sí mismo, sino que ha de tener un para qué. Si no acaba por ser un instrumento totalitario o un camino de locura. La seguridad es política y es personal.

Nuestros antecesores se irguieron liberando así las extremidades superiores. Una evolución con dos consecuencias. La primera es que la pelvis hubo de cerrarse para contener el peso de las vísceras. Al tiempo, el cerebro, y el cráneo hubieron de aumentar de tamaño para poder atender a las nuevas habilidades. La segunda es que el feto no cabría por el canal del parto a no ser que naciera mucho antes de madurar. Por ello los seres humanos salen a la vida con una gran inmadurez. Nacemos en la más completa dependencia y en peligro. No sobreviviríamos si alguien no cuidara de nosotros. Esta vulnerabilidad en época tan temprana de la vida nos deja una huella, una cierta sensación de indefensión, de peligro y de alerta de la que no nos liberamos nunca. Nuestra experiencia es la de ser seres vulnerables, e influenciables y temerosos. O temibles. Al tiempo, ese largo periodo de dependencia nos permite un aprendizaje que nos aleja determinismo biológico y genético. Es la cultura lo que nos hace humanos.

Esta inseguridad se maneja de tres formas: se niega, se huye o se acepta. Las dos primeras generan una ansiedad no reconocida como tal que conduce a comportamientos arrogantes, agresivos o suicidas. La aceptación coexiste con una ansiedad consciente más o menos soportable. Debido a esa vulnerabilidad ontológica, la seguridad es una de las necesidades fundamentales de la especie humana. Con ella tratamos de equilibrar los riesgos inherentes a nuestra existencia, con los que siempre vivimos y que en tantas ocasiones nos llevan a tomar decisiones insensatas o crueles mientras que anhelamos alcanzar un futuro bueno y seguro. Somos una especie valiente y cobarde al mismo tiempo.

En los próximos años la seguridad va a ser uno de los tópicos más importantes en la vida privada de las personas

Las necesidades de seguridad configuran los principios de nuestro comportamiento. Desde la búsqueda de refugio y casa hasta la creación de organizaciones internacionales para la seguridad.

Nuestra necesidad de seguridad va acoplada al miedo. Cuando los individuos de una sociedad se sienten, con razón o sin ella, amedrentados puede haber personas y grupos conservadores y ambiciosos que aprovecharán para crear estructuras autoritarias. Esto se observa tanto en el nivel individual, familiar o el político: desde un padre que ejerce un control asfixiante de su familia, hasta los sistemas neofascistas y populistas. Se refuerza el instinto de conservación en detrimento de la originalidad y de la creación de nuevos proyectos personales y sociales. Incluso de manera violenta. El progreso social se detiene. Es lógico que sea así. A quién se siente básicamente inseguro nada habrá que le proporcione confianza. Se instala en la sospecha y la amenaza permanente. Una situación existencial tóxica en la que se bloquean las capacidades de crear futuro y desarrollar una actitud de cuidado y servicio hacia los demás. La vida se inclina hacia el polo de la naturaleza y no hacia el de la cultura. Y la naturaleza es el reino del más fuerte. Del comer o de ser comido.

El progresivo deterioro del orden posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial ha ocasionado temor y conservadurismo. Aumenta la desconfianza e insolidaridad. Se observa tanto en la proliferación de alarmas en viviendas como en el armamentismo, pasando por un menor atrevimiento para el flirteo.

En los sistemas complejos, y los seres humanos lo somos, las modificaciones de una de sus partes pueden inducir cambios del conjunto. Es el llamado, de forma un tanto trivial, «efecto mariposa». Eso hace la comprensión y la intervención en los sistemas humanos una tarea difícil e impredecible. Al tiempo, nos facilita las cosas ya que no necesitamos saberlo todo e intervenir en todo. Nos basta con alterar alguna de las piezas de la lógica del sistema, ver cómo cambia y hacerse cargo de los resultados para seguir con nuevas estrategias de transformación. De esa manera puede romperse la dinámica del miedo, de la repetición y de la desconfianza. Tareas educativas, familiares o geopolíticas se benefician de esta característica de la complejidad. No todo tiene que cambiar para que cambie todo.

Cuando los seres humanos satisfacen las necesidades básicas de sustento, abrigo y seguridad, se pueden dedicar a las tareas de realización personal. Su ansiedad, aunque siempre presente, es manejable y cotidiana. A mayor seguridad más libertad que genera más libertad que… un círculo, en este caso, virtuoso. Pero hay que tener cuidado. En lo personal como en lo geopolítico puede llegar un momento en que la curva invierta su pendiente y la mucha seguridad genere menos libertad. De este fenómeno nos advierten muchas de las populares novelas sobre distopías. La vigilancia omnipresente de un Gran Hermano hace el mundo más predecible y seguro, pero mucho menos libre.

En la actualidad el conflicto entre seguridad y libertad tiene nuevas variables. A la amenaza de guerras, se han añadido otras como el cambio climático, el deterioro ambiental, el tráfico de armas, el terrorismo, el crimen organizado transnacional, las enfermedades infecciosas, las crisis económicas, los nacionalismos agresivos o las migraciones masivas. En los países occidentales estos peligros geopolíticos están algo alejados, pero el sentimiento de inseguridad se ve aumentado por otras preocupaciones: el empleo, los ingresos, la salud, el medio ambiente o los delitos comunes. Libertad y seguridad no conviven con facilidad. Ni en lo público ni en lo privado ni en lo íntimo. En los próximos años la seguridad va a ser uno de los tópicos más importantes en la vida privada de las personas y en los programas de las diversas opciones políticas y geoestratégicas. La seguridad entrará en nuestra cultura.

Pero toda acción genera una resistencia. Para mal unas veces y para bien otras. Últimamente han aparecido movimientos sociales e institucionales que han apostado por conductas más liberales y generosas. Desde los movimientos de acogida de emigrantes hasta la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa de Helsinki en 1992, pasando por prácticas educativas más tolerantes y una relación más igualitaria entre hombres y mujeres. Todas contribuyen a construir un mundo más amable y justo en el que el sentimiento de seguridad puede surgir con más facilidad.

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